XIII. Cómo uno se justifica ante Dios y sobre las buenas obras.
1] Lo que he enseñado hasta ahora y continuamente sobre este tema, no veo razón para cambiarlo, a saber, que por la fe (como dice San Pedro) recibimos un corazón nuevo, otro, puro, y Dios, por causa de Cristo, nuestro mediador, quiere y nos considera completamente justos y santos. Aunque el pecado en la carne aún no está completamente eliminado o muerto, no quiere sin embargo tomarlo en cuenta ni reconocerlo.
2] Y sobre tal fe, renovación y perdón de los pecados, siguen entonces las buenas obras. Y lo que en ellas aún es pecaminoso o deficiente no será contado como pecado o defecto, precisamente por causa de Cristo, sino que el hombre será llamado justo y santo, tanto en su persona como en sus obras, por pura gracia y misericordia en Cristo, derramada y extendida sobre nosotros.
3] Por eso, no podemos jactarnos mucho de méritos y obras, si se consideran sin gracia y misericordia, sino como está escrito en 1 Corintios 1:31: “El que se gloría, gloríese en el Señor,” es decir, que tiene un Dios misericordioso. Así todo está bien.
4] También afirmamos que, donde no siguen buenas obras, la fe es falsa y no es verdadera.