Oraciones que contemplan nuestras innumerables necesidades
El pensar en nuestra fragilidad humana nos enseña que en lo que refiere a nosotros mismos, carecemos de todo bien y don espiritual; y nos enseña además que por lo tanto, debemos descartar toda confianza en nuestras propias fuerzas y buscar refugio en la ayuda del Dios misericordioso que nos ha sido prometida por amor de Cristo.
Este pensar en nuestras tantas necesidades hará que nuestro corazón se eleve a Dios pidiéndole que haga morir en nosotros el viejo hombre y haga resucitar el hombre nuevo, algo que necesitan a diario los que han sido regenerados. Esa resurrección o renovación consiste en la conservación y el fortalecimiento de la fe, de la esperanza, del amor, de la humildad, de la paciencia, de la mansedumbre, de la castidad y de las demás virtudes. Todo esto debe ser objeto de nuestros sinceros ruegos al Señor. Además, puesto que diariamente sufrimos los ataques de la carne, del mundo y del diablo; de la carne que nos instiga a amar las cosas terrenales más que a Dios, del mundo que nos odia, y del diablo que nos tiende sus redes; es preciso que constantemente imploremos al Dios todopoderoso y Juez supremo que nos dé su ayuda para desdeñar lo que es terrenal y pasajero, negarnos a nosotros mismos, vencer al mundo, consolarnos con el consuelo divino en tiempos de adversidad, lograr verdadera paz del alma, no ceder a las tentaciones y resistir los ataques y engaños del diablo. Y finalmente, dado que en la hora de la muerte y del juicio la ayuda de Dios nos hace falta más que nunca, debemos pedir todos los días con toda humildad que el Padre celestial nos conceda un fin bienaventurado y nos lleve de este valle de lágrima al cielo, a morar con él.