Existe un amplio abismo entre Dios en su santidad y nosotros en nuestra pecaminosidad. Nos ponemos ropa limpia en la mañana para ir a la iglesia, pero más importante aún necesitamos un corazón limpio en la presencia del Señor. Por lo tanto, al inicio de nuestros servicios de adoración, nos acercamos a Dios dejando nuestros pecados en Jesús y necesitamos estar seguros de que Dios no nos condena por nuestros pecados, sino que perdona y olvida.
La Confesión y la Absolución son un regreso a nuestros Bautismos. En la Confesión, tomamos todos nuestros pecados y los lanzamos de vuelta a la pila bautismal, enterrándolos con Cristo, lavándolos con su sangre. Luego, en la Absolución, el perdón del Bautismo nos llega nuevamente, proclamado por un pastor que ha sido llamado y autorizado por Jesús para perdonar nuestros pecados (Juan 21) para que podamos vivir hoy vidas nuevas y resucitadas (Romanos 6:4).
La Confesión y la Absolución en nuestros servicios reflejan la experiencia de Isaías en una visión (Isaías 6:1–8). Estaba en la presencia de Dios en el Templo. Estaba aterrado de estar allí porque sabía que era un pecador (Confesión). Un ángel tocó sus labios con un carbón y le dijo que estaba perdonado (Absolución). Solo entonces pudo servir al Señor con alegría ("Aquí estoy. Envíame").
Así es como confesamos nuestros pecados al inicio del servicio:
La Confesión y la Absolución
P Oremos al Señor: Todopoderoso Dios, Tú penetras el corazón, conoces los deseos y ves los secretos más íntimos; purifícanos por medio de tu Espíritu Santo, para que te podamos amar, adorar y glorificar como mereces; te lo pedimos por medio de tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor.
CAmén.
P Jesús nos mandó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas. Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
El apóstol Juan escribe: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
Si confesamos nuestros pecados, [Dios] es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.”
Silencio para reflexionar.
P Confesemos nuestros pecados contra Dios y contra nuestro prójimo:
C Dios de misericordia, confesamos que estamos esclavizados por el pecado y no podemos liberarnos nosotros mismos. Hemos pecado contra Ti en pensamiento, palabra y obra, por lo que hemos hecho y por lo que hemos dejado de hacer.
No te hemos amado de todo corazón; no hemos amado a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Por amor de tu Hijo Jesucristo, ten piedad de nosotros. Perdónanos, renuévanos y dirígenos por medio de tu Espíritu Santo a fin de que en tu voluntad sea nuestra alegría y andemos por tus caminos siempre, para gloria de tu nombre. Amén.
P Dios todopoderoso en su misericordia ha entregado a su Hijo para morir por ti y por causa de Él perdona todos tus pecados. Como ministro llamado y ordenado por Cristo y por su autoridad, te perdono todos tus pecados en el nombre del Padre, y del T Hijo, y del Espíritu Santo.
C Amén.