STATUS CONTROVERSIA
La cuestión principal en esta controversia.
1] Dado que la Ley fue dada a los hombres por tres razones: primero, para mantener la disciplina externa contra los desobedientes y desordenados; segundo, para llevar a los hombres al conocimiento de sus pecados; tercero, para que, una vez regenerados, y ya que la carne aún permanece en ellos, tengan una regla según la cual deben ordenar y gobernar toda su vida, ha surgido una controversia entre algunos teólogos sobre el tercer uso de la Ley, es decir, si también debe ser aplicada a los cristianos regenerados. Una parte ha dicho sí, y la otra no.
AFIRMATIVA.
La verdadera doctrina cristiana sobre esta controversia.
2] 1. Creemos, enseñamos y confesamos que, aunque los verdaderos creyentes y aquellos convertidos a Dios han sido liberados del mal y la coerción de la Ley por Cristo, no están sin Ley por esta razón, sino que han sido redimidos por el Hijo de Dios para que puedan meditar en ella día y noche, Salmo 119; como nuestros primeros padres también vivieron bajo la Ley antes de la Caída, ya que la Ley de Dios también estaba escrita en sus corazones, cuando fueron creados a la imagen de Dios, Génesis 2:16 y siguientes y 3:3.
3] 2. Creemos, enseñamos y confesamos que la predicación de la Ley debe ser llevada a cabo diligentemente no solo entre los incrédulos y no arrepentidos, sino también entre los verdaderos creyentes, verdaderamente convertidos, regenerados y justificados por la fe.
4] 3. Porque, aunque son regenerados y renovados en el espíritu de su mente, esta regeneración y renovación en este mundo no es perfecta, sino solo comenzada, y los creyentes están en una lucha constante con el espíritu de su mente contra la carne, es decir, contra la naturaleza y disposición corrupta, que permanece en nosotros hasta la muerte. Debido a este viejo Adán que todavía reside en el entendimiento, la voluntad y todas las facultades del hombre, es necesario que la Ley del Señor siempre les alumbre, para que no adopten servicios divinos de su propia invención y elección, y para que el viejo Adán no use su propia voluntad, sino que, contra su voluntad, sea forzado por la amonestación y la amenaza del castigo de la Ley a seguir al Espíritu y ser llevado cautivo, 1 Corintios 9:27; Romanos 6:12. 7. 12; Gálatas 5. 6; Salmo 119:1 y siguientes; Hebreos 13:21.
5] 4. En cuanto a la distinción entre las obras de la Ley y los frutos del Espíritu, creemos, enseñamos y confesamos que las obras que se realizan según la Ley siguen siendo obras de la Ley y se llaman así mientras solo se logren bajo la coerción de las amenazas y el temor del castigo de Dios.
6] 5. Sin embargo, los frutos del Espíritu son las obras que el Espíritu de Dios, que habita en los creyentes, obra a través de los regenerados y que se realizan por los creyentes en la medida en que son regenerados, como si no supieran de ningún mandamiento, amenaza o recompensa. En este sentido, los hijos de Dios viven en la Ley y siguen la Ley de Dios, a la cual San Pablo en sus epístolas llama la ley de Cristo y la ley de la mente; y, sin embargo, no están bajo la Ley, sino bajo la gracia, Romanos 7:25 y 8:7. 2.
7] 6. Así, la Ley permanece tanto para los penitentes como para los impenitentes, para los regenerados y los no regenerados, como una sola Ley, a saber, la voluntad inmutable de Dios. Y la diferencia, en cuanto a la obediencia, es solo en los hombres, ya que uno, que aún no ha sido regenerado, obedece la Ley por coerción y de mala gana (como también los regenerados según la carne hacen lo que la Ley requiere), mientras que el creyente, sin coerción y de buena voluntad, en la medida en que es regenerado, hace lo que ninguna amenaza de la Ley podría jamás forzar.
NEGATIVA.
Falsa doctrina contraria.
8] Por lo tanto, rechazamos como una doctrina dañina y contraria a la disciplina cristiana y a la verdadera piedad la enseñanza y el error que dicen que la Ley de la manera y medida mencionadas anteriormente no debe ser aplicada entre los cristianos y los verdaderos creyentes, sino solo entre los incrédulos, los no cristianos y los no arrepentidos.