El afligido dice:

¿Cómo puedo estar seguro de que mi corazón es templo y morada del Espíritu Santo? Todavía me siento contaminado por el pecado. Sé que en mi carne no mora el bien. (Ro.7:18). ¿Cómo es posible que el Espíritu Santo esté morando en mi alma?

El hermano en Cristo responde:

En esta vida sólo recibimos las primicias del Espíritu. (Ro.8:23). En la vida eterna recibiremos la medida completa, toda la cosecha. En esta vida siempre tendremos la lucha entre la carne y el Espíritu, y todavía seguiremos siendo parcialmente "carnales, vendidos al pecado." (Ro.7:14). Pero, a pesar de ello al mismo tiempo también somos templos del Espíritu Santo, desde que Él nos concedió su gracia y produjo en nosotros el bendito nuevo nacimiento. Hay varias razones por las cuales puedes saber que el Espíritu Santo mora en ti. Por ejemplo, tú lamentas el hecho de ser un pecador, y deseas evitar el pecado; crees en Jesucristo, y esa fe es un don del Espíritu Santo. (1 Co.12:3). Tú invocas a Dios, confiando en que Él es tu misericordioso Padre celestial, y el Espíritu Santo es el Espíritu de gracia y de oración: Zac.12:10.

Como hijo de Dios tú deseas practicar solamente el bien, y los que son templos del Espíritu Santo son guiados por Él en esa dirección: Ro.8:14. Aveces sientes en tu corazón un gozo inmenso, que es un anticipo de la bienaventuranza eterna. Y eso sucede porque "el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. " (Ro. 14:17). El Espíritu de Dios clama en tu alma: "¡Abba, Padre!" Puedes tener la seguridad de que participas del amor paternal de Dios, porque el Espíritu de su amado Hijo te alienta. Aunque eso a veces ocurra de manera muy débil, no te dejes desalentar por ello, sino pídele a Dios más poder del Espíritu, porque Dios se lo dará a quienes se lo pidieren. (Ec. 11:13). "Aviva el fuego del don de Dios que está en ti. " (2 Ti. 1:6). Pide, busca, y llama escuchando y atendiendo a la Palabra de Dios. (Mt.7:7-8). Esta vida no es perfecta, sino un paso hacia la perfección. Además del testimonio interno del Espíritu Santo, Dios te da los sacramentos, que son sellos de las promesas divinas. Ellos son portadores de las bendiciones de Cristo, y medios para despertar, nutrir y confirmar tu fe, asegurándote que la gracia de Dios es válida para ti. Por medio del bautismo has sido introducido a la gracia de Dios. En la Santa Cena se te nutre con el cuerpo y la sangre de Cristo.

En la absolución privada se te declara libre del dominio del pecado. Cree firmemente en la palabra del Evangelio. ¿Por qué dudas y vacilas todavía? Eso significa no querer saber nada de Dios; es ofender a Cristo, el divino Maestro de la fe, cometiendo el pecado de desconfiar de Él. Dios no te está engañando cuando promete que escuchará tu oración, y que te dará lo que tú le pidas de acuerdo a su voluntad. En Juan 16:23 Jesús promete: "De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. " Y en Mateo 18:19: "Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. " Y san Juan nos asegura: "Esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. "

Dios, quien ha prometido oírnos, nos ha ordenado orar por perdón. ¿Qué razón hay todavía para dudar del perdón de los pecados? ¿Cómo podría Cristo habernos enseñado a terminar nuestra oración con la palabrita "amén", si hubiese querido dejarnos en la duda, sin la certeza de que seremos escuchados por Dios? Recordemos la particularidad y característica de la fe: "Por Cristo tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. " (Ro.5:2).

Por medio de la fe en Cristo podemos "acercarnos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. " (He.4:16). Somos "guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. " (1P. 1:5). Por la fe sabemos que "hemos pasado de muerte a vida. " (1 Jn.3:14). Por la fe "estamos seguros de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro." (Ro.8:38- 39).

Cristo ha prometido que donde Él está, también estarás tú: Jn. 14:3. Dios te prometió vida eterna, ¿y tú te niegas a creerle? Dios hizo mucho más que prometerte: El murió por ti. Es más difícil creer en la muerte del Eterno, que en la vida eterna del mortal. Tú ya crees firmemente en lo que es más difícil de creer. ¿Por qué dudas todavía de lo otro? Dios te ha dado a su amado Hijo, que para Él vale mucho más que el cielo y la tierra. ¿Por qué no vas a creerle cuando Dios te asegura que te dará el cielo?