XI. Sobre el matrimonio de los sacerdotes.
1] Que hayan prohibido el matrimonio y cargado al estado sacerdotal con la obligación de la castidad perpetua, no han tenido ni derecho ni razón para hacerlo, sino que han actuado como los tiránicos, desesperados y anticristianos bribones, y con ello han causado todo tipo de terribles, espantosos e innumerables pecados de impureza, en los cuales aún están atrapados.
2] Así como no nos es dado a nosotros ni a ellos el poder de convertir a un hombre en una mujer o a una mujer en un hombre, o de hacer de ambos nada, tampoco han tenido el poder de separar o prohibir a estas criaturas de Dios de vivir honesta y legítimamente juntos en matrimonio.
3] Por lo tanto, no queremos consentir en su lamentable celibato, ni tampoco tolerarlo, sino que queremos tener el matrimonio libre, tal como Dios lo ha ordenado y establecido, y no queremos desgarrar ni obstaculizar su obra; porque San Pablo dice en 1 Timoteo 4:1 ss., que es una “doctrina de demonios.”