Dios todopoderoso y benigno, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según tu sabio plan, además del ministerio de la palabra y el régimen civil, creaste también la institución de la familia: te ruego de todo corazón que bendigas con tu mano protectora a este semillero de la iglesia y del Estado.

Promueve en la juventud, en las viudas y en los esposos una verdadera santidad del espíritu y pureza del cuerpo. Que la gente joven se atenga fielmente a tus preceptos, que las viudas perseveren noche y día en sus oraciones y súplicas (1Ti 5:5), que los esposos se amen con un amor sincero, y que todos te sirvan como es propio de hijos tuyos, tal como lo son. Tengan todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal (He 13:4); sean todos violetas de humildad, lirios de pureza, rosas de amor y bálsamos de santidad.

Une los corazones de esposos piadosos mediante los lazos de amor no fingido y respeto mutuo. Protégelos contra las insidias de Satanás que intenta sembrar en ellos pensamientos de odio y discordia. La mujer sea una ayuda idónea para su esposo (Gn 2:18), un apoyo en momentos de adversidad. El número indisoluble del matrimonio sea para todos nosotros una imagen de ese misterio que es el amor entre Cristo y su iglesia (Ef 5:32). Cuanto más estrecha sea la comunión entre ambos cónyuges, tanto más fervorosa sea también su vida de oración. Cuanto mayores sean los peligros a que se vean expuestos, tanto mayor sea también su afán de buscar refugio en Dios. Da a los padres la sabiduría que necesitan para poder criar a sus hijos según la disciplina e instrucción del Señor (Ef 6:4); que consideren a los frutos de su matrimonio como una herencia del Señor (Sal 127:3), digna de ser apreciada y tratada como tal, dándole un buen ejemplo de vida piadosa y evitando hacerlos enojar, no sea que se tornen rebeldes.

Guía también los corazones de los hijos para que obedezcan a sus padres como es debido. Sean como primorosas plantitas en el jardín del paraíso; así evitarán el triste fin de ser echados al fuego del infierno como leña inservible. Despidan el grato aroma de la piedad, la obediencia, el respeto y de toda clase de virtudes, pues terrible sería que emitan el olor pestilente del pecado. Tengan siempre en mente el mandamiento de Dios de honrar a los padres; retribúyanles el amor que éstos les han prodigado; guárdenlos y protéjanlos. Que los padres junto con sus hijos te tributen todo honor en esta vida, oh Dios, para que también en la vida venidera se unan en himnos de alabanzas a tu santo nombre.

Los siervos obedezcan de buena gana a sus amos, con respeto y temor, y con integridad de corazón. No lo hagan sólo cuando los están mirando, como los que quieren ganarse el favor humano, sino como servidores de Cristo (Ef 6:5-6). Los amos correspondan  a esta actitud de sus siervos, dejando de amenazarlos, no sea que de patrones justos se conviertan en tiranos detestables.

En resumen: el conjunto hogareño sea una iglesia domiciliaria, agradable a Dios y a sus ángeles. Amén.