LA CUARTA PETICIÓN
"Danos hoy nuestro pan de cada día".
En este caso pensamos en nuestra pobre panera y en las necesidades de nuestro cuerpo y de nuestra vida temporal. Es una palabra breve y simple, pero abarca también muchísimo. Cuando dices y pides "pan de cada día", pides por todo lo que es necesario para tener el pan cotidiano y disfrutar de él y, por otra parte, también te diriges contra todo lo que pueda ser impedimento para obtenerlo. Por lo tanto, debes abrir tus pensamientos y extenderlos no sólo sobre el horno y el harinero, sino sobre el campo abierto y sobre toda la tierra que produce el pan de cada día y toda suerte de alimentos y nos los brinda. Si Dios no lo hiciera crecer, lo bendijera y lo conservara en el campo, jamás sacaríamos pan del horno, ni tendríamos qué poner en la mesa.
Para explicarlo brevemente, esta petición comprende cuanto corresponde a toda esta vida en el mundo, porque sólo por ella necesitamos el pan cotidiano. No solamente concierne a toda la vida en el mundo que nuestro cuerpo tenga el alimento y el vestido y otras cosas necesarias, sino también que en tranquilidad y paz nos entendamos con las personas entre las cuales vivimos y con quienes tenemos relaciones en el diario comercio y trato y en toda clase de cosas; en suma, todo lo que atañe a las relaciones domésticas y vecinales o civiles y al gobierno. Donde son perturbadas estas dos cosas, de modo que no pueden desenvolverse como corresponde, también se perturba satisfacer las necesidades de la vida, de tal forma que a la larga no se puede conservar. Por cierto, lo más necesario es orar por las autoridades y el gobierno seculares, por los cuales principalmente Dios nos conserva el pan de cada día y todas las comodidades de esta vida. Aunque hayamos recibido de Dios la plenitud de todos los bienes, no podemos retener ninguno de ellos, ni usarlos seguros y alegres, si Dios no nos da un gobierno estable y pacífico. Donde hay discordias, reyertas y guerras, ya nos ha sido quitado el pan o, por lo menos, es difícil conseguirlo.
Por ello, convendrá poner en el escudo de armas de todo príncipe recto un pan en lugar de un león o cruz losangeada o estamparlo en la moneda en lugar del cuño, para recordar tanto a ellos como a los súbditos que debido a su ministerio, tenemos amparo y paz y sin ellos no podríamos comer el buen pan, ni conservarlo. Por lo tanto, son dignos también de toda honra para que les demos cuanto debamos y podamos, puesto que por ellos podemos disfrutar en paz y tranquilidad de todo lo que tenemos. De otra manera no conservaríamos céntimo alguno. En consecuencia, se debe orar por ellos, para que por su intermedio, Dios nos dé tanta más bendición y bienes.
Indicaré y bosquejaré brevísimamente hasta dónde esta oración se extiende a través de todos los asuntos terrenales. De ello alguien podría componer una plegaria larga enumerando con muchas palabras todas las cosas que entran en esto. Por ejemplo, suplicamos que Dios nos dé bebida y comida, vestido, casa y hacienda y salud del cuerpo; además, que haga crecer y prosperar los cereales y los frutos en el campo; que nos ayude a administrar bien la casa; que nos conceda una mujer, hijos y siervos fieles y los conserve; que haga prosperar y lleve a feliz término nuestro trabajo, oficio y cuanto tenemos que hacer; que nos otorgue vecinos fieles y buenos amigos, etc.; lo mismo que facilite sabiduría, fuerza y suerte al emperador, al rey y a todas las clases, máxime al príncipe de nuestro país, a todos los consejeros, prefectos y magistrados para gobernar bien y para obtener la victoria sobre los turcos y todos los enemigos; que infunda obediencia, paz y concordia a los súbditos y al pueblo común para convivir el uno con el otro; que, por otra parte, nos preserve de todo daño del cuerpo y de los alimentos, de tempestades, granizo, incendios, inundaciones, veneno, peste, mortandad de ganado, guerra y derramamientos de sangre; de carestía, de animales dañinos, de gente mala, etcétera. Es bueno inculcar todo esto a las personas simples, que Dios nos debe dar esto y cosas parecidas y que hemos de pedirlas en oraciones.
No obstante, ante todo, esta oración se dirige también contra nuestro enemigo máximo, el diablo, puesto que toda su intención y deseo es quitarnos todo lo que hemos recibido de Dios u obstaculizarlo. No le es suficiente con obstaculizar y aniquilar el orden espiritual, al seducir y someter a su poder las almas por sus mentiras, sino que dificulta e impide también que subsista algún gobierno y orden honorable y pacífico de vida. Causa tanta contienda, homicidio, rebelión y guerra, como asimismo tempestad y granizo para arruinar los cereales y el ganado, envenenar el aire, etc. En suma, le duele que alguien tenga un bocado de pan de Dios y lo coma tranquilo.
Si tuviese poder y si inmediatamente después de Dios, nuestra plegaria no obstase, por cierto no tendríamos ningún tallo en el campo, ningún céntimo en la casa y no viviríamos ninguna hora de la vida, sobre todo los que tienen la palabra de Dios y quieren con gusto ser cristianos.
Mira, de ese modo Dios quiere indicarnos que se preocupa de todas nuestras necesidades y nos provee también fielmente de nuestro alimento diario. Si bien lo da abundantemente y lo conserva también a los impíos y malvados, quiere, no obstante, que lo pidamos para que reconozcamos que lo recibimos de su mano y en ello notemos su bondad paternal frente a nosotros. Porque, cuando retira su mano, estas cosas no pueden prosperar ni subsistir a la larga, como se ve bien todos los días y se siente. ¡Qué plaga hay ahora en el mundo sólo por la moneda falsa y por el gravamen diario y la usura en el comercio común, en la compra y en el trabajo de aquellos que oprimen a los queridos pobres según su albedrío y les substraen el pan de cada día! Tenemos que soportarlo. Pero que ellos se cuiden de que no pierdan la intercesión de la iglesia y que se prevengan de que este pequeño artículo del Padrenuestro no se dirija contra ellos.