La Primera Petición del Padrenuestro es paralela al Segundo Mandamiento. El nombre de Dios es lo opuesto a tomarlo en vano. El nombre de Dios se mantiene Santo sólo por la fe, como vemos en la parábola del fariseo y cobrador de impuestos en Lucas 18. Debido a que el fariseo no se aferraba a la Palabra de Dios en su verdad y pureza, sus oraciones, así como su vida, sólo podían deshonrar al nombre de Dios. La enseñanza falsa le da a Dios una mala reputación, un mal nombre.
Cuando oramos el Padre Nuestro, recordamos en qué Nombre estamos orando. La autoridad de Jesús está en el nombre que lleva, como el Hijo de Dios, y nuestra petición también se hace en ese nombre.
Hacer algo "santo" significa literalmente "apartarlo". Esto significa que no se utiliza de la misma manera que se utilizan otras cosas. Significa que el nombre de Dios es algo especial para nosotros, que usamos sólo para los propósitos designados. Se da para que lo invocamos en oración y creer para la salvación. ¡Orar es realmente santificar el nombre de Dios!
La oración siempre comienza reconociendo quién es Dios, lo que nos permite orientar nuestro pensamiento adecuadamente a quien somos nosotros. En nuestra oración, es el nombre de Dios que debe ser santificado, no nuestro propio nombre que debe ser elevado por encima de los demás. Esta es otra razón por la que debemos tener cuidado de no dejar que nuestras oraciones se conviertan en algo público que buscan nuestra propia gloria.