El afligido dice:

Si muero, tengo que abandonar a mi querida esposa y a mis hijos. ¿Quién se hará cargo de mi familia? ¿Quién la protegerá y apoyará?

El hermano en Cristo responde:

Dios es un Padre para los huérfanos, y el defensor de las viudas, (Sal.68:5). Tu Dios será el Dios de tu simiente después de ti. (Gn. 17:7). Tus hijos no son sólo hijos tuyos, sino también hijos de Dios; y más suyos que tuyos. El ha invertido en ellos más que tú. No necesitas dudar de su cuidado paternal sobre ellos. El rey David afirmó: "Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan. " (Sal.37:25).

El Dios que les promete a tus hijos tesoros celestiales no los dejará morir de hambre. El que les dio vida no les negará lo que necesiten para vivir. No te aflijas tanto por tu familia, porque así puedes olvidarte de tu alma. Cristo dijo: "Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aún también su propia vida, no puede ser mi discípulo. " (Lc.14:26). Él mismo explica esto en otra parte, diciendo: "El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo a hija más que a mí, no es digno de mí. " (Mt. 10:37). Si Dios te está llamando por medio de la muerte, no ames a tu mujer e hijos al punto que vaciles en seguir con gozo el llamado del Señor.

Pon en primer lugar el amor a Dios, por encima del amor a tu familia. Que tu amor a Cristo, el esposo celestial, sea más grande que el amor a tu esposa. No hay que amar más el regalo, que a quién lo da. Te entristece despedirte de tus amigos. Pero, todos tenemos que partir de esta vida un día. Cuando te reencuentres con ellos, te serán más queridos aún. A los seres queridos que ya partieron no los hemos perdido. Sólo nos precedieron.

De acuerdo a la promesa de Dios, en la otra vida serán más queridos todavía, porque los conoceremos mejor. Allá los amaremos, y seremos amados por ellos, sin ningún riesgo de malos entendidos. Si tus familiares te resultan muy importantes, Cristo, tu hermano y Salvador, es más importante aún. Si fue algo bueno vivir con tus familiares, será más hermoso aún acercarse "al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús, el Mediador del nuevo pacto..." (He. 12:22-24).