Artículo XXVII (XIII). De los Votos Monásticos.

1] En la ciudad de Eisenach, en la región de Turingia, hubo hace unos treinta años un monje franciscano llamado Johannes Hilten, quien fue encarcelado por sus hermanos porque había impugnado algunos abusos públicos en la vida monástica. También hemos visto parte de sus escritos, de los cuales bien se puede notar que predicó de manera cristiana y conforme a la Sagrada Escritura; y quienes lo conocieron dicen hoy en día que fue un hombre piadoso, tranquilo y anciano, de conducta y vida completamente rectas y honorables.

2] Este mismo profetizó mucho sobre estos tiempos y predijo algunas cosas que ya han sucedido, y otras que sucederán, las cuales sin embargo no queremos relatar aquí, para que nadie piense que presentamos esto por envidia o para complacer a alguien. Finalmente, cuando cayó enfermo debido a la vejez y también porque la prisión había arruinado su salud, hizo llamar al guardián, le indicó su debilidad, y como el guardián, por amargura y envidia farisaica, lo atacó con palabras duras porque tal predicación no sería útil en la cocina, dejó de quejarse de la debilidad de su cuerpo, suspiró profundamente y dijo con gestos serios que soportaría y sufriría gustosamente tal injusticia por amor a Cristo, aunque no había escrito ni enseñado nada que fuera perjudicial para el estado monástico, sino que solo había atacado los abusos groseros.

3] Por último, dijo: “Vendrá otro hombre, cuando se escriba 1516, que os exterminará a vosotros, monjes, y permanecerá bien ante vosotros, a quien no podréis resistir.” Esa misma palabra, sobre cómo la vida monástica caería en decadencia, y ese mismo año, se encontraron después en otros libros suyos y especialmente en los Comentarios sobre Daniel.

4] Qué pensar, sin embargo, de las palabras de este hombre, lo dejamos al juicio de cada uno. Pero hay otras señales de que la esencia de los monjes no puede durar mucho. Está a la vista que la vida monástica no es nada más que una hipocresía y engaño descarados, llena de avaricia y soberbia, y cuanto más ignorantes y burros son los monjes, más obstinados, feroces y amargos, más víboras venenosas son para perseguir la verdad y la Palabra de Dios. Así, sus predicaciones y escritos son pura cosa infantil, incongruente y necia, y su esencia está dirigida a llenar el vientre y su avaricia.

5] Inicialmente, los monasterios no fueron tales cárceles o prisiones eternas, sino escuelas donde se educaba a la juventud y a otros en la Sagrada Escritura. Ahora, tal oro noble se ha convertido en lodo y el vino se ha convertido en agua. Casi en las verdaderas y más grandes colegiatas y monasterios hay puros monjes perezosos, inútiles y ociosos, que bajo la apariencia de santidad viven de las limosnas comunes en todo esplendor y voluptuosidad.

6] Pero Cristo dice que la sal insípida no sirve para nada, sino para ser arrojada y pisoteada (Mateo 5:13). Por lo tanto, puesto que los monjes llevan una vida tan impía, se cantan a sí mismos con sus actos su propio réquiem, y pronto se acabará con ellos.

7] Además, hay otra señal de que los monjes perecerán: que son la causa, los fundadores y los instigadores de que muchas personas eruditas y rectas sean asesinadas y ejecutadas inocentemente. La sangre de Abel clama contra ellos, y Dios la vengará.

8] No hablamos de todos; puede haber algunos en los monasterios que conocen el santo Evangelio de Cristo y no ponen ninguna santidad en sus tradiciones, que tampoco se han hecho culpables de la sangre que los hipócritas entre ellos derraman.

9] Pero hablamos aquí de la doctrina que los maestros de la Confutación alaban y defienden. No disputamos si se deben guardar los votos a Dios; pues también sostenemos que se está obligado a guardar los votos correctos; sino que hablamos de si por medio de los votos y tal vida monástica se obtiene el perdón de los pecados ante Dios; si son satisfacciones por el pecado; si son iguales al Bautismo; si son la perfección por la cual se guardan los praecepta y consilia, es decir, no solo los mandamientos, sino también los consejos; si son perfección evangélica; si los monjes tienen merita supererogationis, es decir, tanto mérito sobrante y obras santas que ni siquiera necesitan todos ellos; si sus méritos, cuando los comunican a otros, salvan a estos; si los votos monásticos son cristianos, hechos así con esa intención; ítem, si los votos monásticos, que son forzados a personas renuentes y a aquellos que, por juventud, aún no entendieron lo que hacían, a quienes los padres o amigos empujaron a los monasterios por causa del vientre, solo para ahorrar su herencia paterna, son cristianos y divinos; si los votos monásticos son cristianos, los cuales ciertamente dan causa a pecados, a saber, que las personas religiosas deben alabar y aceptar el horrible abuso de la Misa, la invocación y adoración de los santos, y deben hacerse partícipes de la sangre inocente que se ha derramado hasta ahora; ítem, si esos votos, que sin embargo no se guardan por debilidad, son votos correctos y cristianos.

10] Sobre estas cuestiones es nuestra disputa y discusión. Y aunque en nuestra Confesión también hemos hablado de muchos votos ineptos, que los propios Cánones de los Papas rechazan, sin embargo, los adversarios quieren que todo lo que hemos presentado sea rechazado. Pues así dicen con palabras claras, que todo lo que hemos presentado debe ser rechazado. Es necesario, sin embargo, indicar finamente aquí cómo impugnan nuestros fundamentos y qué presentan para mantener su causa. Por lo tanto, refutaremos brevemente lo que presentan los adversarios. Y puesto que este asunto ha sido tratado diligente y abundantemente en el libro del Doctor Martín [Lutero] Sobre los Votos Monásticos, consideraremos aquí ese libro como renovado y repetido.

11] En primer lugar, es cierto que tales votos no son divinos ni cristianos si hago mi voto monástico pensando obtener con ello el perdón de los pecados ante Dios o satisfacer por los pecados. Pues eso es un error que es públicamente contrario al Evangelio, y es una blasfemia contra Cristo. Porque el Evangelio enseña que obtenemos el perdón de los pecados sin mérito por medio de Cristo, como hemos dicho abundantemente arriba. Por eso hemos introducido correctamente el dicho de San Pablo a los Gálatas 5:4: “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.” Pues los que buscan el perdón de los pecados no por la fe en Cristo, sino por los votos monásticos y la vida monástica, roban a Cristo su honor y lo crucifican de nuevo. ¡Pero oíd, queridos, oíd cómo los maestros de la Confutación querrían buscar aquí gustosamente un subterfugio, diciendo:

12] Pablo debe entenderse solo de la ley de Moisés, pero los monjes hacen y observan todo por causa de Cristo y se esfuerzan por vivir lo más cercanamente posible conforme al Evangelio, para merecer la vida eterna; y añaden una palabra terrible: “Por eso”, dicen ellos, “es anticristiano y herético lo que se presenta contra la vida monástica.”

13] ¡Oh, Señor Jesucristo, cuánto tiempo quieres sufrir y tolerar tal ignominia pública de tu santo Evangelio, donde nuestros enemigos blasfeman tu Palabra y verdad? Hemos dicho en nuestra Confesión que se debe obtener el perdón de los pecados sin mérito por la fe en Cristo. Si esto no es el Evangelio puro y limpio, como lo predicaron los apóstoles, si esto no es la voz del Evangelio del Padre eterno, la cual Tú, Señor, que te sientas en el seno del Padre, revelaste al mundo, entonces seremos castigados con razón. Pero, tu muerte áspera y amarga en la cruz, tu Espíritu Santo, a quien distribuiste abundantemente, toda tu santa Iglesia cristiana dan testimonio fuerte, poderoso y cierto, el cual es tan brillante y manifiesto como el sol, de que esta es la suma, el núcleo del Evangelio: que obtenemos el perdón de los pecados no por causa de nuestro mérito, sino por la fe en Cristo.

14] Si Pablo se atreve a decir que por la santa y divina ley de Moisés y sus obras no merecemos el perdón de los pecados, quiere que mucho menos lo hagamos por tradiciones humanas, y eso lo muestra con suficiente claridad a los Colosenses. Pues si las obras de la ley de Moisés, que fue revelada por Dios, no merecen el perdón de los pecados, cuánto menos lo harán las obras necias, la vida monástica, los rosarios y cosas similares, que tampoco son necesarias ni útiles para la vida secular, mucho menos dan a el alma la vida eterna.

15] Los adversarios inventan ellos mismos un sueño: que Cristo abolió la ley de Moisés y vino así después de Moisés y trajo una ley nueva y buena, por medio de la cual se debe obtener el perdón de los pecados.

16] Por este pensamiento fanático y necio suprimen a Cristo y su beneficio. Después inventan además que, entre aquellos que guardan las nuevas leyes de Cristo, los monjes viven y andan más cercanamente semejantes a Cristo y los apóstoles por su obediencia, pobreza y castidad, ¡cuando sin embargo toda la vida monástica es pura hipocresía descarada y vergonzosa! Hablan de pobreza, ¡cuando sin embargo por gran abundancia nunca han podido experimentar cómo se siente un verdadero pobre! Alaban su obediencia, ¡cuando ningún pueblo en la tierra es más libre que los monjes, que se han excluido magistralmente de la obediencia a obispos y príncipes! De su santa, grande y peligrosa castidad no puedo hablar; dejaré que lo diga Gerson, quien tampoco dice mucha pureza y santidad ni siquiera de aquellos que se esforzaron seriamente por vivir castamente; aunque la mayor parte es hipocresía y entre mil no hay uno que piense seriamente en vivir puro y casto, para que callemos los pensamientos interiores de los corazones.

17] ¿Debe ser esta la gran santidad? ¿Se llama a esto vivir conforme a Cristo y al Evangelio? Cristo no vino así después de Moisés para traer nuevas leyes, para perdonar los pecados por causa de nuestras obras, sino que pone su mérito, sus propias obras, contra la ira de Dios por nosotros, para que obtengamos gracia sin mérito. Pero quien sin la reconciliación de Cristo pone sus propias obras contra la ira de Dios y quiere obtener el perdón de los pecados por causa de su propio mérito, ya traiga las obras de la ley de Moisés, de los diez mandamientos, de las reglas de Benedicto, Agustín u otras reglas, desecha así la promesa de Cristo, se aparta de Cristo y de su gracia.

18] Aquí, sin embargo, que la Majestad Imperial, todos los Príncipes y Estados del Imperio noten cuán sumamente descarados son los adversarios, que se atreven a decir desafiantemente que todo lo que hemos presentado contra la vida monástica es impío, ¡cuando sin embargo hemos citado dichos completamente ciertos y claros de Pablo, y ciertamente nada es más claro y cierto en toda la Biblia que obtenemos el perdón de los pecados solo por la fe en Cristo!

19] Y esta verdad cierta y divina se atreven los maestros de la Confutación, los malvados desesperados y bribones impíos, a llamar doctrina impía. No tenemos, sin embargo, ninguna duda de que, si la Majestad Imperial y los Príncipes son advertidos de ello, harán eliminar y arrancar tal blasfemia pública de la Confutación.

20] Puesto que, sin embargo, hemos indicado abundantemente arriba que es un error que debamos obtener el perdón de los pecados por causa de nuestro mérito, hablaremos aquí más brevemente. Pues todo lector sensato puede deducir fácilmente que por las miserables obras monásticas no podemos ser redimidos de la muerte y del poder del diablo ni merecer el perdón de los pecados. Por eso tampoco es tolerable de ninguna manera la palabra blasfema y horrible que escribe Tomás [de Aquino]: que entrar en el monasterio sea un nuevo Bautismo o igual al Bautismo. Pues es una furia y error diabólicos que se compare una tradición y mandato humano impío, que no tiene ni mandato ni promesa de Dios, al santo Bautismo, que tiene una fina promesa de Dios.

21] En segundo lugar, estas partes: pobreza voluntaria, obediencia, castidad, si por lo demás no es impura, son puras adiaphora y ejercicio corporal, en lo cual no hay que buscar ni pecado ni justicia. Por eso los santos las usaron de manera muy diferente, como San Bernardo, Francisco y otros, que los monjes actuales. Pues ellos usaron tales cosas para ejercicio del cuerpo, para poder dedicarse más fácilmente a la enseñanza, la predicación y cosas similares, no para que tales obras fueran cultos divinos que justificaran ante Dios o merecieran la vida eterna, sino que Pablo describe correctamente esas obras cuando dice: “el ejercicio corporal para poco es provechoso.” (1 Timoteo 4:8).

22] Y es posible que en algunos monasterios todavía haya algunas personas piadosas que leen y estudian, que usan tales reglas y estatutos sin hipocresía y con este informe: que no consideran su vida monástica como santidad.

23] Pero sostener que esas obras son un culto divino por el cual nos volvemos justos ante Dios y merecemos la vida eterna, eso es directamente contrario al Evangelio y contrario a Cristo. Pues el Evangelio enseña que somos justificados por la fe en Cristo y obtenemos la vida eterna. Así también es directamente contrario a la palabra de Cristo: “En vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.” (Mateo 15:9). Así es contrario a este dicho de Pablo: “todo lo que no proviene de fe, es pecado.” (Romanos 14:23). ¿Cómo pueden decir entonces que son cultos divinos que agradan a Dios y le son agradables, si no tienen Palabra ni mandato de Dios?

24] Aquí, sin embargo, hay que notar primero cuán completamente descarados hipócritas y bribones son. Se atreven a decir que sus votos y órdenes monásticos no solo son cultos divinos que justifican y hacen justos ante Dios, sino que añaden además esto: que son estados de perfección, es decir, estados más santos y elevados que otros, como el estado matrimonial, el estado de gobernante; y así, en tal hipocresía monástica y esencia farisaica suya están comprendidos innumerables otros errores horrendos y heréticos. Pues se alaban a sí mismos como las personas más santas, que guardan no solo los mandamientos o praecepta, sino también los consilia, es decir, los altos consejos, lo que la Escritura da no como un mandato, sino como un consejo sobre altos dones. Después, como inventan ellos mismos que son tan ricos en mérito y santidad que todavía les sobra, sin embargo, los santos piadosos son tan generosos que ofrecen sus merita supererogationis, sus méritos sobrantes, a otros y los ceden por un centavo igual, por dinero.

25] Todo esto es pura santidad burda, horrenda, mentirosa, apestosa y pura hipocresía y simulación farisaicas. Pues puesto que el primer mandamiento de Dios: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma” etc. (Deuteronomio 6:5; Mateo 22:37), es más elevado de lo que un hombre en la tierra puede comprender, puesto que es la teología más elevada, de la cual todos los profetas, todos los apóstoles extrajeron su mejor y más elevada doctrina como de la fuente, sí, puesto que es un mandamiento tan elevado según el cual solo debe regularse y dirigirse todo culto divino, todo honor a Dios, todo sacrificio, toda acción de gracias en el cielo y en la tierra, de modo que todos los cultos divinos, por elevados, preciosos y santos que parezcan, si están fuera de ese mandamiento, son puras cáscaras y vainas sin núcleo, sí, pura suciedad y abominación ante Dios, cuyo elevado mandamiento ningún santo ha cumplido tan perfectamente que incluso Noé y Abraham, David, Pedro y Pablo deban confesarse ahí imperfectos, pecadores y permanecer por debajo: es entonces un orgullo farisaico inaudito, sí, verdaderamente diabólico, que un monje franciscano errante o un hipócrita impío similar diga, sí, predique y enseñe, que ha guardado y cumplido tan perfectamente el santo y elevado mandamiento y ha hecho tantas buenas obras según la exigencia y la voluntad de Dios, que todavía le sobran méritos. ¡Sí, queridos hipócritas, si los santos diez mandamientos y el elevado primer mandamiento de Dios se dejaran cumplir así como se dejan meter los panes y las Parteken (¿=pedazos?) en el saco! Son hipócritas descarados con los que el mundo está plagado en estos últimos tiempos. El profeta David dice: “Todo hombre es mentiroso” (Salmo 116:11), es decir, ningún hombre en la tierra, ni siquiera los santos, estima o teme a Dios tan alta y grandemente como deberían, ningún hombre en la tierra cree y confía en Dios tan completamente como debería, etc. Por lo tanto, son mentiras y sueños hipócritas e inventados que los monjes alaben que viven según la perfección del Evangelio y de los mandamientos de Dios, o hacen más de lo que están obligados, que les quedan buenas obras y algunos quintales de santidad sobrante y superflua en reserva.

26] También es falso y mentiroso que la vida monástica sea un cumplimiento de los consilia o consejos en el Evangelio. Pues el Evangelio no ha aconsejado en ninguna parte tal diferencia de vestidos, de alimentos, o succionar los bienes de la gente por medio de tal bastón de mendigo; pues son puras tradiciones humanas, de las cuales dice Pablo: “la comida no nos hace más aceptos a Dios” etc. (1 Corintios 8:8). Por lo tanto, tampoco son cultos divinos que justifiquen ante Dios, tampoco son una perfección evangélica, sino que cuando se enseñan, predican y pregonan con los títulos magníficos, son, como las llama Pablo, verdaderas doctrinas de demonios.

27] La virginidad la alaba Pablo, y como un buen consejo la predica a aquellos que tienen ese don, como he dicho arriba. Por consiguiente, es un error vergonzoso e infernal enseñar y sostener que la perfección evangélica consiste en tradiciones humanas. Pues de esa manera también podrían alabarse los mahometanos y turcos (pues también tienen ermitaños y monjes, como existen historias creíbles) de que observan la perfección evangélica. Tampoco la perfección evangélica consiste en las cosas que son adiaphora, sino que, puesto que este es el reino de Dios: que interiormente el Espíritu Santo ilumine, purifique, fortalezca nuestros corazones, y que obre una nueva luz y vida en los corazones, la verdadera perfección evangélica y cristiana es que crezcamos diariamente en la fe, en el temor de Dios, en la diligencia fiel de la vocación y el oficio que se nos ha encomendado, como también Pablo describe la perfección, diciendo en 2 Corintios 3:18: “somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” No dice: Pasamos de una orden a otra, vestimos ahora esta, luego aquella capucha, ahora este cinto, luego aquella cuerda, etc. Es lamentable que en la Iglesia cristiana haya proliferado tal doctrina farisaica, sí, turca y mahometana, que enseñan que la perfección evangélica y el reino de Cristo, por el cual comienzan aquí los bienes eternos y la vida eterna, consisten en capuchas, en vestidos, en alimentos y obras infantiles similares.

28] Oíd aquí, sin embargo, además a los excelentes maestros, cómo han puesto en su Confutación una blasfemia pública y palabra horrible tal. Se atreven a decir descaradamente: “está escrito en la Sagrada Escritura que la vida monástica y las santas órdenes merecen la vida eterna, y Cristo ha prometido eso mismo especialmente a los monjes de manera sobreabundante, quienes así abandonan casa, patio, hermanos, hermanas”.

29] Estas son las claras palabras de los adversarios. Pero, ¿no es esto una mentira completamente descarada y horrible, que esté escrito en la Sagrada Escritura que por la vida monástica se puede merecer la vida eterna? ¿Cómo sois tan audaces? ¿Dónde habla la Escritura de la vida monástica? Así tratan estos adversarios este asunto grande y excelente; así introducen la Escritura. Todo el mundo sabe, las historias están a la vista, que las órdenes y la vida monástica son una cosa completamente nueva; sin embargo, se atreven a alabar que la Sagrada Escritura habla de su vida monástica.

30] Además de esto, blasfeman e injurian a Cristo al decir que por la vida monástica se puede merecer la vida eterna. Dios no da a su propia ley el honor de que por las obras de la ley se deba merecer la vida eterna, como dice claramente en Ezequiel 20:25: “Por eso yo también les di estatutos que no eran buenos, y decretos por los cuales no podrían vivir.”

31] Pues, en primer lugar, es cierto que por la vida monástica nadie puede merecer la vida eterna,

32] sino que por el mérito de Cristo, por pura misericordia, se da la vida eterna a aquellos que por la fe obtienen el perdón de los pecados y sostienen eso contra el juicio de Dios, no su pobre mérito. Como también San Bernardo dijo una buena palabra: “que no podemos tener el perdón de los pecados sino solo por la gracia y bondad de Dios”; ítem, “que no podemos tener absolutamente nada de buenas obras si Él no lo da”; ítem, “que no podemos merecer la vida eterna con obras, sino que también se nos da por gracia”. Y cosas similares dice San Bernardo mucho en el mismo sentido, como hemos relatado arriba. Y al final San Bernardo añade todavía: “Por lo tanto, que nadie se engañe ni seduzca a sí mismo en esto; pues si lo considera correctamente él mismo, encontrará ciertamente que con diez mil no puede salir al encuentro (a saber, a Dios), quien con veinte mil se abalanza sobre él.” (cf. Lucas 14:31).

33] Puesto que ahora tampoco merecemos el perdón de los pecados o la vida eterna por las obras de la ley divina, sino que debemos buscar la misericordia que es prometida en Cristo, mucho menos lo merecemos por la vida monástica, que son puras tradiciones humanas, y mucho menos se debe dar el honor a las tradiciones mendicantes.

34] Aquellos que enseñan que por la vida monástica podemos merecer el perdón de los pecados, y ponen así la confianza que solo corresponde a Cristo en las miserables tradiciones, pisotean simplemente el santo Evangelio y la promesa de Cristo; y en lugar del Salvador Cristo honran sus raídas capuchas, sus necias obras monásticas. Y como a ellos mismos todavía les falta la gracia, actúan como personas impías y sin salvación, inventando además sus merita supererogationis y vendiendo a otras personas la parte sobrante en el cielo.

35] Hablamos aquí más brevemente de este asunto; pues de lo que se dijo arriba sobre la penitencia, de justificatione, sobre tradiciones humanas, etc., se puede notar suficientemente que los votos monásticos no son un tesoro por el cual somos redimidos y obtenemos la vida eterna, etc. Y puesto que Cristo llama a esas tradiciones cultos vanos, no son de ninguna manera una perfección evangélica.

36] Sin embargo, algunos monjes razonables han tenido reparo en alabar tan altamente su vida monástica como para llamarla perfección cristiana. Han moderado esta alta alabanza, han dicho que no es perfección cristiana, sino que es un estado que debe servir para buscar la perfección cristiana. De tal moderación también menciona Gerson y rechaza la palabra anticristiana de que la vida monástica sea perfección cristiana.

37] Si ahora la vida monástica es solo un estado para buscar la perfección, entonces no es más un estado de perfección que la vida de los campesinos y agricultores, de los sastres y panaderos, etc. Pues todos esos son también estados para buscar la perfección cristiana. Porque todos los hombres, sea cual sea el estado en que estén, cada uno según su vocación, deben esforzarse por la perfección mientras dure esta vida y crecer siempre en el temor de Dios, en la fe, en el amor al prójimo y dones espirituales similares.

38] Se lee en las vitis patrum (vidas de los padres) sobre San Antonio y algunos otros grandes santos ermitaños, quienes por experiencia llegaron finalmente a darse cuenta de que sus obras no los hacían más justos ante Dios que las obras de otros estados. Pues San Antonio rogó una vez a Dios que le mostrara cuán lejos había llegado en la vida de la perfección. Se le indicó entonces un zapatero en Alejandría y se le dijo que era igual en santidad a ese artesano. Pronto, al día siguiente, Antonio se puso en camino, fue a Alejandría, habló con ese zapatero y preguntó con diligencia qué tipo de vida y conducta santa llevaba. El zapatero le respondió: No hago nada especial; pues por la mañana hago mi oración por toda la ciudad y después trabajo en mi oficio, cuido de mi casa, etc. Entonces Antonio entendió pronto lo que Dios había querido decir con la revelación. Pues uno no es justificado ante Dios por esta o aquella vida, sino solo por la fe en Cristo.

39] Los adversarios, sin embargo, aunque ahora también se avergüenzan de llamar perfección a la vida monástica, sin embargo, en el fondo la consideran así. Pues venden sus obras y méritos y pretenden que guardan no solo los mandamientos, sino los consilia y consejos, y creen que todavía les sobran méritos. ¿No significa esto alabar con la acción la perfección y la santidad, aunque con palabras moderen un poco la cosa? También está claramente establecido en la Confutación que los monjes viven más cerca y exactamente según el Evangelio que otros seglares. Si ahora su opinión es que por medio de ello se vive más cerca del Evangelio, si no se tiene nada propio, se vive fuera del matrimonio, se lleva un vestido o capucha particular, se ayuna así, se ora así: entonces su opinión es ciertamente que su vida monástica es perfección cristiana, puesto que debe estar más cerca del Evangelio que la vida común.

40] Ítem, en la Confutación está escrito que los monjes obtienen la vida eterna más abundantemente que otros, y citan la Escritura: “Cualquiera que haya dejado casas, o hermanos…” etc. (Mateo 19:29). Ahí también alaban una perfección que debe estar en la vida monástica. Pero el dicho no habla nada de la vida monástica. Pues Cristo no quiere ahí que dejar padre, madre, esposa, hijos, casa y patio sea una obra tal por la cual se merezca el perdón de los pecados y la vida eterna, sino que abandonar así a padre y madre no agrada a Dios en absoluto y está maldito hasta el infierno. Pues si alguien abandona por ello a padres, casa, patio, para merecer con ello el perdón de los pecados y la vida eterna, blasfema contra Cristo.

41] Pero hay dos tipos de abandono. Uno ocurre por vocación y mandato de Dios. El abandono que ocurre sin vocación y mandato de Dios no le agrada en absoluto al Señor Cristo. Pues las obras que elegimos nosotros mismos, el Señor Cristo las llama cultos inútiles y vanos. Se ve, sin embargo, aún más claramente que Cristo no se refiere a tal huida de esposa e hijos; dice: “Cualquiera que haya dejado esposa, hijos, casa, patio” etc. Ahora sabemos que Dios ha mandado no abandonar a esposa e hijos. Pero es un abandono diferente cuando por mandato de Dios abandonamos a padres, esposa, hijos, etc., y cuando lo emprendemos nosotros mismos. Pues si los tiranos quisieran forzarme a negar el Evangelio, o desterrarme, ahí tenemos el mandato de Dios de que debemos sufrir antes la injusticia, no solo ser expulsados de esposa e hijos, casa y patio, sino también que nos quiten nuestro cuerpo y vida. De ese abandono habla Cristo, por eso añade también: “por causa del evangelio” (Marcos 10:29), e indica suficientemente que habla de aquellos que sufren por causa del Evangelio, no de los que abandonan esposa e hijos por iniciativa propia.

42] Pues también estamos obligados a dejar nuestra propia vida por causa del Evangelio. Sería entonces necio y completamente contradictorio entenderlo como si debiera matarme a mí mismo sin mandato de Dios. Así también es necio considerarlo santidad y culto divino que yo abandonara por iniciativa propia a esposa e hijos sin mandato de Dios.

43] Por consiguiente, el dicho de Cristo se interpreta mal aplicándolo a la vida monástica. Podría, sin embargo, concordar con los monjes que reciben el céntuplo en esta vida. Pues muchos se hacen monjes por causa del vientre, y para tener ociosidad y cocinas opulentas, donde como mendigos sin embargo llegan a monasterios ricos.

44] Puesto que ahora toda la vida monástica está llena de hipocresía y engaño, así también citan falsamente la Escritura, cometiendo así dos pecados terribles: primero, que engañan al mundo con idolatría; segundo, que citan falsamente el nombre y la Palabra de Dios para adornar su idolatría.

45] También se cita un dicho: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres… y sígueme.” (Mateo 19:21). Este dicho ha dado que hacer a muchos, que han querido imaginar que esa es la santidad y perfección supremas: no tener nada propio, no tener casa, patio, bienes.

46] Pueden, sin embargo, los cínicos, como Diógenes, que no quiso tener casa, sino que yacía en un tonel, alabar tal santidad pagana; la santidad cristiana reside en cosas mucho más elevadas que en tal hipocresía. Pues tener bienes, casa y patio son ordenanzas de los regímenes seculares, que están confirmadas por Dios, como en el séptimo mandamiento: “No hurtarás” etc. (Éxodo 20:15). Por lo tanto, abandonar bienes, casa y patio no es mandado ni aconsejado en la Escritura. Pues la pobreza evangélica y cristiana no consiste en que abandone los bienes, sino en que no confíe en ellos, así como David sin embargo fue pobre en medio de un gran poder y reino.

47] Por lo tanto, puesto que tal abandono de los bienes no es nada más que una tradición humana, es un culto divino inútil. Y la Extravagante del Papa también alaba y elogia demasiado tal pobreza monástica e hipócrita, diciendo que no tener nada propio por causa de Dios es una cosa meritoria y santa y un camino de perfección. Cuando las personas inexpertas oyen tal alabanza, caen en la idea de que es anticristiano poseer bienes; de lo cual se siguen entonces muchos errores y tumultos. Por tal alabanza fue engañado Müntzer, y por ella son seducidos muchos anabaptistas.

48] Pero dicen: Cristo mismo la llamó perfección. A eso digo no; pues hacen violencia al texto al no citarlo completo. La perfección consiste en esta parte donde Cristo dice: “¡Sígueme!”

49] Y en eso consiste la perfección de todo cristiano: que siga a Cristo, cada uno según su vocación; y sin embargo las vocaciones son desiguales; uno es llamado a ser gobernante, otro a ser padre de familia, el tercero a ser predicador. Por lo tanto, aunque aquel joven fue llamado a venderlo todo, su vocación no concierne a otros, como la vocación de David de convertirse en rey no concierne a todos; la vocación de Abraham de sacrificar a su hijo no concierne a otros. Así son desiguales las vocaciones;

50] pero la obediencia debe ser igual, y en eso consiste la perfección: si soy obediente en mi vocación, no si asumo una vocación ajena, de la cual no tengo mandato o precepto de Dios.

51] En tercer lugar, uno de los votos monásticos sustanciales es la castidad. Ahora bien, hemos dicho arriba sobre el matrimonio de los sacerdotes que por ninguna ley o voto monástico se puede cambiar el derecho natural o divino; y puesto que no todas las personas tienen el don de la castidad, tampoco la guardan, ¡que Dios se apiade! Tampoco pueden los votos monásticos ni las leyes cambiar el mandato del Espíritu Santo, donde Pablo dice: “a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer.” (1 Corintios 7:2). Por lo tanto, los votos monásticos no son cristianos en aquellos que no tienen el don de la castidad, sino que caen y lo empeoran por debilidad.

52] Sobre este artículo hemos dicho arriba, y es verdaderamente maravilloso que los adversarios, viendo ante sus ojos tantos innumerables peligros de las conciencias y escándalos, sin embargo, como personas necias y furiosas, insistan en tales tradiciones humanas contra el mandato público de Dios y no vean que el Señor Cristo castiga tan seriamente a los fariseos que enseñaban tradiciones contra el mandato de Dios.

53] En cuarto lugar, a todos debería disuadir de la vida monástica el horrible y terrible abuso de las Misas, que se celebran por los vivos y por los muertos; ítem, la invocación de los santos, todo lo cual está dirigido a la avaricia, a pura abominación diabólica. Pues en la invocación de los santos hay doble abominación: una, que el culto a los santos está dirigido a la avaricia; la otra, que los santos son puestos en lugar de Cristo, y que son adorados idolátricamente y considerados mediadores ante Dios, como solo los monjes predicadores (por no hablar de innumerables sueños locos de los otros monjes) han establecido con la cofradía del rosario una verdadera idolatría descarada, de la cual ahora se burlan tanto enemigos como amigos.

54] Ítem, el Evangelio, que predica el perdón de los pecados por causa de Cristo, sobre el verdadero arrepentimiento, sobre las verdaderas buenas obras que Dios ha mandado, no lo oyen, tampoco lo enseñan, sino que enseñan en sus predicaciones fábulas sobre santos y obras inventadas por ellos mismos, por las cuales Cristo es suprimido. Todo esto lo han podido tolerar los obispos.

55] Queremos omitir aquí las innumerables ceremonias infantiles y cultos necios con lecciones, con cantos y cosas similares, algunas de las cuales podrían tolerarse si tuvieran medida y se usaran para buen ejercicio, como se usan las lecciones en la escuela y la predicación para que los oyentes mejoren con ellas. Pero ahora inventan ellos mismos que tales diversas ceremonias deben ser cultos divinos para merecer con ellas el perdón de los pecados para sí mismos y para otros; por eso también hacen sin cesar nuevas ceremonias. Pues si dirigieran tales servicios eclesiásticos y ceremonias a que la juventud y el hombre común pudieran ser ejercitados en la Palabra de Dios, entonces lecciones breves y diligentes serían mucho más útiles que su griterío en el coro, que no tiene ni medida ni fin.

56] Así, toda la vida monástica está completamente llena de idolatría y llena de errores hipócritas contra el primer y segundo mandamiento, contra Cristo. Además, está el peligro de que aquellos que están así en colegiatas o monasterios deben ayudar a sabiendas a perseguir la verdad. Por consiguiente, hay muchas grandes causas por las cuales las personas piadosas y rectas pueden huir o también abandonar la vida monástica.

57] Además, los propios Cánones absuelven a aquellos que son persuadidos con buenas palabras antes de llegar a su edad correcta, o a aquellos a quienes los amigos han empujado a un monasterio contra su voluntad. De todo esto parece que hay muchas causas que indican que los votos monásticos, que se han hecho hasta ahora, no son votos correctos, cristianos y vinculantes. Por lo tanto, se puede abandonar la vida monástica con buena conciencia, puesto que está llena de hipocresía y toda clase de abominaciones.

58] Aquí nos reprochan los adversarios a los Nazareos [Nazireos] en la ley de Moisés. Pero ellos no hicieron sus votos con la intención de obtener con ello el perdón de los pecados, como hemos lamentado arriba sobre los votos monásticos. La orden de los Nazareos era un ejercicio corporal con ayuno, con cierto alimento, por medio del cual confesaban su fe, no para obtener con ello el perdón de los pecados o ser redimidos por ello de la muerte eterna; pues eso lo buscaban en otra parte, a saber, en la promesa acerca de la simiente bendita. Ítem, así como la circuncisión en la ley de Moisés o el sacrificio de animales no deben ahora establecerse como un culto divino, así tampoco debe establecerse o citarse el ayuno o la ceremonia de los Nazareos como un culto divino, sino que debe considerarse como una cosa intermedia y ejercicio corporal. Por consiguiente, no pueden ni deben comparar su estado monástico, que ha sido inventado sin la Palabra de Dios como un culto divino por el cual Dios sea reconciliado, con el estado de los Nazareos, que Dios había mandado, y no fue ideado para que los Nazareos obtuvieran con ello un Dios misericordioso, sino para que fuera una disciplina externa y ejercicio del cuerpo como otras ceremonias en la ley de Moisés. Ítem, lo mismo debe responderse también sobre otros diversos votos que se establecen en la ley de Moisés.

59] También citan los adversarios el ejemplo de los Recabitas, que no tenían bienes, tampoco bebían vino, como dice Jeremías en el capítulo 35:6 ss. ¡Sí, ciertamente, el ejemplo de los Recabitas concuerda bien con nuestros monjes, cuyos monasterios están construidos más espléndidamente que los palacios de los reyes, que viven en toda abundancia! También los Recabitas, a pesar de su pobreza, eran sin embargo esposos; nuestros monjes, aunque tienen todo esplendor, todo, pretenden castidad en su hipocresía.

60] Ahora bien, los sensatos y eruditos saben bien que todos los ejemplos deben interpretarse o introducirse según la regla, es decir, según la clara Escritura, y no contra la regla o la Escritura. Por lo tanto, puesto que los Recabitas son alabados en la Escritura,

61] es cierto que observaron su modo de vida y ceremonia no para merecer con ello el perdón de los pecados o la vida eterna, o para que sus obras en sí mismas pudieran reconciliarlos ante Dios, sino que, como hijos piadosos y temerosos de Dios, creyeron en la simiente bendita, en el futuro Cristo, y puesto que tuvieron mandato y precepto de sus padres, se alaba en la Escritura su obediencia, de la cual habla el cuarto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre.” (Éxodo 20:12).

62] Ítem, el modo de vida de los Recabitas tiene todavía otra causa. Habían estado entre los paganos, ahí su padre quiso distinguirlos de los paganos con algunas señales, para que no cayeran de nuevo en la conducta impía y la idolatría. Por eso su padre quiso recordarles por medio de ello el temor de Dios, la fe, la resurrección de los muertos;

63] y esa es una buena causa. Pero la vida monástica tiene muchas otras causas. Inventan que la vida monástica es un culto divino por el cual se merece el perdón de los pecados y se reconcilia a Dios. Por lo tanto, no hay comparación alguna con el ejemplo de los Recabitas; para que omita otros innumerables males y escándalos que además existen en la vida monástica.

64] También presentan de la primera Epístola a Timoteo 5:11 ss. acerca de las viudas que servían a las iglesias y eran sostenidas por el bien común de la iglesia, donde Pablo dice: “Pero viudas más jóvenes no admitas; porque cuando, impulsadas por sus deseos, se rebelan contra Cristo, quieren casarse, incurriendo así en condenación, por haber quebrantado su primera fe.”

65] Quiero suponer que el Apóstol hable ahí de los votos (como sin embargo no es), sin embargo, el dicho no contribuye en nada a que los votos monásticos sean cristianos. Pues los votos monásticos se hacen para que sean un culto divino por el cual se merezca el perdón de los pecados. Pero Pablo rechaza todas las leyes, todas las obras, todos los cultos divinos que se observan y aceptan así para merecer con ello el perdón de los pecados y la vida eterna, lo cual obtenemos solo por medio de Cristo. Por lo tanto, es cierto que, aunque las viudas hubieran hecho algunos votos, fueron sin embargo desiguales a los votos monásticos actuales.

66] Además, si los adversarios quieren aplicar y extender el dicho de Pablo a los votos monásticos, tendrían que aceptar también que Pablo prohíbe que “ninguna [viuda] sea admitida si tiene menos de sesenta años”.

67] Así pues, todos los votos monásticos que se hicieron antes de esa edad por personas más jóvenes serían inválidos y nulos. Pero la Iglesia no sabía nada de los votos monásticos en aquel tiempo. Tampoco Pablo rechaza a las viudas porque se casen (pues manda a las jóvenes casarse), sino porque se dejaban alimentar por el fondo común de la iglesia, abusaban de él para su placer y capricho y así quebrantaban la primera fe. A eso llama abandonar la primera fe, no de los votos monásticos, sino de su Bautismo, de su deber cristiano, de su cristianismo. Y así habla también de la fe en el mismo capítulo: “si alguno no provee para los suyos… ha negado la fe.” (1 Timoteo 5:8).

68] Pues habla de la fe de manera diferente que los sofistas. Por eso dice que niegan la fe aquellos que no proveen para los suyos. Así dice también de las mujeres curiosas que abandonan la fe.

69] Hemos indicado algunas causas y refutado lo que presentaron los adversarios. Hemos relatado esto no solo por causa de los adversarios, sino mucho más por causa de algunos corazones y conciencias cristianos, para que puedan tener claramente ante los ojos por qué los votos monásticos y la diversa vida monástica no son correctos ni cristianos, los cuales también todos juntos podría derribar la única palabra de Cristo, donde dice: “En vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:9). Pues de esa palabra sola se tiene brevemente que toda la vida monástica, capuchas, cuerdas, cintos y toda santidad inventada por uno mismo son ante Dios cultos divinos inútiles y vanos, y todos los corazones cristianos y piadosos deben tener por completamente cierto que esto es ciertamente un error farisaico, condenado y horrible: que debamos merecer por tal vida monástica el perdón de los pecados o la vida eterna y no obtenerla mucho más por la fe en Cristo.

70] Por lo tanto, las personas piadosas que se salvaron y conservaron en la vida monástica tuvieron que llegar finalmente a desesperar de toda su vida monástica, a despreciar todas sus obras como estiércol, a condenar todos sus cultos hipócritas y a aferrarse firmemente a sí mismos y a la promesa de la gracia en Cristo, como se tiene de ello un ejemplo de San Bernardo, que dijo: Perdite Vixi, “He vivido pecaminosamente”. Pues Dios no quiere otros cultos divinos que los que Él mismo ha establecido por medio de su Palabra.