Bautismo
1] Hemos terminado con las tres partes principales de nuestra enseñanza cristiana común. Nos queda hablar de nuestros dos sacramentos, instituidos por Cristo. Todo cristiano debe recibir al menos una breve instrucción elemental sobre ellos, porque sin ellos nadie puede ser cristiano, aunque desgraciadamente en el pasado no se enseñaba nada sobre ellos.
2] En primer lugar trataremos del Bautismo, por el que somos recibidos por primera vez en la comunidad cristiana. Para que se comprenda fácilmente, lo trataremos de manera sistemática y nos limitaremos a lo que es necesario que sepamos. Dejaremos a los doctos el modo de mantenerlo y defenderlo contra herejes y sectarios.
3] En primer lugar, debemos ante todo estar familiarizados con las palabras sobre las que se funda el Bautismo y con las que se relaciona todo lo que se ha de decir sobre el tema, a saber, donde dice el Señor Cristo en Mt. 28:19,
4] "Id por todo el mundo y enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
Lo mismo ocurre en Marcos 16:16,
5] "El que crea y sea bautizado se salvará; pero el que no crea será condenado".
6] Observa, en primer lugar, que estas palabras contienen el mandamiento y la ordenanza de Dios. No debes dudar, entonces, que el Bautismo es de origen divino, no algo ideado o inventado por los hombres. Del mismo modo que puedo afirmar que los Diez Mandamientos, el Credo y el Padrenuestro no son fruto de la imaginación de ningún hombre, sino revelados y dados por Dios mismo, también puedo presumir de que el Bautismo no es un juguete humano, sino instituido por Dios mismo. Además, está solemne y estrictamente ordenado que debemos ser bautizados o no seremos salvos. Por lo tanto, no debemos considerarlo un asunto indiferente, como ponerse un abrigo rojo nuevo.
7] Es de la mayor importancia que consideremos el Bautismo como excelente, glorioso y exaltado. Es la causa principal de nuestras contiendas y batallas, porque el mundo actual está lleno de sectas que proclaman que el Bautismo es algo externo y que las cosas externas no sirven para nada.
8] Pero no importa cuán externo sea, aquí están la Palabra y el mandamiento de Dios que han sido instituidos, establecidos y confirmados en el Bautismo. Lo que Dios instituyó y ordena no puede ser inútil. Es una cosa preciosísima, aunque a todas luces no valga una paja.
9] Si la gente solía considerar una gran cosa cuando el Papa dispensaba indulgencias con sus cartas y bulas y consagraba altares e iglesias sólo en virtud de sus cartas y sellos, entonces deberíamos considerar el Bautismo como algo mucho más grande y precioso porque Dios lo ha ordenado y, lo que es más, se realiza en su nombre. Así que las palabras dicen: "Ve y bautiza", no en tu nombre, sino "en nombre de Dios".
10] Ser bautizado en nombre de Dios no es ser bautizado por los hombres, sino por Dios mismo. Aunque es realizado por manos de hombres, es, sin embargo, verdaderamente un acto propio de Dios. De este hecho, todos pueden concluir fácilmente que tiene un valor mucho mayor que la obra de cualquier hombre o santo. En efecto, ¿qué obra puede hacer el hombre que sea superior a la obra de Dios?
11] Aquí el demonio se pone manos a la obra para cegarnos con falsas apariencias y desviarnos de la obra de Dios hacia la nuestra. Da una apariencia mucho más espléndida cuando un cartujo hace muchas obras grandes y difíciles, y todos damos más importancia a nuestros propios logros y méritos.
12] Pero las Escrituras enseñan que si amontonáramos todas las obras de todos los monjes, por preciosas y deslumbrantes que parecieran, no serían tan nobles y buenas como si Dios cogiera una paja. ¿Por qué? Porque la persona que realiza el acto es más noble y mejor. Aquí debemos evaluar no a la persona según las obras, sino a las obras según la persona, de quien deben derivar su valor.
13] Pero la razón loca se precipita y, porque el Bautismo no es deslumbrante como las obras que hacemos, lo considera sin valor.
14] Ahora puedes entender cómo responder adecuadamente a la pregunta: ¿Qué es el Bautismo? No es simplemente agua común, sino agua comprendida en la Palabra y el mandamiento de Dios y santificada por ellos. No es otra cosa que un agua divina, no es que el agua en sí misma sea más noble que otra agua, sino que se le añaden la Palabra y el mandamiento de Dios.
15] Por eso es pura maldad y blasfemia diabólica cuando nuestros nuevos espíritus, para calumniar el Bautismo, ignoran la Palabra y la ordenanza de Dios, no consideran más que el agua sacada del pozo, y luego balbucean: "¿Cómo puede un puñado de agua ayudar al alma?".
16] ¡Por supuesto, amigo mío! ¿Quién no sabe que el agua es agua, si tal separación es apropiada? Pero ¿cómo te atreves a manipular así la ordenanza de Dios y arrancarle el precioso broche enjoyado con el que Dios la ha sujetado y encerrado y del que no desea que se separe su ordenanza? Porque el núcleo en el agua es la Palabra de Dios o mandamiento y el nombre de Dios, y esto es un tesoro más grande y más noble que el cielo y la tierra.
17] Nótese, pues, la distinción: El bautismo es una cosa muy distinta de todas las demás aguas, no en virtud de la sustancia natural, sino porque aquí se añade algo más noble. Dios mismo se juega en él su honor, su poder y su fuerza. Por tanto, no es simplemente un agua natural, sino un agua divina, celestial, santa y bendita -alábenla en todos los términos que puedan-, todo en virtud de la Palabra, que es una Palabra celestial y santa que nadie puede ensalzar suficientemente, pues contiene y transmite toda la plenitud de Dios.
18] De la Palabra deriva su naturaleza de sacramento, como enseñó San Agustín: "Accedat verbum ad elementum et fit sacramentum". Esto significa que cuando el Verbo se añade al elemento o a la sustancia natural, se convierte en sacramento, es decir, en cosa y signo santo y divino.
19] Por tanto, enseñamos constantemente que los sacramentos y todas las cosas externas ordenadas e instituidas por Dios deben considerarse no según la máscara burda y externa (como vemos la cáscara de una nuez), sino como aquello en lo que está encerrada la Palabra de Dios.
20] Del mismo modo hablamos del estado paterno y de la autoridad civil. Si consideramos a estas personas con referencia a sus narices, ojos, piel y cabello, carne y huesos, no parecen diferentes de los turcos y paganos. Alguien podría venir y decir: "¿Por qué debo pensar más en esta persona que en otras?". Pero como se añade el mandamiento: "Honrarás a padre y madre", veo a otro hombre, adornado y revestido de la majestad y la gloria de Dios. El mandamiento, digo, es la cadena de oro alrededor de su cuello, sí, la corona sobre su cabeza, que me muestra cómo y por qué debo honrar a esta carne y sangre en particular.
21] Del mismo modo, e incluso mucho más, debéis honrar y exaltar el Bautismo a causa de la Palabra, puesto que Dios mismo lo ha honrado con palabras y obras y lo ha confirmado con prodigios del cielo. ¿Pensáis que fue una broma que los cielos se abrieran cuando Cristo se dejó bautizar, que el Espíritu Santo descendiera visiblemente y que la gloria y la majestad divinas se manifestaran por doquier?
22] Por tanto, os amonesto de nuevo que estos dos, la Palabra y el agua, no deben separarse en modo alguno el uno del otro. Porque cuando la Palabra está separada del agua, el agua no es diferente de aquella con la que cocina la criada y podría llamarse bautismo de una bañista. Pero cuando la Palabra está presente según la ordenanza de Dios, el Bautismo es un sacramento, y se llama Bautismo de Cristo. Este es el primer punto que hay que subrayar: la naturaleza y la dignidad de este santo sacramento.
23] En segundo lugar, puesto que ahora sabemos qué es el Bautismo y cómo debe considerarse, debemos aprender también con qué fin fue instituido, es decir, qué beneficios, dones y efectos produce. Tampoco podemos entender esto mejor que por las palabras de Cristo citadas anteriormente: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo."
24] En pocas palabras, el poder, el efecto, el beneficio, el fruto y el propósito del bautismo es salvar. Nadie es bautizado para convertirse en príncipe, sino como dicen las palabras, para "ser salvo".
25] Salvarse, lo sabemos, no es otra cosa que liberarse del pecado, de la muerte y del demonio y entrar en el reino de Cristo y vivir con Él para siempre.
26] Aquí se ve de nuevo cuán precioso e importante debe considerarse el Bautismo, pues en él obtenemos un tesoro inefable. Esto demuestra que no es simple agua ordinaria, porque el agua ordinaria no podría tener tal efecto. Pero la Palabra sí. Muestra también (como dijimos antes) que el nombre de Dios está en él.
27] Y donde está el nombre de Dios, debe estar también la vida y la salvación. De ahí que sea bien descrita como un agua divina, bendita, fructífera y llena de gracia, pues a través de la Palabra el Bautismo recibe el poder de convertirse en el "lavamiento de la regeneración", como lo llama San Pablo en Tito 3,5.
28] Nuestros sabelotodos, los nuevos espíritus, afirman que sólo la fe salva y que las obras y las cosas externas no contribuyen en nada a este fin. Nosotros respondemos: Es verdad, nada de lo que hay en nosotros lo hace, sino la fe, como oiremos más adelante.
29] Pero estos líderes de los ciegos no están dispuestos a ver que la fe debe tener algo que creer, algo a lo que pueda aferrarse y sobre lo que pueda sostenerse. Así, la fe se aferra al agua y cree que es el bautismo en el que hay pura salvación y vida, no a través del agua, como hemos dicho suficientemente, sino a través de su incorporación con la Palabra y la ordenanza de Dios y la unión de su nombre a ella. Cuando creo esto, ¿qué otra cosa es sino creer en Dios como el que ha implantado su Palabra en esta ordenanza externa y nos la ha ofrecido para que podamos captar el tesoro que contiene?
30] Ahora bien, estas personas son tan necias como para separar la fe del objeto al que está unida y vinculada la fe, basándose en que el objeto es algo externo. Sí, debe ser externo para que pueda ser percibido y captado por los sentidos y así llevado al corazón, así como todo el Evangelio es una proclamación externa y oral. En resumen, todo lo que Dios realiza en nosotros lo hace a través de tales ordenaciones externas. No importa dónde hable, es más, no importa con qué propósito o por qué medios hable: allí debe mirar la fe y a ello debe atenerse la fe.
31] Tenemos aquí las palabras: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo". ¿A qué se refieren sino al Bautismo, es decir, al agua comprendida en la ordenanza de Dios? De donde se sigue que quien rechaza el Bautismo rechaza la Palabra de Dios, la fe y a Cristo, que nos dirige y nos vincula al Bautismo.
32] En tercer lugar, habiendo aprendido el gran beneficio y poder del Bautismo, observemos además quién recibe estos dones y beneficios del Bautismo.
33] Esto también se expresa de la manera más hermosa y clara en estas mismas palabras: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo", es decir, sólo la fe hace a la persona digna de recibir provechosamente el agua saludable y divina. Puesto que estas bendiciones se ofrecen y prometen en las palabras que acompañan al agua, no pueden recibirse a menos que las creamos de todo corazón.
34] Sin la fe, el Bautismo no sirve de nada, aunque en sí mismo es un tesoro infinito y divino. De modo que esta sola expresión, "el que cree", es tan potente que excluye y rechaza todas las obras que podamos hacer con la intención de merecer la salvación por medio de ellas. Porque es cierto que todo lo que no es fe no contribuye en nada a la salvación y no recibe nada.
35] Sin embargo, a menudo se objeta: "Si el Bautismo es en sí mismo una obra, y dices que las obras no sirven para la salvación, ¿qué pasa con la fe?". A esto se puede responder: Sí, es verdad que nuestras obras no sirven para la salvación. El bautismo, sin embargo, no es obra nuestra, sino de Dios (pues, como se ha dicho, hay que distinguir muy bien el bautismo de Cristo del bautismo de un bañista). Las obras de Dios, en cambio, son saludables y necesarias para la salvación, y no excluyen, sino que exigen la fe, pues sin ella no podrían captarse.
36] Por el mero hecho de permitir que el agua se derrame sobre ti, no recibes el Bautismo de tal manera que te haga ningún bien. Pero te beneficia si lo aceptas como mandamiento y ordenanza de Dios, para que, bautizado en el nombre de Dios, recibas en el agua la salvación prometida. Esto no lo puede hacer la mano, ni el cuerpo, sino que debe creerlo el corazón.
37] Así se ve claramente que el bautismo no es una obra que hacemos, sino un tesoro que Dios nos da y la fe capta, como el Señor Cristo en la cruz no es una obra, sino un tesoro comprendido y ofrecido a nosotros en la Palabra y recibido por la fe. Por eso son injustos cuando claman contra nosotros como si predicáramos contra la fe. En realidad, insistimos en que sólo la fe es tan necesaria que sin ella nada se puede recibir ni disfrutar.
38] Así hemos considerado las tres cosas que deben saberse acerca de este sacramento, especialmente que es una ordenanza de Dios y que debe tenerse en todo honor. Sólo esto bastaría, aunque el Bautismo sea algo totalmente externo. Del mismo modo, el mandamiento: "Honrarás a tu padre y a tu madre", se refiere sólo a la carne y a la sangre humanas; sin embargo, no nos fijamos en la carne y en la sangre, sino en el mandamiento de Dios en el que está comprendida y por el cual esta carne es llamada padre y madre. Del mismo modo, si no tuviéramos nada más que estas palabras: "Ve y bautiza", todavía tendríamos que aceptar y observar el Bautismo como una ordenanza de Dios.
39] Pero aquí no sólo tenemos el mandamiento y el mandato de Dios, sino también su promesa. Por lo tanto, es mucho más glorioso que cualquier otra cosa que Dios haya mandado y ordenado; en pocas palabras, está tan lleno de consuelo y gracia que el cielo y la tierra no pueden comprenderlo.
40] Se necesita una comprensión especial para creer esto, porque no es el tesoro lo que falta; más bien, lo que falta es agarrarlo y sostenerlo firmemente.
41] En el Bautismo, por tanto, todo cristiano tiene bastante que estudiar y practicar durante toda su vida. Siempre tiene bastante que hacer para creer firmemente lo que el Bautismo promete y trae: la victoria sobre la muerte y el demonio, el perdón de los pecados, la gracia de Dios, Cristo entero y el Espíritu Santo con sus dones.
42] En resumen, las bendiciones del Bautismo son tan ilimitadas que si la naturaleza tímida las considera, bien puede dudar de que todas puedan ser ciertas.
43] Supongamos que hubiera un médico que tuviera tal habilidad que la gente no muriera, o que aunque muriera viviera después para siempre. Piensa en cómo nevaría y llovería dinero sobre él. Debido a la apremiante multitud de hombres ricos, nadie más podría acercarse a él. Ahora, aquí, en el Bautismo, se trae gratuitamente a la puerta de cada hombre una medicina tan inestimable que se traga la muerte y salva la vida de todos los hombres.
44] Para apreciar y usar correctamente el Bautismo, debemos sacar fuerza y consuelo de él cuando nuestros pecados o nuestra conciencia nos opriman, y debemos replicar: "¡Pero yo estoy bautizado! Y si estoy bautizado, tengo la promesa de que me salvaré y tendré vida eterna, tanto en el alma como en el cuerpo."
45] Esta es la razón por la que en el Bautismo se hacen estas dos cosas: se derrama agua sobre el cuerpo, aunque no puede recibir nada más que el agua, y mientras tanto se pronuncia la Palabra para que el alma la capte.
46] Puesto que el agua y la Palabra juntas constituyen un solo Bautismo, el cuerpo y el alma se salvarán y vivirán para siempre: el alma por la Palabra en la que cree, el cuerpo porque está unido al alma y aprehende el Bautismo de la única manera que puede hacerlo. No hay, pues, mayor joya que el Bautismo para adornar nuestro cuerpo y nuestra alma, porque por él obtenemos la santidad y la salvación perfectas, que ningún otro género de vida y ninguna obra en la tierra pueden adquirir. Que esto sea suficiente en cuanto a la naturaleza, los beneficios y el uso del bautismo como respuesta al presente propósito.