El afligido dice:

A veces me siento tentado a blasfemar. En mi mente surgen pensamientos que son verdaderas ofensas contra Dios, mi Creador y Salvador. Preferiría mil veces morir a seguir con esas tentaciones...

El hermano en Cristo responde:

Esos pensamientos no son algo que tu corazón o mente produce voluntariamente, sino algo que sufre. Tú no los apruebas ni te complaces en ellos, sino que los rechazas, y sientes amargos remordimientos por tenerlos. Aún cuando, por la debilidad de tu carne, surgiere alguna impaciencia en tu corazón, el Señor comprende tu angustia. La dureza de las pruebas ha arrancado amargas quejas de hombres muy piadosos, como Job y el profeta Jeremías. Pero, nuestro misericordioso Dios se las ha perdonado, y también a ti te perdona tu falta de paciencia. Es necesario que comprendas que no posees en ti mismo el poder para hacer lo bueno, y que aprendas a depender enteramente de Dios, confiando en Él de todo corazón.

En definitiva, esa es la lucha que libramos contra Satanás. No pierdas el ánimo. Dios está a tu lado y no te abandonará, ni dejará de defenderte. Espera con paciencia y humildad hasta que Él te libre de "todos los dardos de fuego del maligno. "(Ef.6:16). Confórmate con la gracia del Señor (2 Co. 12:9). Los deseos camales luchan contra el Espíritu (Gá.5:17), y nuestra naturaleza camal se muestra dispuesta a permitir que Satanás lance sus dardos de fuego contra ella. Pero, como tú crees en Cristo, Dios no te culpa por el pecado que todavía vive en tu naturaleza.

Gracias a Jesús disfrutas del perdón de Dios y tienes una nueva vida espiritual. Entonces, con ese espíritu cristiano mortifica tus malos deseos, y no apruebes los pensamientos blasfemos. Deja que la sangre de Cristo apague las flechas con fuego disparadas por el Maligno; cúbrete de ellas y atájalas con "el escudo de la fe." (Ef.6:16). Tan pronto como notes pensamientos blasfemos tratando de invadir tu alma, vuélvete a la Palabra de Dios, que te promete su gracia en Cristo Jesús.