El afligido dice:
La verdadera fe es activa en obras de amor. (Gá.5:6). Pero, mis obras de amor, que podrían dar testimonio de mi fe, son tan pocas que no cuentan. Con el apóstol Pablo tengo que confesar: "Sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo... Asi que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí." (Ro.7:18-21).
El hermano en Cristo responde:
Tienes razón al evaluar la luz de la fe por los rayos de buenas obras que ella irradia. Las buenas obras que no provienen de la fe, en realidad no son buenas obras, sino tan sólo una falsa imitación.
En primer lugar viene el arrepentimiento. Luego, sigue la confianza en Cristo como Salvador. Y de esa fe procede la nueva obediencia a Dios, que se concreta en obras de amor. Jesús dijo: "Alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. " (Mt.5:16). Sin embargo, no tienes que pensar que buenas obras son solamente aquellas que impresionan a la gente, porque son grandes e importantes. Tampoco debes pensar que las buenas obras de los cristianos están libres de manchas y defectos.
El pecado todavía los aflige y contamina. Al hablar de buenas obras, en primer lugar tenemos que destacar la renovación interna del corazón y los nuevos impulsos espirituales, que el Espíritu Santo produce en el alma de las personas que han sido regeneradas. Los pensamientos santos, las buenas intenciones, el saludable temor de Dios, el amor sincero, y la ferviente oración también son verdaderas buenas obras, a pesar de no ser ostentosas, ni impresionar a la gente. Las buenas obras visibles sólo manifiestan la oculta gloria de la renovación interna.
Si no tienes nada en particular para ofrecerle a Dios, preséntale la voluntad y la intención de llevar una vida piadosa. Ofrécele tu corazón, y le habrás ofrecido todo. Si te faltan fuerzas para llevar a cabo las obras de bien que te has propuesto hacer, recuerda que tu buena intención ya le agrada a Dios. No debes pensar que en esta vida podrás llegar a estar libre de flaquezas. Y sobre todo, recuerda que nuestras buenas obras no le agradan a Dios porque son buenas e importantes, sino porque proceden de la fe en Cristo, y expresan la gratitud de los amados hijos de Dios. No desesperes, pues, y recuerda que tus buenas obras son todavía imperfectas y manchadas de pecado, para que no te vuelvas arrogante. Yen lugar de confiar en ellas, deposita toda tu esperanza de salvación únicamente en Cristo.