El afligido dice:

Además de la ley de Dios, también mi conciencia me acusa. Es un juez que me acusa aunque nadie más presente cargos en mi contra. No puedo silenciar a ese juez en mi interior. Todas mis faltas están registradas en la memoria de mi conciencia. Me siento horrorizado. Soy un miserable. ¿Quién podrá defenderme en esa corte, dond? yo mismo soy al mismo tiempo el acusado, el acusador y el fiscal?

El hermano en Cristo responde:

"Si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y Él sabe todas las cosas. " (1 Jn.3:20). Aunque el recuerdo de los pecados que cometiste en el pasado te aflige, Cristo sigue siendo tu Redentor. Él pagó por tus pecados. El te declara libre y te deja libre. Él te ha salvado. Él "anuló el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz. " (Col.2:14). La lista de tus faltas, que está escrita como una deuda en tu conciencia, fue clavada en la cruz. Quedó cancelada y anulada a la vista de Dios. "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. " (Ro.5:l).

Paz de conciencia, paz en el corazón, la más bendita paz del alma... esos son los beneficios que Cristo, el gran vencedor del pecado, la muerte y el diablo trajo consigo al irrumpir de la tumba, y que imparte a todos los que creen en Él. Cuando sientas el malestar de tu conciencia, cálmalo inmediatamente con sincero arrepentimiento. Invoca a Cristo y pídele a Dios que te devuelva la paz a tu alma, perdonándote tus pecados por amor de Jesús. Luego, guárdate de herir nuevamente tu conciencia, cuidándote para no repetir los mismos pecados.

Mientras dure esta vida tenemos tiempo de calmar la conciencia. El registro de la conciencia todavía puede ser corregido con lo que registra el Libro de la Vida. Pero, en el Juicio Final, todos los libros serán abiertos (Ap.20:12). Ahí estarán escritos en grandes letras, como para que todos puedan leer, todos los pecados de todos los que no recibieron el perdón, por medio de la fe en Jesús. Mientras no haya llegado el día del Juicio, mientras no haya acabado el tiempo de gracia, todavía es buen tiempo para la más preciosa esperanza y la más sublime certeza. Porque "la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas, para que sirváis al Dios vivo. " (He.9:14).