El afligido dice:
Si durante mi enfermedad y agonía llego a volverme sordo, ya no podré oír el Evangelio. ¿Se quedará mi corazón sin el auxilio del Espíritu Santo, y seré aterrorizado por el diablo?
El hermano en Cristo responde:
Recuerda la promesa que hace el mismo Espíritu Santo, asegurándonos que Él "da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios." Y que Él "nos ayuda en nuestra debilidad, pues no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles." (Ro.8:16,26). El Espíritu Santo reanima nuestro espíritu, cuando nos sentimos angustiados en la lucha con la muerte. Él es nuestro verdadero y supremo Consolador. (Jn. 15:26). Si se debilita tu visión, el Espíritu Santo te dará luz verdadera. Si te falla el oído Él vivificará tu alma, recordándole a tu memoria y corazón la palabra de Dios.
Donde acaba el auxilio humano, comienza el auxilio divino. Recuerda los santos mártires. Enfrentaron decididamente las más horribles torturas. Por medio de la fe, en las cenizas de las hogueras ellos vieron joyas y en las cadenas de hierro, coronas de oro. ¿Quién fortaleció de tal manera sus corazones? ¿Quién les infundió ese gran valor, en los momentos más difíciles de sus vidas? Fue el Espíritu Santo.
Él es más poderoso para consolar, que todo el mundo para aterrorizar. Y es más poderoso para defender, que el diablo para acusar.¿Te parece que el Espíritu Santo alentaría nuestros corazones durante toda nuestra vida, pero que no lo haría en nuestra última batalla, en la lucha de la muerte? Cristo vive en ti. (Gá.2:20). Él vive en tu corazón por la fe. (Ef.3:17). Su palabra, que tantas veces has oído, resonará en tu corazón aún cuando tus oídos queden totalmente sordos. Jesús dijo: "El Espíritu de Jehová está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a pregonar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos aperturas de la cárcel, a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová." (ls.61:1 - 2).
Pon toda la confianza de tu corazón en Cristo. Encomiéndate a Él, orando con fe. Él te alentará en el momento necesario y oportuno. Él reanimará tu corazón abatido con las palabras del Evangelio. Él vendará tu corazón fatalmente herido. Él te proclamará libertad cuando la muerte te lleve cautivo, y cuando tu tumba se abra, Él te anunciará la apertura de la cárcel.