La Ley de Dios se aplica tanto a los labios como a la vida. El Octavo Mandamiento, "No darás falso testimonio contra tu prójimo". Este mandamiento prohíbe todos los pecados de la lengua que lastimen, difamen o roben a nuestro prójimo su buena reputación (Proverbios 19:5). En su lugar, debemos hablar bien de nuestro vecino y poner la mejor interpretación en cada situación. Los chismes, las mentiras y las malas palabras no son la voluntad de Dios para nuestro discurso y nos degradan a nosotros tanto como degradan a los demás. (Efesios 4:25)