El afligido dice:

Quisiera disfrutar más tiempo de esta vida, de sus placeres, y de las muchas bendiciones que Dios me ha concedido.

El hermano en Cristo responde:

No debemos permitir que el amor a esta vida se pervierta y supere nuestro amor a Dios. A Dios le debemos un corazón lleno de amor, y lo amamos demasiado poco si no amamos todo lo demás sólo por causa de Él. Amar cualquier bien sin honrar a Dios, de quién recibimos ese beneficio, es un amor pervertido. Tal amor no debe existir en nuestros corazones, que sí tienen que estar llenos de amor a Dios.

¿Acaso esta vida, que es tan peligrosa y está llena de problemas, nos ofrece algo mejor? ¿Qué es nuestra vida en este mundo, sino lucha y dolor causados por el pecado? Si estuviésemos en un edificio que comenzó a incendiarse, ¿no saldríamos rápidamente de él, para dirigirnos a un lugar seguro? Si viajásemos en un barco que ha comenzado a hundirse, ¿no saldríamos de él, y buscaríamos la manera de llegar a tierra firme? Este mundo se está incendiando y hundiendo, anunciando colapsos que se avecinan, y la llegada indefectible del Fin.

Pensemos, entonces, si no es una gran bendición de parte de Dios, que Él nos libre de los desastres que se aproximan...

Deberíamos agradecerle si decide salvarnos del futuro caos universal. La impiedad se difunde y promueve de tal manera en el mundo, que los cristianos llegan a sentirse muy confundidos. El diablo lanza ataques tan malvados contra la cristiandad, que los creyentes no saben de qué defenderse primero. Si no son las autoridades las que se ponen contra nosotros, entonces Satanás provoca la hostilidad de algún otro grupo, o individuo, que hasta puede ser un familiar nuestro.

El sabe cómo provocar la discordia entre los hermanos, causando divisiones y enfrentamientos en la familia, haciendo que ardan de odio y rencor. ¿No es, entonces, mejor el hogar celestial? Los cristianos deben sentir el deseo de partir en paz. Esta vida se parece a una fruta que tiene una cáscara muy hermosa; pero, al cortarla con el cuchillo de la verdad, resulta que es hueca y está vacía por dentro.

Claro que también hay cosas buenas en esta vida. Pero, las cosas buenas de la vida venidera son incomparablemente superiores. Acá estamos de paso. Allá permaneceremos para siempre. Acá trabajamos. Allá descansaremos. Esta vida es un camino; la otra, el destino; es la verdadera patria, el eterno hogar. Acá luchamos contra el diablo y sus demonios, nuestros enemigos declarados.

En el reino de gloria reinaremos con Cristo, libres de todo enemigo. Acá enfrentamos oposición; allá eso no existe. Acá tenemos que luchar contra la codicia dentro de nosotros; allá, todo el tiempo gozaremos de un maravilloso estado espiritual, en perfecta comunión con Dios. Acá nos preocupamos por vencer; allá estaremos tranquilos, disfrutando de la victoria. Acá necesitamos ayuda contra las tentaciones. Allá nunca seremos tentados. Acá tenemos que perdonar las ofensas de otros, y pedir perdón por las nuestras. Allá ya no sufriremos ni causaremos ningún agravio. Acá soportamos adversidades y sufrimos penas. Allá todo es bienaventuranza y pura felicidad. Acá tenemos el bien y el mal. Allá únicamente el bien.

¿Qué vida es preferible, entonces? ¡Olvida el enfermizo amor por esta vida pasajera, e interésate de todo corazón en la herencia eterna! Administra los bienes de esta vida evitando que ellos se apoderen de ti. Posee tú los bienes, pero no dejes que ellos te posean a ti. Que tus posesiones permanezcan bajo el control de tu corazón; no permitas que el amor a los bienes materiales domine tu corazón. ¿Por qué no habrías de anhelar lo mejor? Lo celestial a lo terrenal; lo mayor a lo menor; lo eterno a lo temporal...