La Cuarta Petición nos dirige de vuelta al Primer Artículo del Credo, donde confesamos que Dios, el Padre Todopoderoso, "me provee abundantemente y a diario de todo lo que necesito para sustentar este cuerpo y vida". Oramos por lo que Dios ha prometido darnos: pan de cada día. En el desierto, Dios instruyó a Su pueblo con fe, entrenándolo para que lo buscara en la búsqueda de su pan de cada día, que era maná del cielo. Se instruyó al pueblo de Israel que recogiera sólo suficiente pan para el día. Si intentaban ahorrar más maná del necesario, se volvería sucio y se infestaría de gusanos. El Padre enseña a Sus hijos cómo recibir su pan de cada día con fe, que es la forma más alta de acción de gracias. Cada día el provea lo que se necesita, como las aves del aire o flores del campo.

El orden de esta petición es importante, después de mirar a las cosas celestiales, Jesús nos enseña a pedir cosas terrenales que necesitamos. Jesús no nos enseña a ser monjes que no tienen preocupaciones terrenales, sino a poner nuestras preocupaciones terrenales dentro del contexto y el orden adecuados de nuestras necesidades espirituales más importantes. Las necesidades terrenales no se ignoran, sino que son secundarias a las necesidades espirituales. No se nos enseña a buscar riquezas, sino a lo esencial de nuestra vida terrenal. Jesús nos enseña a descansar en la provisión de nuestro Padre todos los días. Dios nos dará estas cosas sin que se nos pida, por su amor, pero sin embargo quiere que pidamos que reconozcamos nuestra necesidad de Su provisión.