El afligido dice:

Comprendo que la absolución va dirigida también a mí en particular. Pero, mi fe todavía no está segura de la promesa del Evangelio. Todavía me siento tentado a desesperar. Mi mente me dice: Lo que oyes son sólo palabras. ¿Cómo puedes saber si se te concede la gracia de Dios en realidad?

El hermano en Cristo responde:

Cuando el pastor anuncia el perdón en nombre y en el lugar de Cristo, esas palabras son de Dios, y Él nunca miente. Esas palabras son "Espíritu y son vida" (Jn.6:63). Son más firmes y estables que el cielo sobre tu cabeza y que la tierra bajo tus pies. Cristo dice: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. " (Lc.21:33). Y el profeta Isaías asegura: "La palabra del Dios nuestro permanece para siempre. " (ls.40:8). Quien funda su confianza en esta Palabra, también permanecerá para siempre.

Además, Dios no sólo te ha dado su palabra, sino que además ha instituido para ti sus sacramentos. Los sacramentos son la palabra de Dios en forma visible; son signos visibles de la gracia invisible; son sellos de las promesas de Dios, destinados a alimentar y fortalecer tu fe. Por medio del bautismo has sido recibido en la gracia de Dios, y has llegado a ser un hijo y heredero suyo. Has sido lavado de todos tus pecados por medio de la sangre de Cristo, y 16 regenerado por obra del Espíritu Santo. Has sido invitado a participar de todas las bendiciones del cielo. Jesucristo ha explicado que el bautismo es el medio que produce el nuevo nacimiento espiritual.

Él dijo: "El que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. "(Jn.3:5). De acuerdo a la Palabra de Dios, quien ha renacido por medio del bautismo, es un heredero de la vida eterna. Cristo instituyó el bautismo como un medio de salvación, diciendo: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo. " (Mr. 16:16). El apóstol Pablo dice que el bautismo es un "lavamiento de regeneración y renovación por el Espíritu Santo. " (Tit.3:5). Somos bautizados para el perdón de los pecados, como dice el apóstol Pedro: "...bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. " "El bautismo... nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como las aspiración de una buena conciencia hacia Dios.) " (1P.3:21). "Bautízate, y lava tus pecados!" le dijo Ananías a Saulo (Hch22:16).

San Pablo escribe a los gálatas: "Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. " (Gá.3:26-27). Cristo santifica y purifica a su Iglesia con el "lavamiento del agua por la Palabra. " (Ef.5:26). De todo lo dicho puedes sacar la conclusión que el bautismo da el perdón de los pecados y produce el nuevo nacimiento, la vida de la fe. Es el comienzo de la verdadera vida y de la verdadera justicia. Es un maravilloso lavamiento, un sacramento de vida y salvación. El Espíritu Santo de Dios desciende al agua bautismal, para darnos la gracia celestial. La promesa del Señor está unida al agua bautismal, y por ese medio el amor de Dios engendra hijos suyos, herederos de su reino.

Cristo fue bautizado para santificar el agua por medio de su cuerpo. Todo lo que Cristo conquistó con su cuerpo, lo depositó en el bautismo. Él se dejó bautizar con nosotros, los pecadores, para enseñamos que por medio del bautismo llegaríamos a ser miembros suyos. En el bautismo de Cristo, el Padre eterno habló desde el cielo diciendo: "Este es mi Hijo amado." (Mt.3:17). Y Dios sigue aceptando como amados hijos suyos a los que creen en Cristo y son bautizados. Así como se abrió el cielo en el bautismo de Jesús, este sacramento nos sigue abriendo las puertas del Paraíso a nosotros. Tal como en el bautismo de Cristo el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma, el Espíritu Santo sigue estando presente en nuestro bautismo, y con su poder produce nuestro nuevo nacimiento y renovación. En el bautismo actúan Dios Padre, que nos acepta por hijos; Jesús, que con sus méritos nos limpia; y el Espíritu Santo, que produce nuestro nuevo nacimiento.

Por lo tanto, si has sido bautizado, nunca debes dudar de la gracia de Dios para contigo, ni del perdón de tus pecados, ni de tu salvación prometida. El bautismo es el lavamiento de la regeneración; y donde éste se produjo, ahí también está el perdón de los pecados, la gracia de Dios, la perfecta justicia, la renovación del ser, el don del Espíritu Santo, la adopción como hijos, y la herencia de la vida eterna.