Dios dio la Ley escrita a Moisés en el monte Sinaí. La entrega de la Ley fue acompañada por signos de la ira de Dios. El trueno, los relámpagos, el son de la trompeta y la montaña humeante revelan a un Dios que se expone en la "oscuridad gruesa" de Su santo juicio contra el pecado. No es de extrañar que el pueblo de Israel suplique a Moisés, diciendo: "No dejes que Dios nos hable, no sea que muramos" (Éxodo. 20:19). Pero Dios habla a través de Su siervo Moisés, y las palabras que nos da a través de Moisés cortan al corazón mismo, poniendo al desnudo nuestra pecaminosa.

Nuestro Señor utiliza las palabras de Moisés, las palabras de la Ley de Dios, para desenmascarar el corazón de un hombre rico que pensaba que podía "hacer" la Ley (Marcos 10:17-22). Este hombre viene a nuestro Señor con una pregunta piadosa: "Buen Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?" Cuando nuestro Señor responde al hombre refiriéndose a los mandamientos, el hombre responde: "Maestro, todo esto que he guardado de mi juventud". Sin embargo, al hombre rico le falta una cosa. Le falta lo que el Primer Mandamiento requiere. Le falta el "temor, el amor y la confianza en Dios por encima de todas las cosas".

Las palabras de nuestro Señor a este hombre- "Ve, vende todo lo que tienes y dárselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígame" -son más de lo que su falso dios puede soportar. Se va "triste, porque tenía grandes posesiones".

Un "dios" es el término para aquello al que pensamos buscar todo lo bueno y en el que pensamos encontrar refugio en toda necesidad. Por lo tanto, tener un dios no es otra cosa que confiar y creer en aquel con todo tu corazón. Como hemos dicho a menudo, es la confianza y la fe del corazón lo que hace la adoración tanto a Dios como un ídolo. Si tu fe y confianza son correctas, entonces tu Dios es el verdadero. Por el contrario, donde tu confianza es falsa y equivocada, allí no tienes al Verdadero Dios. Porque estos dos van juntas, la fe y Dios. Cualquier cosa en la que se base tu corazón y dependa, digo, que es realmente tu Dios. 

Nos hace pensar en estos momentos de crisis, más que nunca, ¿quién es nuestro dios entonces? ¿Dónde estamos depositando nuestra confianza? ¿En nuestro trabajo? ¿En el gobierno? ¿En nuestros esfuerzos para evitar el virus? ¿Un collar o amuleto en nuestra casa? ¿Los doctores?

La definición de un “dios” que se revela en las escrituras se puede ver claramente en 1 Corintios 8:5-6, que, aunque hay muchos llamados “dioses” en el mundo, por los que creen en Cristo Jesús, hay uno solo.

En realidad; no hay ateos, sólo idolatras y adoradores de dioses falsos. Y los dioses falsos siempre mienten. Prometen placer pero dan dolor. Ofrecen el cielo, pero entregan el infierno. No pueden dar la vida eterna. Desgastan a sus adoradores y, en última instancia, condenan a sus devotos. Sólo hay lugar para un Dios de vida. El Primer Mandamiento prohíbe a todos los demás dioses, reales o imaginados. Dios no permite deidades falsificadas. Por otro lado, la buena noticia del Primer Mandamiento es que el verdadero Dios, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, es el único Dios que necesitamos. Es el único Señor que debe ser temido, amado y confiado por encima de todas las cosas.

En un sentido real, los nueve mandamientos restantes son simplemente exposiciones o comentarios sobre el Primer Mandamiento. El Dr. Lutero una vez explicó, "si el corazón está bien con Dios y guardamos este mandamiento, todo lo demás seguirá por sí mismo'. El hecho de que fallamos en los demás también revela que no hemos cumplido el primero.

Órdenes de creación

La vida no es aleatoria. El Creador de toda vida no es Él mismo aleatorio y desordenado. Él es un "Dios de orden", por lo que la vida que Él ha hecho también tiene un orden. Los pájaros no pueden convertirse en árboles. Los niños no se convierten en niñas. Las mujeres no se convierten en hombres. Estas realidades se llaman las órdenes de la creación. Podemos negarlos y luchar contra ellos. Podemos decir que son anticuados o tontos. Podemos hacer la guerra a cualquiera que diga que son reales o que existen. Eso no cambiará nada.

Ninguna cantidad de gritos convertirá al pájaro en un pino. Ninguna publicación en las redes sociales o el discurso de un político convertirá a los niños en niñas o a las mujeres en hombres. La vida creada, incluyéndonos a cada uno de nosotros, puede conformarse a su diseño creado o empujar contra él. Cuando conformamos nuestros pensamientos, palabras y acciones a las órdenes de Dios, vivimos una vida mejor que cuando nos oponemos, en vano, a ellas. Cuando esperamos obtener cocos de una palma de coco y ver a un niño convertirse en un hombre, encontramos sabiduría. Cuando esperamos lo contrario, nuestra insensatez conduce a todo tipo de destrucción.

Sexo y género

No somos libres de ser lo que queramos. Fuimos hechos para ser unas cosas y no otras, para ser hombre o mujer, ni al mismo tiempo ni lo opuesto en algún momento o algo completamente diferente. Si fuéramos libres de ser lo que quisiéramos, seríamos más grandes y más poderosos que Dios mismo, y puesto que claramente no somos dioses, no tenemos tal control, y ni siquiera podemos mantenernos vivos sin Su ayuda en todo momento, difícilmente podemos convertirnos en algo para lo que no fuimos hechos. Podemos actuar, pero no podemos llegar a ser otra cosa de lo que Él nos ha hecho ser.