Dios santo, Padre celestial, te ruego en el nombre de tu amado Hijo que apartes mi corazón del amor al mundo y lo llenes del amor a las cosas de arriba. ¿Qué es el mundo y todo lo que hay en él? Más frágil que el vidrio, más turbulento que el mar, más pasajero que el viento. Sería una gran tontería de mi parte estar apegado al mundo y buscar en él el reposo para el alma. Al morir tenemos que dejar atrás todo lo terrenal. Crea en mí, oh Dios, un corazón dispuesto a dejar atrás lo terrenal aún en vida. Apaga en mí el amor al mundo a fin de que crezca el sagrado amor a ti. El Espíritu Santo me guarde de manchar mi corazón con inmundicias mundanas. Este mundo, en su forma actual, está por desaparecer (1Co 7:31); ¡desaparecerá su gloria efímera, y ya se acerca el fin de todas las cosas (1P 4:7)! Por lo tanto, aviva en mi corazón el amor a la vida que perdurará para siempre, y no el amor a este mundo que tiene su tiempo contado. ¿Qué es todo lo que hay en el mundo?, malos deseos del cuerpo, codicia de los ojos, arrogancia de la vida (1Jn 2:16). ¡Qué vanidad más grande es entonces amar lo que codician los ojos, cuan peligroso es dar lugar a los malos deseos del cuerpo, cuán perjudicial ser esclavo de la arrogancia! El que se llena el estómago con la inmunda comida destinada a los cerdos (Lc 15:16), imposiblemente puede amar de verdad a Cristo, el pan venido del cielo para darnos vida. Aquel cuyo corazón se halla cautivo en los lazos del amor mundano es incapaz de elevarse libremente a Dios. El amor de Dios no puede entrar en un corazón que está lleno de amor al mundo. Por esto te pido, oh Señor: líbrame, límpiame y deslígame de todo lo que amenaza con apartarme de ti, y dame un corazón que te ame a ti más que a todas las cosas.
¿Por qué habría de amar yo al mundo y lo que hay en él (1Jn 2:15), si en todo esto no hay nada que pueda darme lo que mi alma anhela, o que pueda retribuir mi amor? El anhelo de mi alma debe dirigirse a Aquel con quien habitará para siempre, en la gloria eterna. Donde está mi tesoro, allí está también mi corazón (Mt 6:21). Dame las alas de una paloma, Señor, Dios mío (Sal 55:6) para elevarme a ti y esconderme en las grietas de las rocas (Cnt 2:14), no sea que me atrape el cazador infernal en la red del amor al mundo y arrastre mi alma nuevamente a este valle de lágrimas. Para mí el vivir es Cristo, y sólo él (Fil 1:21). Amén.