EL SACRAMENTO DEL ALTAR O SANTA CENA

Como el jefe de familia debe enseñarlo con toda sencillez en su casa.

1] ¿Qué es la Santa Cena?

La Santa Cena, instituida por Cristo mismo, es el verdadero cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, dados con el pan y el vino, para que los cristianos comamos y bebamos.

¿Dónde está escrito esto?

Así escriben los santos evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y el apóstol Pablo: “Nuestro Señor Jesucristo, la noche en que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió y dio a sus discípulos, diciendo: Tomen, coman; esto es mi Cuerpo dado por ustedes. Hagan esto en memoria de mí. Asimismo, después de haber cenado, les dio a ellos, diciendo: Beban de ella todos; esta copa es el nuevo pacto en mi Sangre, que es derramada por ustedes y por muchos para perdón de los pecados. Hagan esto, todas las veces que beban, en memoria de Mí.”

(Mateo 26:26-28; Marcos 14:22-24; Lucas 22:19-20; 1 Corintios 11:23-26)

2] ¿Qué beneficios confiere este comer y beber?

Estos beneficios los enseñan las palabras: “Dado y derramada para ustedes para perdón de los pecados”; a saber, que en la Santa Cena se nos da por estas palabras perdón de los pecados, vida y salvación. Porque donde hay perdón de los pecados, allí hay también vida y salvación.

3] ¿Cómo puede este comer y beber corporal hacer cosas tan grandes?

El comer y beber, en verdad, no hace cosas tan grandes, sino las palabras que están aquí escritas: “Dado y derramada para ustedes para perdón de los pecados”; palabras que, junto con el comer y beber corporal, son lo principal en la Santa Cena; y el que cree estas palabras, tiene lo que dicen y prometen, a saber: “Perdón de los pecados.”

4] ¿Quién, pues, recibe la Santa Cena dignamente?

El ayunar y prepararse corporalmente es, en verdad, una buena disciplina externa; no obstante, es verdaderamente digno y está bien preparado aquel que tiene fe en estas palabras: “Dado y derramada para ustedes para perdón de los pecados.” Pero el que no cree estas palabras o duda, aquel es indigno y no está preparado; porque las palabras: “Por ustedes,” exigen corazones verdaderamente creyentes.