El afligido dice:
Sé que los creyentes reciben muchas bendiciones por medio de la correcta participación en la Santa Cena. Pero tengo miedo de recibir este alimento celestial de manera indigna. Me asusto por lo que dice el apóstol en 1 Corintios 11:27: "Cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. "
El hermano en Cristo responde:
Precisamente, cuando reconoces y lamentas tu indignidad, evitas recibir la Santa Cena de manera indigna. El apóstol no dice que los débiles en la fe reciben el sacramento indignamente. Por el contrario, el sacramento fue instituido precisamente para afirmar la fe y fortalecer a los débiles. Los que reciben el sacramento indignamente son los que no se examinan a sí mismos, ni reconocen la presencia del cuerpo de Cristo en la Santa Cena. (1 Co. 11:28-29). Los que se acercan a la Santa Cena como a cualquier comida ordinaria, sin arrepentimiento ni fe, sin sentir horror ante el pecado y sin tener la intención de corregir sus vidas. Los que no distinguen esta Mesa del Señor de una comida común; los que no reconocen su majestuosidad, ni vienen con la debida disposición del corazón.
Tales comensales, comiendo y bebiendo indignamente, pecan tanto contra el cuerpo y la sangre de Cristo, como pecaron contra El los que lo crucificaron. ¡Qué Dios no permita que te sumes a esa gente! Pues tu reconoces la inmundicia de tus pecados, y lamentas la impureza de tu naturaleza humana. Tú tomas en cuenta el grandioso don que se te promete y da en la Santa Cena. Tú sientes hambre y sed de justicia, y serás satisfecho. (Mt.5:6). Los pecados ya no te agradan, y por eso te vuelves al Padre celestial. (Lc. 15:20 ss.)
Tú estás angustiado por tus pecados, y suspiras por ver satisfecha tu alma con este alimento celestial. Por cierto, el Padre misericordioso y bondadoso irá corriendo a tu encuentro, te besará y te recibirá con gozo. Te dará "el mejor vestido ", la justicia y la inocencia de Cristo, y te sellará con su Santo Espíritu. Pondrá calzados en tus pies, y te conducirá por caminos de paz y justicia. (Lc. 15:20-24). Satisfará tu hambre con la carne del sacrificio, que le fue ofrecido en el altar de la cruz, y le fue presentado como ofrenda de grato aroma. No tengas ningún temor de recibir esta comida indignamente. El que se considera a sí mismo indigno, es acepto ante Dios. Quien siente desagrado por sí mismo, agrada a Dios. El que está humillado, con el corazón quebrantado, es alzado y exaltado por la piadosa mano de Dios.