Cristo nos enseña a comenzar nuestras oraciones de la tierra pidiendo El Reino del cielo. No estamos pidiendo que nuestro Padre celestial nos concede un reino terrenal, si fuera así, hubiéramos pedido riquezas, poder, y honra entre los hombres. Sino que Cristo nos enseña levantar nuestros ojos al Reino que Él ofrece, el Reino de los Cielos.

El reino de nuestro Señor viene a nosotros por medio de Su Evangelio y es recibido por la fe. En el ministerio terrenal de Jesús, predica constantemente sobre el Reino de Dios. La Segunda Petición nos enseña a orar con fe por la venida del reino de Dios entre nosotros en el tiempo y en la eternidad.

Aquí es importante tener en cuenta que las Escrituras hablan de tres aspectos diferentes del reino de Dios. Primero es el reino de Su poder por el cual gobierna sobre toda la creación, esto es evidente para todos a través de la naturaleza (Romanos 1:20), el Señor gobierna sobre la tierra y la consecuencia del pecado ha sido la presencia de tormentas, plagas y juicio, así como la creación misma está llena de asombro y belleza como dada por el Creador. En respuesta al reino de poder de Dios, sólo hay dos posibles respuestas, la maravilla y el temor. No es este reino lo que estamos pidiendo en la oración del Señor, porque este Reino ya está plenamente presente.

El reino de gracia de Dios es Su Iglesia en la tierra que vive bajo Su evangelio de gracia. Esto es lo que Jesús se refiere más frecuentemente en Su predicación, es un Reino que no opera de acuerdo con las normas ordinarias del mundo, sino de una manera a menudo sorprendente y opuesta. En el reino de gracia de Dios, el último es el primero. La muerte es la puerta a una nueva vida. La humildad es el camino a la gloria. Aquellos que más reconocen su pecado, más claramente pueden ver a su Salvador. Los ciegos son los únicos que pueden ver. La cruz del castigo es el trono del Reino de Gracia. Este es el reino que ha venido en Cristo, y todavía viene cuando Su iglesia se extiende a todo el mundo. Esta es la primera parte de nuestra oración por la venida del Reino entre nosotros, que se establezca cada día mas el Evangelio y la Iglesia.

Sin embargo, hay otro aspecto del Reino de Dios, el Reino de Gloria de Dios es Su reinado eterno y celestial sobre Sus santos y ángeles en el cielo. Para nosotros en la tierra, este reino es un “todavía no” porque hasta que entremos en la Gloria celestial, solamente pedimos que se acerca este día. En el Reino de Gloria, Dios utiliza su Poder para crear una nueva creación, cielo y tierra, para que habitamos en ella. Allí veremos los tres “Reinos” unirse en una sola. Dios en su poder, pero solo para bendecirnos, Dios en su gracia, pero ahora con la revelación de que los últimos realmente eran los primeros, es Dios en su Gloria porque en aquel Reino, no habrá ni sol ni luna, solo el rostro de Dios que ilumina su reino celestial.

Esta es una oración a un Rey cuyo "reino no es de este mundo" (Juan 18:36), sino que hace presente Su reino en medio de nosotros (Lucas 12:32).

Anhelamos la llegada de este Reino, aun reconociendo que ya esta entre nosotros en parte por la Palabra y Sacramentos de la Iglesia en que Cristo se hace presente. Los primeros cristianos tenían una palabra en arameo que a menudo clamaron en sus oraciones, asociado al Reino; “maranata!” ( מָרָנָא אָתָה,) que significa, “El Señor viene.” Pedimos que su Reino viene con Él.