EL SACRAMENTO DEL ALTAR O SANTA CENA

Como el jefe de familia debe enseñarlo con toda sencillez en su casa.

¿Qué es la Santa Cena?

La Santa Cena, instituida por Cristo mismo, es el verdadero cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, dados con el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos.

¿Dónde está escrito esto?

Así escriben los santos evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y el apóstol Pablo: “Nuestro Señor Jesucristo, la noche en que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió y dio a sus discípulos, diciendo: Tomen, coman; esto es mi Cuerpo dado por ustedes. Hagan esto en memoria de mí. Asimismo, después de haber cenado, les dio a ellos, diciendo: Beban de ella todos; esta copa es el nuevo pacto en mi Sangre, que es derramada por ustedes y por muchos para perdón de los pecados. Hagan esto, todas las veces que beban, en memoria de Mí.”

(Mateo 26:26-28; Marcos 14:22-24; Lucas 22:19-20; 1 Corintios 11:23-26)

¿Qué beneficios confiere este comer y beber?

Estos beneficios los enseñan las palabras: “Dado y derramada para ustedes para perdón de los pecados”; a saber, que en la Santa Cena se nos da por estas palabras perdón de los pecados, vida y salvación. Porque donde hay perdón de los pecados, allí hay también vida y salvación.

¿Cómo puede este comer y beber corporal hacer cosas tan grandes?

El comer y beber, en verdad, no hace cosas tan grandes, sino las palabras que están aquí escritas: “Dado y derramada para ustedes para perdón de los pecados”; palabras que, junto con el comer y beber corporal, son lo principal en la Santa Cena; y el que cree estas palabras, tiene lo que dicen y prometen, a saber: “Perdón de los pecados.”

¿Quién, pues, recibe la Santa Cena dignamente?

El ayunar y prepararse corporalmente es, en verdad, una buena disciplina externa; no obstante, es verdaderamente digno y está bien preparado aquel que tiene fe en estas palabras: “Dado y derramada para ustedes para perdón de los pecados.” Pero el que no cree estas palabras o duda, aquel es indigno y no está preparado; porque las palabras: “Por ustedes,” exigen corazones verdaderamente creyentes.