Artículo XI. Sobre la Confesión

58] Los adversarios también están de acuerdo con el undécimo artículo, donde hablamos de la absolución. Pero en cuanto a la confesión, añaden que con la confesión debe observarse lo dispuesto en el capítulo "Omnis utriusque sexus", que cada cristiano debe confesar una vez al año, y si no puede enumerar todas las pecados tan claramente, que se esfuerce en recordar todos y, tanto como pueda, que los mencione en la confesión. Del artículo completo hablaremos más adelante cuando tratemos sobre la penitencia cristiana.

Es evidente y los adversarios no pueden negar que los nuestros han predicado, escrito y enseñado sobre la absolución y las llaves de manera cristiana, correcta y pura, de tal manera que muchas conciencias afligidas y angustiadas han recibido gran consuelo, una vez que se les ha instruido claramente sobre esta necesaria parte, a saber, que es mandato de Dios, que es la correcta práctica del Evangelio, que creamos en la absolución y estemos seguros de que, sin nuestro mérito, se nos perdonan los pecados por medio de Cristo, y que también tan ciertamente, cuando creemos en la palabra de la absolución, somos reconciliados con Dios, como si escucháramos una voz del cielo.

59] Esta enseñanza, que es muy necesaria, ha sido muy consoladora para muchas conciencias afligidas. También muchas personas honestas y comprensivas, muchos corazones piadosos, al principio de esta nuestra enseñanza, elogiaron altamente al Dr. Lutero y se alegraron especialmente de que el consuelo necesario y seguro fuera nuevamente traído a la luz. Pues antes, toda la necesaria enseñanza sobre la penitencia y la absolución estaba oprimida, ya que los sofistas no enseñaban un consuelo verdadero y constante para la conciencia, sino que remitían a las personas a sus propias obras, de las cuales solo surgía la desesperación en las conciencias aterrorizadas.

60] En cuanto al tiempo específico de la confesión, es verdad y no oculto para los adversarios que en nuestras iglesias muchas personas se confiesan no solo una vez al año, sino a menudo, usan la absolución y el sacramento. Y los predicadores, cuando enseñan sobre el uso y el beneficio de los sacramentos, exhortan diligentemente al pueblo a usar a menudo el sacramento. Y también están a la vista los libros y escritos de los nuestros, que están escritos de tal manera que los adversarios, que son personas honestas y temerosas de Dios, no pueden sino elogiar.

61] Además, nuestros predicadores siempre mencionan que deben ser excluidos y excomulgados aquellos que viven en pecados públicos, como la fornicación, el adulterio, etc.; también, aquellos que desprecian los sacramentos. Esto lo hacemos conforme al Evangelio y a los antiguos cánones.

62] Pero nadie es obligado a comulgar en ciertos días o tiempos del año; pues no es posible que todas las personas estén preparadas al mismo tiempo, y si todos en una parroquia corren al altar al mismo tiempo, no pueden ser examinados e instruidos diligentemente como lo son entre nosotros. Y los antiguos cánones y padres no establecen un tiempo específico; el canon solo dice: “Si algunos se acercan a la iglesia y se encuentra que no usan el sacramento, deben ser exhortados.” Si algunos no comulgan, deben ser exhortados a la penitencia; si desean ser considerados cristianos, no deben evitarlo siempre. Pablo, en 1 Corintios 11:29, dice que aquellos que reciben el sacramento indignamente, lo reciben para su condenación. Por eso, nuestros pastores no fuerzan a recibir el sacramento a aquellos que no están preparados.

63] En cuanto a la enumeración y el recuerdo de los pecados en la confesión, nuestros predicadores instruyen a la gente de tal manera que no atan las conciencias. Aunque es bueno enseñar a los rudos e inexpertos a nombrar algunos pecados en la confesión, lo que les preocupa, para que puedan ser instruidos más fácilmente: no discutimos aquí sobre eso, sino sobre si Dios ha ordenado que todos los pecados deban ser enumerados, y si los pecados no mencionados pueden ser perdonados. Por lo tanto, los adversarios no deberían habernos citado el capítulo "Omnis utriusque sexus", que conocemos muy bien, sino haber demostrado con la Sagrada Escritura, con la Palabra de Dios, que tal enumeración de pecados está ordenada por Dios.

64] Desafortunadamente, es demasiado evidente y conocido en todas las iglesias de Europa cómo esta parte del capítulo "Omnis utriusque sexus", que ordena confesar todos los pecados, ha llevado a las conciencias a la miseria, la angustia y el enredo. Y el texto en sí no ha causado tanto daño como los libros de los sumistas, en los cuales se han recopilado las circunstancias de los pecados; pues con esto han confundido y atormentado las conciencias de manera indescriptible, especialmente a las personas de buen corazón, ya que los atrevidos e indomables no se preocupaban mucho por ello.

65] Además, dado que el texto dice que cada uno debe confesar a su propio sacerdote, ¡cuántas disputas y cuánta envidia y odio mortales ha causado entre párrocos y monjes de diversas órdenes esta cuestión sobre quién es el propio sacerdote! Pues toda hermandad y amistad se acababa cuando se trataba del poder y la paga de la confesión. Por eso sostenemos que Dios no ha ordenado nombrar y enumerar los pecados. Y también así lo sostienen Panormitanus y muchos otros eruditos. Por eso, no queremos imponer una carga a las conciencias con el capítulo "Omnis utriusque sexus", sino que decimos de él lo mismo que de otras ordenanzas humanas, es decir, que no es un servicio divino necesario para la salvación. Además, en ese capítulo se ordena algo imposible, a saber, que confesemos todos los pecados. Ahora es seguro que no podemos recordar muchos pecados, incluso los más grandes, como dice el Salmo: "¿Quién conoce sus propios errores?"

66] Donde hay pastores y predicadores sensatos y temerosos de Dios, sabrán hasta qué punto puede ser necesario y útil preguntar a los jóvenes y a otros inexpertos en la confesión. Pero esta tiranía sobre las conciencias, donde los sumistas como capataces han atormentado las conciencias sin cesar, no podemos ni queremos elogiarla; que habría sido menos onerosa si al menos también hubieran mencionado una palabra sobre la fe en Cristo, a través de la cual las conciencias son verdaderamente consoladas.

Pero de Cristo, de la fe, del perdón de los pecados, no hay una sílaba, ni una jota en tantos grandes libros de sus decretales, sus comentarios, sus sumistas, sus confesores; no se lee ni una palabra de la cual se pueda aprender de Cristo o de qué se trata Cristo. Solo tratan con estos registros, acumulando y recopilando pecados, y sería algo si al menos entendieran los pecados que Dios considera como pecados. La mayor parte de sus sumas no trata más que de tonterías y ordenanzas humanas.

67] ¡Oh, cuánta enseñanza impía y malvada ha llevado a muchos corazones y conciencias piadosas, que querían hacer lo correcto, a la desesperación, los cuales no podían encontrar descanso! Pues no sabían de otra manera, creían que debían atormentarse y angustiarse con la enumeración y el recuento de los pecados, y siempre encontraban intranquilidad, y que les era imposible. Pero no menos cosas torpes han enseñado los adversarios sobre toda la penitencia, lo cual contaremos más adelante.