La Tercera Petición
59] "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo".
60] Hasta ahora hemos orado para que el nombre de Dios sea santificado por nosotros y para que su reino prevalezca entre nosotros. Estos dos puntos abarcan todo lo que pertenece a la gloria de Dios y a nuestra salvación, en la que nos apropiamos de Dios con todos sus tesoros. Pero hay una necesidad igualmente grande de que nos aferremos firmemente a estas dos cosas y no permitamos nunca que nos arranquen de ellas.
61] En un buen gobierno no sólo se necesitan buenos constructores y gobernantes, sino también defensores, protectores y guardianes vigilantes. Así también aquí; aunque hemos orado por lo más esencial -por el Evangelio, por la fe y por el Espíritu Santo, para que nos gobierne a nosotros, que hemos sido redimidos del poder del diablo-, debemos orar también para que se haga la voluntad de Dios. Si intentamos aferrarnos a estos tesoros, deberemos sufrir una cantidad asombrosa de ataques y asaltos por parte de todos los que se aventuran a obstaculizar y frustrar el cumplimiento de las dos primeras peticiones.
62] Es increíble como el diablo se opone y obstruye su cumplimiento. No puede soportar que nadie enseñe o crea correctamente. Le duele más allá de toda medida cuando sus mentiras y abominaciones, honradas bajo los pretextos más engañosos del nombre de Dios, son reveladas y expuestas en toda su vergüenza, cuando él mismo es expulsado de los corazones de los hombres y se hace una brecha en su reino. Por eso, como un enemigo furioso, despotrica y se enfurece con todo su poder y fuerza, reuniendo a todos sus súbditos e incluso alistando al mundo y a nuestra propia carne como sus aliados.
63] Porque nuestra carne es en sí misma vil e inclinada al mal, aun cuando hayamos aceptado y creído la Palabra de Dios. También el mundo es perverso y malvado. A éstos los atiza, avivando y alimentando las llamas, con el fin de obstaculizarnos, ponernos en fuga, abatirnos y ponernos de nuevo bajo su poder.
64] Este es su único propósito, su deseo y su pensamiento. Para ello se esfuerza sin descanso día y noche, utilizando todas las artes, trucos, formas y medios que puede idear.
65] Por tanto, nosotros, que queremos ser cristianos, debemos contar ciertamente con tener por enemigos al diablo con todos sus ángeles y al mundo, y debemos contar con que nos infligirán todas las desgracias y penas posibles. Porque donde la Palabra de Dios es predicada, aceptada o creída, y da fruto, allí no estará lejos la bendita santa cruz. Que nadie piense que tendrá paz; debe sacrificar todo lo que tiene en la tierra: posesiones, honor, casa y hogar, esposa e hijos, cuerpo y vida.
66] Ahora bien, esto entristece a nuestra carne y al viejo Adán, porque significa que debemos permanecer firmes, sufrir pacientemente lo que nos suceda y dejar ir lo que nos arrebaten.
67] Por tanto, es tan necesario en este caso como en cualquier otro orar sin cesar: "Hágase tu voluntad, Padre querido, y no la del demonio ni la de nuestros enemigos, ni la de los que quieren perseguir y suprimir tu santa Palabra o impedir la venida de tu reino; y concédenos que todo lo que tengamos que sufrir por su causa, lo soportemos pacientemente y lo superemos, para que nuestra pobre carne no ceda ni decaiga por debilidad o indolencia."
68] Observa que en estas tres peticiones se han expresado muy sencillamente intereses que conciernen a Dios mismo, y sin embargo hemos orado en favor nuestro. Lo que pedimos sólo nos concierne a nosotros mismos cuando pedimos que lo que de otro modo debe hacerse sin nosotros, se haga también en nosotros. Así como el nombre de Dios debe ser santificado y su reino debe venir incluso sin nuestra oración, así también su voluntad debe ser hecha y prevalecer aunque el diablo y todas sus huestes asalten y se enfurezcan furiosamente contra ella en su intento de exterminar completamente el Evangelio. Pero, por nuestro propio bien, debemos orar para que su voluntad se cumpla entre nosotros sin obstáculos, a pesar de su furia, para que no consigan nada y permanezcamos firmes frente a toda violencia y persecución, sometiéndonos a la voluntad de Dios.
69] Tal oración debe ser ahora nuestra protección y defensa para rechazar y abatir todo lo que el diablo, los obispos, los tiranos y los herejes puedan hacer contra nuestro Evangelio. Que todos ellos se enfurezcan y hagan lo peor, que maquinen y planeen cómo suprimirnos y exterminarnos para que su voluntad y su plan prevalezcan. Uno o dos cristianos, armados con esta única petición, serán nuestro baluarte, contra el que los demás se harán pedazos.
70] Es nuestro consuelo y jactancia que la voluntad y el propósito del diablo y de todos nuestros enemigos fracasarán y deben fracasar, no importa cuán orgullosos, seguros y poderosos se crean. Porque si su voluntad no fuera quebrantada y frustrada, el reino de Dios no podría morar en la tierra ni su nombre sería santificado.