El afligido dice:

Aparentemente las promesas de Dios en el Evangelio son para todos en general. Pero, ¿no será que Dios ya decidió arbitrariamente, desde la eternidad, rechazar a algunos y destinarlos al castigo eterno, y aunque todavía les ofrece formalmente su Palabra, en realidad no tiene la intención de darles la salvación? ¿No seré yo, tal vez, uno de esos rechazados?

El hermano en Cristo responde:

Pensar que Dios haya resuelto arbitrariamente rechazar a algunos y destinarlos al castigo eterno, es una falsa idea inventada por personas descamadas y que descarrían a otros. La Palabra de Dios afirma claramente que Él no quiere que nadie se pierda. Dios testifica eso bajo juramento. Cristo derramó sus lágrimas porque no quiere la muerte de los pecadores. El Señor quiere que todos se arrepientan, que conozcan la verdad, y que sean salvos. Dios es en realidad tal como se reveló en su Palabra, donde asegura que no desea la perdición de nadie. Él está lleno de misericordia hacia nosotros, como podemos ver en la persona y obra de Cristo, su amado Hijo. Cristo es la imagen fiel del Padre, de su esencia y de su voluntad. (He. 1:3).

Ni siquiera debemos dar lugar a la idea de que Dios se nos muestra misericordioso sólo en apariencias, pero en su corazón está muy enojado contra nosotros. Eso sería tratarlo a Dios de hipócrita y falso. Y Él es la Verdad personificada, para quien cualquier hipocresía es abominable. Que unos reciban la salvación se debe enteramente a la gracia de Dios. Es puro obsequio. Es una herencia y un regalo. Los que se pierden, se pierden por su propia culpa. Dios nos asegura: "Te perdiste, Israel, mas en mí está tu ayuda. " (Os. 13:9).

La Biblia nos enseña que el hombre mismo es el causante de su condenación, y en ninguna parte habla de una resolución unilateral de Dios en ese sentido. Jesucristo sufrió y murió de manera real y efectiva, no sólo en apariencias, y así pagó el rescate para librarnos de la condenación a todos. ¿Cómo alguien puede decir, sin sonrojarse de vergüenza, que Dios no le ofrece seriamente en el Evangelio los beneficios de su gracia a todos los hombres... que no tiene la sincera intención de darle a todos los hombres la salvación que su Hijo ha obtenido para cada uno de ellos? El rescate pagado por Cristo es suficiente para lograr la liberación eterna de todos los seres humanos, sin excepciones.

Dice la Escritura: "Jehová cargó en El el pecado de todos nosotros. "(Is.53:6). En el Antiguo Testamento el sacerdote ponía sus manos sobre un chivo expiatorio, confesaba sobre él todas las rebeliones y pecados del pueblo de Israel, y lo enviaba al desierto. (Lev. 16:21). A esto se refiere reiteradamente el apóstol Pablo en 2 Co.5:15, donde repite dos veces en un mismo versículo que: "Uno murió por todos. " A Dios le agradó "reunir todas las cosas en Cristo, así las que están en el cielo, como las que están en la tierra... en el cumplimiento del tiempo. " (Ef.l:9-10).

Agradó al Padre "que en Cristo habitase toda plenitud (de Dios), y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra, como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. " (Col. 1:19-20). "Jesucristo se dio a sí mismo en rescate por todos. " (2 Ti.2:6). "Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres. " (Tit.2:11). La gracia por la cual Dios entregó a su unigénito Hijo al mundo; la gracia por la cual Cristo se "dio a sí mismo por todos nosotros, para redimirnos de toda iniquidad. " (Tit.2:14). Por la gracia que Dios nos concedió a nosotros, "Cristo gustó la muerte por todos. " (He.2:9). El rescate pagado por Cristo es válido para todos, sin excepción. Eso lo confirman los pasajes de la Escritura que hablan de Él como el Salvador del "mundo”. Por ejemplo, en Jn.3:16 y 17: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. “Jesucristo es "el Salvador del mundo. "(Jn.4:42; 1 Jn.4:14). 14 Jesucristo es "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. " (Jn. l:29). El dio su carne "por la vida del mundo. " (Jn.6:51). El reconcilió al mundo con Dios. (2 Co.5:19). "Y Él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. " (1 Jn.2:2). El sacrificio propiciatorio ofrecido por Cristo es suficiente y válido para todos, sin excepción. El apóstol Pablo afirma esto mismo al explicar la diferencia entre Adán y Cristo. En Ro.5:17-20 dice: "Si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y el don de la justicia. Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.

Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”. Dios no permita que pensemos que el pecado que hemos heredado de Adán sobrepasa a la gracia que nos obtuvo Jesucristo, nuestro Salvador! No pensemos nunca que la desobediencia de Adán pesa más que la obediencia de Cristo. El rescate ofrecido por Jesucristo en la cruz tiene alcance y validez universal.

Eso queda confirmado también por la manera en que la Escritura habla de los condenados. En Ro. l4:15 dice: "No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió. " Si alguien ejerce su libertad cristiana en el momento equivocado, el hermano débil "por quien Cristo murió, " puede perderse. "De esa manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis. "(1 Co.8:11-12). Y en 2 P.2:l se nos advierte: "...habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aún negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí destrucción repentina." Estas son palabras evangélicas, apostólicas y divinas. Contradecirlas es lo mismo que rechazar a Cristo, y negar sus beneficios, méritos y sacrificio. Cree, entonces, y no dudes más. El unigénito Hijo de Dios descendió del cielo, asumió nuestra naturaleza humana, pagó el pecado de todo el mundo, y lo libró. Él fue herido por todos, y por sus llagas nosotros fuimos curados. (ls.53:4-6).