VIII. Sobre la confesión.
1] Dado que la absolución o poder de las llaves también es una ayuda y consuelo contra el pecado y la mala conciencia, instituido en el Evangelio por Cristo, la confesión o absolución no debe, de ninguna manera, ser eliminada de la iglesia, especialmente por el bien de las conciencias débiles, y también por el bien de la gente joven e inexperta, para que sean examinados e instruidos en la doctrina cristiana.
2] La narración de los pecados debe ser libre para cada uno, de modo que confiese lo que quiera y lo que no quiera no lo confiese; porque mientras estemos en la carne, no mentiremos si decimos: “Soy un pobre hombre lleno de pecados” (Romanos 7:23: “Siento otra ley en mis miembros”, etc.). Porque ya que la absolución privada proviene del oficio de las llaves, no debe ser despreciada, sino considerada alta y valiosa como todos los demás oficios de la iglesia cristiana.
3] Y en estos asuntos, que se refieren a la palabra oral y externa, debemos mantener firmemente que Dios no da su Espíritu ni su gracia a nadie sin el medio de la Palabra externa que precede, para que nos protejamos contra los entusiastas, es decir, espíritus que se jactan de tener el Espíritu sin y antes de la Palabra, y luego juzgan, interpretan y estiran la Escritura o la Palabra oral según su placer; como hizo Münzer y como muchos hacen hoy en día, que quieren ser jueces agudos entre el espíritu y la letra y no saben lo que dicen ni lo que establecen.
4] Porque el papado también es puro entusiasmo, en el cual el Papa se jacta de que todas las leyes están en el arca de su corazón, y lo que él decide y ordena con su iglesia debe ser espíritu y derecho, aunque sea contra y más allá de la Escritura o la Palabra oral.
5] Todo esto es el viejo diablo y la vieja serpiente, que también convirtió a Adán y Eva en entusiastas, apartándolos de la Palabra externa de Dios hacia la espiritualidad y la opinión propia, y lo hizo también a través de otras palabras externas.
6] De la misma manera, nuestros entusiastas condenan la Palabra externa, pero no guardan silencio, sino que llenan el mundo con sus charlas y escritos, como si el Espíritu no pudiera venir a través de la Escritura o la Palabra oral de los apóstoles, pero sí a través de sus escritos y palabras. ¿Por qué no dejan también sus predicaciones y escritos hasta que el Espíritu venga a la gente sin y antes de su predicación y escritura, como se jactan de que ha venido a ellos sin la predicación de la Escritura? No hay tiempo para disputar más sobre esto aquí; lo hemos tratado suficientemente en otros lugares.
7] Porque también aquellos que creen antes del bautismo o llegan a creer en el bautismo, lo han recibido a través de la Palabra externa que precede; por ejemplo, los adultos que han llegado a la razón deben haber oído antes: “El que cree y es bautizado será salvo”, aunque al principio no crean y solo después de diez años reciban el Espíritu y el bautismo. Y Cornelio en Hechos 10:1 ss. había oído mucho antes de los judíos sobre el Mesías venidero, por lo cual era justo ante Dios y sus oraciones y limosnas eran aceptables en tal fe (como Lucas lo llama justo y temeroso de Dios), y no sin tal Palabra o escucha previa podía creer ni ser justo. Pero San Pedro debía revelarle que el Mesías, en quien él había creído hasta entonces, ya había venido, y que su fe en el Mesías venidero no debía mantenerlo cautivo con los judíos obstinados e incrédulos, sino que debía saber que ahora sería salvo a través del Mesías presente y no debía negarlo ni perseguirlo con los judíos, etc.
8] En resumen, el entusiasmo está en Adán y sus hijos desde el principio hasta el fin del mundo, instaurado y envenenado en ellos por el antiguo dragón, y es el origen, poder y fuerza de toda herejía, incluso del papado y de Mahoma.
9] Por eso debemos insistir en que Dios no quiere tratar con nosotros los hombres sino a través de su Palabra externa y sacramento.
10] Todo lo que se jacta del Espíritu sin tal Palabra y sacramento es del diablo. Pues Dios también quiso aparecer primero a Moisés a través de la zarza ardiente y la Palabra oral; y ningún profeta, ni Elías ni Eliseo, recibió el Espíritu fuera o sin los Diez Mandamientos.
11] Y Juan el Bautista no recibió al Espíritu sin la Palabra previa de Gabriel, ni saltó en el vientre de su madre sin la voz de María.
12] Y San Pedro dice: “Los profetas no hablaron por voluntad humana, sino por el Espíritu Santo, pero como hombres santos de Dios.” Pero sin la Palabra externa no eran santos, mucho menos el Espíritu Santo los habría impulsado a hablar mientras aún eran impíos; porque eran santos, dice, cuando el Espíritu Santo habló a través de ellos.