Dios eterno y todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo: Gracias te sean dadas, gloria y loor, porque tú me hiciste con tus propias manos, me diste vida, me fortaleciste con tu amor, y tus cuidados me han infundido aliento (Job 10:8-12).
Esta grande misericordia tuya la celebraré con eterna alabanza; con nuevos cánticos ensalzaré siempre tu bondad. Con el salmista exclamo: Tú creaste mis entrañas, me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien! Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo entretejido. Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos (Sal 139:13-16).
Mas ¡cuán preciosos, oh Dios, me son tus pensamientos! ¡Cuán inmensa es la suma de ellos! Si me propusiera contarlos, sumarían más que los granos de arena (Sal 139:17-18). Me demostraste tu misericordia antes de que yo fuera capaz de comprenderla; te me anticipaste con tus favores, antes de que yo los deseara; me rodeó tu bondad antes de poder agradecértela. Tú eres el que no sólo me formó en el seno de mi madre, sino también me sacaste del vientre materno; me hiciste reposar confiado en el regazo de mi madre. Fui puesto a tu cuidado desde antes de nacer. Desde el vientre de mi madre mi Dios eres tú (Sal 22:9-10). Todas las veces que me pongo a pensar en los tantos que murieron en el seno de su madre antes de ver la luz de la vida, siempre de nuevo admiro y alabo tu misericordia que me condujo vivo e saludable de las entrañas de mi madre al escenario de la vida. Siglos y siglos pasaron antes de que comenzara mi existencia. Pero te plació construirme esa vivienda de mi cuerpo, y sacarme de la nada a la plenitud de la vida. Me has dado un alma racional. Fue tu voluntad que yo sea un ser humano, y no una piedra o una serpiente. A ti, Dios mío, y a tu misericordia sea la alabanza y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.