Los himnos en los sufrimientos y padecimientos del cristiano
Historia de los himnos, sus autores y su teología
Escrito por el Rev. Roberto A. Weber, publicado aqui con su permiso.
Introducción
El sufrimiento y los padecimientos son parte de nuestra realidad humana, y son más temidos que la muerte por parte de muchos. Sea de forma directa o indirecta, los sufrimientos reflejan la creación rota y degenerada por el pecado, que gime con dolores de parto,[1] esperando el día en que será liberada de la maldición que trajo el pecado de Adán. Junto con ella también nosotros nos unimos en los quejidos, padeciendo toda clase de males: enfermedades y muertes (propias o de seres queridos), guerras, maltratos, tentaciones, pecados (propios o de otros), injusticias, carencia, persecución, entre otros.
Sin embargo, el cristiano sufre todo esto bajo la gracia de Dios en Cristo, y no bajo la ira divina, porque sabe que su Dios sufrió literalmente en carne propia el castigo por sus pecados, y que, en lugar de condenación, le fueron dados perdón y paz eternas por la fe. El cristiano funda su confianza en el Dios inmutable de la cruz, que lo amó hasta la muerte. Entonces, de aquí parte y aquí vuelve constantemente durante todo su peregrinar, porque, aunque la carne olvida y duda de este amor inmerecido de Dios, la cruz lo proclama y lo expone con perfecta claridad.
A pesar del dolor que padece, el cristiano sabe que su sufrimiento no es vano ni infructífero, sino que pone a prueba la fe y la confianza que éste tiene en Dios. Lutero, en su Comentario de Génesis, considera las pruebas y tentaciones como ejercicios para la fe, que le permiten estar siempre despierta y aferrada a su Señor por medio de la Palabra:
Estos ejercicios de fe son necesarios para los piadosos, ya que sin ellos la fe enflaquecería y se volvería tibia: de hecho, eventualmente se extinguiría. Pero de estos [los cristianos] aprenden lo que es la fe y, siendo probados, aumentan en el conocimiento del Hijo de Dios y se vuelven tan audaces y constantes que pueden regocijarse y gloriarse en tiempos difíciles no menos que en los prósperos; considerando cualquier tentación sólo como una pequeña nube o una niebla que se desvanece inmediatamente.[2]
Los himnos de cruz y consuelo son la poesía y la música que acompañan a cristiano en su padecer, advirtiéndole de las tentaciones incesantes y señalándole una y otra vez al Emanuel, al Dios que está con nosotros y a favor nuestro en Cristo Jesús. Estos himnos ayudan al cristiano a orar, puesto que abundan en peticiones a Dios, y lo afirman en la fe que confiesa, llevándolo de vuelta a las Escrituras, a la Palabra de vida.
Esta presentación se propone analizar de cerca algunos himnos de cruz y consuelo que son bien conocidos y que encontramos en el Himnario Luterano, explorando la vida de sus autores y la teología que ellos plasmaron en sus letras; contemplando también eventos históricos puntuales que influenciaron la vida de los autores y, por consiguiente, también sus letras y composiciones.
Himno 929: “Bendito el hombre que gozoso”[3]
Escrito por Georg Neumark (1621-1681)
1. ¡Bendito el hombre que gozoso
Fiel se somete a su Señor!
En día aciago o venturoso
Constante gozará favor.
Quien firme en Dios así confió,
Sobre la roca edificó.
2. ¿Por qué te abrumas con tu carga?
¿Por qué te quejas del dolor?
¿Por qué tú en aflicción amarga
Te olvidas pronto de su amor?
Así acrecientas tu sufrir,
Sin paz ni alivio conseguir.
3. ¡Paciencia, pues! en Él espera;
Calla y medita con placer,
Cómo el Señor siempre se esmera,
Porque tu bien anhela ver.
Él, que te quiso escoger,
Sin duda te ha de sostener.
4. No creas, pues, en tu congoja,
Que te abandona tu Señor;
Ni que felicidad recoja
Él impasible, sin amor;
Las pruebas y reveses son
Al alma sin igual lección.
5. Ve, pues, y gócese tu alma,
En la esperanza y en la fe;
Sufre tribulación con calma;
En oración constante sé.
Pues quien confía en el Señor
Disfrutará de su favor.
Sobre el autor:[4]
Georg Neumark [n. Turingia, 1621; m. Weimar, 1681] escribió este himno en Kiel a principios de 1642, en medio de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). Nacido de una experiencia personal en medio del caos, este himno revela la profunda fe y confianza en Dios a pesar de las terribles condiciones.
Después de completar sus estudios en el Gymnasium (escuela secundaria académica) en Gotha en el otoño de 1640, Georg Neumark partió para estudiar derecho en la Universidad de Königsberg. En el camino, asaltaron la caravana en la que viajaba y lo perdió todo excepto documentos personales y una pequeña cantidad de dinero que había cosido a su ropa. Vagando de pueblo en pueblo, incapaz de encontrar empleo, se hizo amigo de Nicholas Becker, pastor principal de la ciudad de Kiel. Cuando un tutor de la familia del juez Stephan Henning fue despedido, Becker recomendó a Neumark para el puesto, para el que fue designado posteriormente.
Durante este tiempo, Neumark imploró constantemente a Dios que lo librara de esta situación tan difícil. Cuando llegó el nombramiento, Neumark, abrumado por un gran alivio y alegría, relató esta experiencia en su última obra publicada, Thränendes Haus-Kreutz (1681):
“Dicha fortuna, venida repentinamente y como caída del cielo, me alegró mucho, y ese mismo día compuse en honor de mi amado Señor el himno aquí y allá conocido: Wer nur den lieben Gott lässt walten [Bendito el hombre que gozoso]; y ciertamente tuve motivos suficientes para agradecer a la compasión divina por tal gracia inesperada que se me mostró”. Este himno se publicó por primera vez en Fortgepflantzter Musikalisch-Poetischer Lustwald de Neumark (1657).
Sobre el himno: En la estrofa 1, resuena la exhortación de San Pedro a humillarse bajo la poderosa mano de Dios, echando nuestra ansiedad sobre Él, que cuida que nosotros (1 Pe 5:6-7), juntamente con los primeros versículos del Salmo 1, que proclaman bendito a aquel que, dejando de lado lo malo, medita en la Palabra de Dios de día y de noche. En tiempos de sufrimiento y pruebas, la Roca es Cristo Jesús, a quien nos aferramos con la confianza de la fe, sabiendo que es Dios Emanuel, un Dios que está con nosotros y a favor de nosotros, aunque por ley no lo merezcamos.
La mención final de la estrofa uno refiere a la Parábola de los Dos Cimientos. En palabras de nuestro Señor:
Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que, al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca (Lc 6:47-48).
Nuestro Señor nos llama a escuchar su Palabra de vida, que tiene implicancias directas con nuestro diario vivir. Esto no solo refiere al cómo vivir en cuanto a las buenas obras, sino también en cómo sufrir, ya que la parábola enseña que la casa sufre inundaciones (que afectan incluso a los fundamentos mismos de la casa), también sufre azotes del río y su corriente, pero, por estar cimentada sobre la Roca, entonces permanece firme a pesar de todo esto.
La estrofa 2 es la ley que necesitamos escuchar cuando caemos en el pecado de Pedro, de mirar los vientos y las olas alrededor nuestro (cf. Mt 14:30), porque si nos enfocamos en el sufrir y nos olvidamos de Dios, entonces comenzamos a hundirnos en el dolor, donde solo vamos a encontrar más dolor, tal como lo escribe Neumark: “Así acrecientas tu sufrir, sin paz ni alivio conseguir”. Por esto, en la estrofa 3 la exhortación, el llamado, es a esperar pacientemente en Dios, que es la respuesta que da el salmista en los Salmos 42 y 43 al sufrimiento del alma: “¿Por qué te abates, oh, alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío”.[5] Aunque esperar no es la respuesta que un sufriente quiere escuchar, es lo que Dios nos llama a hacer, esperar y confiar en Él, meditando en su Palabra e invocando su nombre: “E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás” (Sal 50:15).
La estrofa 3 también nos recuerda la buena voluntad de Dios para con sus hijos. Esto es muy importante a la hora de las pruebas y del sufrimiento, ya que la carne, motivada por la ley, tiende a pensar que el sufrimiento es el castigo de Dios o la muestra de rechazo de parte de Dios hacia nosotros. Neumark proclama la misericordiosa voluntad de Dios en Cristo, declarando que Dios quiere ver nuestro bien, y que el sufrir no es más que el medio para tal fin. En conexión con esto, también nos afirma en nuestra elección o predestinación,[6] que fue proclamada en el Bautismo, donde fuimos unidos y sepultados juntamente con Cristo, muriendo al pecado, a fin de resucitar a una vida nueva. Neumark afirma lo que suena obvio, pero que a menudo olvidamos: el que mandó a su Hijo a morir por nosotros, el que nos eligió y adoptó como sus propios hijos, también nos va a sostener en los momentos de prueba por pura gracia y amor. Si nosotros, como padres, además de tener hijos, los amamos y acompañamos en la vida ¡cuánto más nuestro Padre celestial, lleno de amor y de gracia!
La estrofa 4 nos recuerda del amor incondicional de Dios en Cristo Jesús, quien dijo “Elí, Elí, lama sabactani” en lugar de la humanidad, sufriendo el abandono y desamparo que nosotros merecíamos, a fin de que podamos contar con el amparo divino aun sin merecerlo. Aquí es importante creer y confiar en la Palabra de Dios por sobre todos nuestros sentimientos, porque podemos sentir que Dios nos abandonó y nos dejó solos, pero esto no significa que sea así. El salmista confiesa haber caído en esto en el Salmo 31, cuando dice: “Decía yo en mi premura [angustia]: Cortado soy de delante de tus ojos; Pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamaba” (Sal 31:22). En momentos de dolor necesitamos aferrarnos a lo único firme, cierto y verdadero, que es la Palabra de nuestro Señor. Necesitamos creer en su Palabra y no en lo que sentimos, porque lo que sentimos está manchado por el pecado, pero su Palabra es perfecta, divina y da vida.
La misma estrofa 4 señala el engaño de mostrarse impasible[7] ante el sufrimiento, dando una apariencia externa de fortaleza para no exponer la debilidad y necesidad que el dolor crea. El vano orgullo humano siempre nos lleva a “ser independientes”, a poder solos, sin la ayuda de nadie, por eso nos mostramos fuertes, cuando en realidad necesitamos del apoyo y la ayuda del prójimo. Posiblemente podamos sobrevivir al sufrimiento sin ayuda, pero es mucho más fácil con ella. Aquí es donde el orgullo debe cesar y donde debemos aprender a dejarnos amar, porque, aunque es humillante, es bueno ante los ojos de Dios.
La estrofa 4 termina recordándonos que las pruebas y sufrimientos en la fe son lecciones especiales que Dios permite en nuestra vida (cf. He 12:6-8). Aunque no siempre sea fácil discernir qué es lo que Dios quiere enseñarnos, Él siempre quiere llevarnos a recordar y a descansar en su amor y misericordia en Cristo.
La estrofa 5 nos apunta al consuelo y a la alegría que tenemos en la esperanza y en la fe. Incluso en casos terminales, tenemos la esperanza de ser restaurados en cuerpo y alma, de disfrutar de una nueva vida y salud que no se acaban, todo gracias a Aquel que llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores (cf. Is 53:4), para darnos vida eterna en Él. Por eso, somos llamados a sufrir con calma, a no desesperar, sino esperar en Dios, rogándole en oración que tenga piedad de nosotros, que nos saque del pozo en el que estamos.[8] Confiar en Él es lo que siempre termina en bendición, porque la fe sabe que cuenta con el favor[9] de Dios en Cristo Jesús, por pura gracia y amor divinos.
Este famoso himno es canto magistral que sirve de guía y de consuelo en diversas pruebas y sufrimientos. Su melodía acompaña, como anillo al dedo, la letra cargada de exhortaciones y promesas divinas de la Palabra de Dios. Neumark lo escribió después de haber pasado por varias pruebas, por lo cual el contenido resulta familiar para todo cristiano sufriente, ya que las tentaciones, incluso durante el sufrimiento, son siempre las mismas, pero también el amor de Dios es Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre.
Himno 644: “En tristes horas de ansiedad”[10]
Escrito por Paul Eber (1511-1569)
1. En tristes horas de ansiedad,
Rodeados por la oscuridad,
Buscamos luz en el pensar,
Mas penas hemos de encontrar.
2. Consuelo vemos al final,
Que ante tu trono celestial,
Intercediendo Cristo está,
Rescate pronto nos vendrá.
3. Tú has prometido escuchar
Tus hijos a Ti, Dios, clamar
En Nombre del que supo amar
En vida y muerte por salvar.
4. Venimos ante Ti, Señor,
Trayendo penas y dolor,
Ante el maltrato y el horror
Perplejos nos dejó el temor.
5. Nuestra maldad no mires, no,
Por tu bondad perdónanos,
De nuestra angustia guárdanos,
De todo mal, Dios, líbranos.
6. Así con nuestro corazón
Te demos gracias por tu don,
Viviendo cada día en fe,
Y en santo amor sirviéndote.
Sobre el autor:[11]
Paul Eber (1511-1569). Mientras regresaba a su casa después de estudiar en el Gymnasium (escuela secundaria académica) en Ansbach en 1524, debido al inicio de una enfermedad grave, Paul Eber se cayó de su caballo y fue dolorosamente remolcado por casi dos mil metros, dejándolo finalmente discapacitado permanentemente. Debido a la enfermedad y la aterradora tragedia personal que le siguió, no debería sorprender que el teólogo e himnólogo, considerado por Juliano como el segundo después de Lutero entre los poetas de Wittenberg, muchos años más tarde pusiera la pluma sobre el papel y compusiera un himno que habla de grandes dolores envueltos en días interminables de pensamientos ansiosos y consejos impotentes y, sin embargo, rinde gracias alegres a aquel cuya gracia abunda.
El historiador de himnos del siglo XIX, Richard Lauxmann, rastreó este himno hasta la Batalla de Mühlberg en 1547.[12] Pero en 1964, Konrad Ameln informó del descubrimiento de un documento de este himno de 1567, y debajo del himno está la oración “Paulus Eberus fac[iebat]: Anno 1566, quo gens Turcica in Vngaria, et pestilentiae lues in his regionibus grassabatur”. Es decir, “Paul Eber escribió [este himno] en el año 1566, cuando los turcos azotaban Hungría y la peste en esta región”. Difícilmente se puede producir evidencia más confiable, por lo que podemos estar seguros de que el himno se creó dos décadas después de la fecha informada en muchas fuentes.
Una historia mejor atestiguada, relatada por Lauxmann, data de 1639, cuando el himno se cantó en Eilenburg bajo la dirección del archidiácono Martin Rinckart (…) cuando las fuerzas suecas amenazaron la ciudad. Se dice que el canto impresionó tanto al comandante sueco que redujo considerablemente el pago que exigía para mantener a salvo al pueblo.
Lauxmann relató varios otros incidentes en los que las personas se salvaron después de cantar o tocar este himno. El más conmovedor ocurrió en Pegau, cerca de Leipzig, en 1644. Esa ciudad se negó a rendirse a las fuerzas suecas, por lo que el general sueco ordenó que se lanzaran granadas contra la ciudad. La ciudad pronto ardió y una tormenta de granizo impidió los intentos de apagar los incendios. Mujeres y niños huyeron a las calles, luego a los campos, donde se vieron obligados a pasar una fría noche de diciembre al aire libre. Los líderes de la ciudad intentaron entablar negociaciones con el general sueco, pero para él el momento de negociar ya había pasado. Finalmente, el pastor principal de la ciudad hizo un último intento desesperado, caminando a través del ataque sueco con doce niños vestidos de blanco hasta la tienda del general sueco. Al llegar, el pastor hizo que los muchachos se arrodillaran y cantaran “En tristes horas de ansiedad”. Cuando terminaron, el pastor apenas había comenzado a hablar cuando el general se levantó y lo abrazó, reconociéndolo como un antiguo compañero de la escuela. Al final, el general ordenó que se proporcionaran alimentos y suministros a la ciudad, y trató bien a la gente. El populacho agradecido continuó cantando el himno todos los domingos al comienzo del servicio de la tarde, una práctica que aún estaba vigente en el siglo XIX cuando se informó de este incidente.
Sobre el himno:
Este himno comienza describiendo actuar común del sufriente de buscar solución y consuelo en el pensamiento humano, el cual no puede guiarnos sino a más dolor o a consuelos engañosos.
En la estrofa 2 resuena el texto de Romanos 8:34, que dice: “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”.[13] La congregación descansa en esta intercesión divina de Cristo ante el Padre, sabiendo y confesando que el rescaté no tardará en llegar. Asimismo, en la estrofa 3, Eber recuerda delante de Dios y de sí mismo la promesa de Jesús, de que el Padre escucha a sus hijos que lo invocan Su nombre y les concede lo que piden (cf. Jn 16:23).
En la estrofa 4, se mencionan todas aquellas cargas y sufrimientos que los cristianos traen delante de Dios. La estrofa completa no es otra cosa que una confesión ante Dios de todo aquello que nos aqueja. No se ofrecen buenas obras ni sacrificios a cambio de la ayuda divina, sino todo lo contrario, los cristianos vienen trayendo delante de Dios solo problemas y amarguras. En conexión con esto, en la estrofa 5 se ruega por el perdón inmerecido que nace de la bondad de Dios, y seguidamente se le ruega por auxilio ante la angustia y todo mal.
En la estrofa 6 resuena parte del canto de Zacarías:[14] “Que, librados de nuestros enemigos, Sin temor le serviríamos En santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días”. Después de haberle pedido a Dios la libertad de la angustia y todo mal, se confiesa el producto del desenlace: acción de gracias y servicio en amor. Este fruto es el fruto mismo de la redención, como lo describió magistralmente Lutero en la explicación del segundo artículo del Credo: “me ha redimido a mí, hombre perdido… no con oro o plata, sino con su santa, preciosa sangre, y con su inocente pasión y muerte, para que yo sea suyo, y viva bajo Él en su reino y le sirva en eterna justicia, inocencia y bienaventuranza”.[15]
Himno 945: “Con calma, ¡oh, mi alma!”[16]
Escrito por Katrina von Schlegel (1697-1797)
1. Con calma, ¡oh, mi alma!
Espera en el Señor.
Paciente sufre penas y dolor.
Encarga a Dios gobierno y provisión.
Es siempre igual su grande compasión.
Pues Él tan fiel, tu amigo más leal,
Irá contigo hasta el feliz final.
2. Ten calma, ¡oh, mi alma!
Porque el Señor,
Tu guía antaño, siempre lo será.
Confía en Él sin nunca vacilar:
Lo más obscuro al fin se ha de aclarar.
Pues Él tan fiel, con su orden señorial,
Calma el rugir del fiero temporal.
3. En calma, ¡oh, mi alma!
Allá los años van,
Con ellos van pesar, dolor y afán:
En hora buena Dios me ha de llamar;
Y así con Él yo siempre he de morar.
Pues Él tan fiel, mi paz será y luz,
Do sin cesar veré a mí Jesús.
Sobre la autora:[17]
Katrina von Schlegel (1697-1797). Poco se sabe de esta señora. Según Koch, iv., pág. 442, nació el 22 de octubre 22 de 1697, y fue “Stiftsfräulein” [doncella] en el Stift[18] Evangélico Luterano (es decir, convento protestante) en Cöthen. Sin embargo, al consultar a Cöthen, su nombre no aparecía en los registros del convento; y por la correspondencia que mantuvo, en 1750-52, con Heinrich Ernst, Conde de Stolberg, parecería más bien que era una dama adscrita a la pequeña corte ducal de Cöthen.[19] Ha sido imposible obtener más detalles de su vida.
El único de sus himnos que ha pasado al español es: “Con calma, ¡oh, mi alma!, espera en el Señor” de cruz y consuelo. Un hermoso himno sobre el esperar en Dios. Apareció en 1752, en 6 estrofas de 6 versos; y está incluido en Evangelischer Lieder-Schatz de Knapp, 1837, no. 2249 (1865, núm. 2017).
Sobre el himno:
Este himno hace un llamado constante y necesario a tener calma en medio de los sufrimientos,[20] pero no una calma vana por causa del buen orden, sino una calma basada en la realidad evangélica del amor y la misericordia divinos.
En la estrofa 1 nos llama a sufrir con paciencia las penas y dolores (cf. Stg 5:11). Naturalmente uno carece de paciencia en estos momentos, dado que todo lo que deseamos es que el dolor o el sufrimiento terminen, permitiéndonos volver a la rutina y los deberes diarios, permitiéndonos volver a cuidar de los demás y a proveer para nuestras familias. Sin embargo, la autora nos exhorta, diciendo: “encarga a Dios gobierno y provisión”, es decir, deja en las manos de Dios lo que sucede y recuerda que Él provee el pan de cada día para sus hijos.[21]
Esta estrofa también toma la inmutabilidad de Dios como fuente de consuelo, porque nuestra carne tiende a nublar la fe en medio del sufrimiento y a hacernos creer que el amor de Dios se acabó o que Él se cansó de nosotros, pero Él no sufre tales cambios de humor, sino que es firme y constante en lo que promete. Como dice el autor de la carta los Hebreos: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (He 13:8). El amor que mostró en los evangelios por aquellos que sufrían por luto, hambre o enfermedad, es el mismo amor que tiene para con todos los que sufren y esperan su ayuda.
La fidelidad de Dios no tiene comparación con la fidelidad humana. Por ser de Dios, tal fidelidad es inmutable, no cambia, y tampoco falla. San Pablo le dice a Timoteo: “Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo” (2 Ti 2:13). Este es el gran consuelo de la fidelidad inmutable de Dios: que, aunque nosotros le seamos infieles y le fallemos, Él no va a ser infiel ni nos va a fallar, porque eso no es parte de su naturaleza. Todas sus promesas de perdón y protección no se basan en nuestra fidelidad, sino en Cristo Jesús y su fidelidad, la cual es perfecta, eterna y constante. Por eso podemos vivir confiados, sabiendo que nuestro amigo más leal, irá con nosotros hasta el feliz final.
La estrofa 2 es un llamado a la confianza plena en Dios como nuestro guía (cf. Sal 23:3; 28:9; 31:3). Aunque no comprendamos la razón de nuestro dolor o sufrimiento, podemos confiar en Él con todo nuestro corazón, sabiendo que al final todo lo oscuro, lo difícil de entender, será claramente apreciado y entendido. En medio de las dudas y del sufrir podemos encontrar consuelo en las Palabras de San Pablo a los Romanos, donde dice: “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Ro 8:28).
Esta estrofa concluye señalando el poder señorial de nuestro Señor sobre las aguas embravecidas por la tormenta (cf. Sal 107:28-30; Lc 8:24-25), dando a entender que solo basta su Palabra para calmar la tormenta que nos rodea o que nos perturba internamente.
La estrofa 3 medita en la realidad que acarrean los años, como dice el Salmo 90: “Los días de nuestra edad son setenta años; Y si en los más robustos son ochenta años, Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, Porque pronto pasan, y volamos”.[22] Concluye dejando en las manos de Dios el momento de nuestra partida,[23] de nuestra muerte, cuando iremos a la paz y luz eternas, a vivir con Cristo Jesús eternamente (cf. Sal 23:6).
La letra y melodía de este himno nos llaman a reposar con calma en las manos amorosas de un Dios inmutable, que ha revelado en su Palabra que lo único que quiere es que creamos en su Hijo y que, creyendo, tengamos vida eterna en su nombre (cf. Jn 3:16; 6:40).
Himno 894: “Cristo Salvador, sé mi guiador”[24]
Escrito por Nicolaus Ludwig von Zinzendorf (1700-1760)
1. Cristo Salvador,
Sé mi guiador
En la senda de esta vida
A la patria apetecida:
¡Nuestro galardón
Nos espera en Sion!
2. En dura aflicción,
Haz que el corazón
Nunca del sufrir se queje,
Mas a Ti el remedio deje:
¡Quien te quiere amar
Aquí ha de penar!
3. Si nos toca ver
A otros padecer
De la vida en dura vía,
Da celeste simpatía:
¡Vuelve al corazón
De tu paz el don!
4. Lágrimas, dolor
Quita, ¡oh, Salvador!
En tu dulce compañía
Guíanos día tras día:
¡Ábrenos al fin
Del cielo el jardín! Amén.
Sobre el autor:[25]
Nicolaus Ludwig von Zinzendorf fue el fundador de la comunidad religiosa de Herrnhut y apóstol de los Hermanos Unidos. Nació en Dresde el 26 de mayo de 1700. No es frecuente que la sangre noble y la riqueza mundana se alíen con la verdadera piedad y el celo misionero. Sin embargo, tal fue el caso del conde de Zinzendorf. Spener, el padre del pietismo, fue su padrino; y Franke, el fundador de la famosa Casa de los Huérfanos en Halle, fue su tutor durante varios años. En 1731 Zinzendorf renunció a todos sus deberes públicos y se dedicó al trabajo misionero. Viajó extensamente por el continente, en Gran Bretaña y en América, predicando a “Cristo, y a este crucificado”, y organizando sociedades de hermanos moravos. Se dice que John Wesley estuvo bajo el compromiso de Zinzendorf por algunas ideas sobre el canto, la organización de clases y el gobierno de la Iglesia. Zinzendorf fue autor de unos dos mil himnos. Muchos de ellos son de poco valor, pero unos pocos son muy valiosos, llenos de dulzura evangélica y de santo fervor. Murió en Herrnhut el 6 de mayo de 1760.
Sobre el himno:
El himno comienza fijando la mirada en la esperanza eterna, pidiendo la guía del Salvador durante esta vida, para llegar finalmente a la patria celestial. En la estrofa 2, el autor pide al Señor que no permita que el corazón se hunda en las quejas que trae el sufrimiento, sino que deje el remedio en las manos de Dios. Esta estrofa termina recordando la cruz del cristiano, el sufrimiento como consecuencia del amor hacia Dios.
La estrofa 3 hace referencia al sufrimiento por impotencia, por ver a otros sufrir sin poder hacer que cambie inmediatamente su suerte. Asimismo, pide a Dios que conceda “celeste simpatía”, es decir, un interés y cariño divinos para con aquel que sufre. Y finalmente ruega el don de la paz para tales corazones.
En la estrofa 4, el autor ruega por el consuelo divino con la imagen del secado de lágrimas, que también se menciona en Isaías 25:8 y en Apocalipsis 7:17 y 21:4. Seguidamente ruega por la guía dulce y diaria del Señor hasta llegar finalmente a la eternidad.
La temática del himno es el ruego por la guía del Señor a través de los sufrimientos de la vida temporal. Se destaca al comienzo y al final de su estructura la mención de la patria celestial y el jardín del cielo, como esperanza constante para el cristiano sufriente.
Himno 864: “Cuan firme cimiento”[26]
Escrito por George Keith (1638-1716)
1. ¡Cuán firme cimiento se ha dado a la fe,
De Dios en su eterna Palabra de amor!
¿Qué más Él pudiera en su Libro añadir
Si todo a sus hijos lo ha dicho el Señor,
Si todo a sus hijos lo ha dicho el Señor?
2. Ya te halles enfermo, o en plena salud,
Ya rico, ya pobre se encuentre tu ser,
En casa o viajando por tierra o por mar,
Conforme a tus años será tu poder,
Conforme a tus años será tu poder.
3. No temas por nada, contigo Yo soy;
Tu Dios Yo soy sólo, tu ayuda seré,
Tu fuerza y firmeza en mi diestra estarán
Y en ella sostén y poder te daré,
Y en ella sostén y poder te daré.
4. No habrán de anegarte las ondas del mar
Cuando aguas profundas te ordeno cruzar:
Pues siempre contigo seré en tu dolor,
Y todas tus penas podré mitigar,
Y todas tus penas podré mitigar.
5. La llama no puede dañarte jamás
Si en medio del fuego te ordeno pasar;
El oro de tu alma más puro será,
Pues sólo la escoria se habrá de quemar,
Pues sólo la escoria se habrá de quemar.
6. Mi amor siempre tierno, invariable, eternal,
Constante a mi pueblo mostrarle podré;
Si nívea corona ya ciñe su sien,
Cual tiernos corderos aun cuidaré,
Cual tiernos corderos aun cuidaré.
7. Al alma que anhele la paz que hay en Mí
Jamás en sus luchas la habré de dejar;
Si todo el infierno la quiere perder,
¡Yo nunca, no, nunca, la puedo olvidar!
¡Yo nunca, no, nunca, la puedo olvidar!
Sobre el autor:[27]
En A Selection of Hymns de John Rippon (1787, más numerosas ediciones posteriores), “Cuan firme cimiento” (no. 128) se atribuye simplemente a “K_”.[28] El autor del himno nunca ha sido identificado definitivamente, pero los candidatos más comunes se enumeran a continuación.
I. Robert Keen: La posibilidad más probable es Robert Keene, quien se desempeñó como chantre[29] en la iglesia de Rippon. La evidencia para conectar a K con Keene proviene (1) de su estrecha relación con Rippon, (2) el libro de melodías de Rippon y (3) el testimonio de Thomas Walker.
Después de que Rippon comenzara a publicar un libro de melodías, A Selection of Psalm and Hymn Tunes (1792), para acompañar su himnario, se compararon ambos libros entre sí; las melodías sugeridas para “Cuan firme cimiento” fueron GEARD (núm. 156) y BROUGHTON (núm. 172). Tanto GEARD como BROUGHTON aparecieron por primera vez en el libro de melodías de Rippon y probablemente fueron escritas para él. BROUGHTON es de T. [Thomas] Walker, y GEARD es de R. [Robert] Keene, de aquí viene la asociación con “K.”, pero la conexión es, en el mejor de los casos, especulativa.
Julian, en su artículo sobre “Cuan firme cimiento” en el Diccionario de himnología, señala que Walker luego ayudó a Alexander Fletcher con su A Collection of Hymns (1822), y en esa colección el texto se atribuye a Keen.
II. George Keith:[30] En Singers and Songs of the Church (1869) de Josiah Miller, “Cuan firme cimiento” se atribuye a George Keith. Según Julian, la motivación detrás de esta atribución fue Daniel Sedgwick (Miller le atribuye en el prefacio haber contribuido con conocimientos himnológicos especiales), pero Julian señala que Sedgwick obtuvo su información de “una anciana a quien Sedgwick conoció en una casa de beneficencia”. Keith era editor en Londres y yerno del Dr. Gill, el distinguido predecesor de Rippon en Carter Lane.
Sobre el himno:
El himno comienza señalando al alma sufriente el cimiento sobre el cual reposar y afirmarse en tiempos de prueba.[31] La fe solo encuentra reposo en la preciosa Palabra de Dios. Aunque no encontremos en ella las respuestas exactas que solemos buscar, ella es suficiente para el cristiano, puesto que contiene todo lo que Dios le reveló para salvación. Ella es suficiente para engendrar la fe, nutrirla (Sacramentos=Palabra visible), y guiarla a la eternidad. A esta doctrina de la Palabra se la conoce como doctrina de la suficiencia. Por eso la estrofa concluye, diciendo: ¿Qué más Él pudiera en su Libro añadir Si todo a sus hijos lo ha dicho el Señor, Si todo a sus hijos lo ha dicho el Señor?
La estrofa 2 es un recordatorio de las limitaciones humanadas de acuerdo a la edad, cosa que también el Salmo 90 describe en el versículo 10. Naturalmente no consideramos nuestra fragilidad humana, sino hasta el momento cuando la enfermedad o achaques de la edad nos la recuerdan.
A partir de la estrofa 3 en adelante, el autor parafrasea las promesas de Dios para con sus hijos redimidos. En esta estrofa, resuenan las palabras de Dios a Josué: “no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Jos 1:9), junto con la declaración de que sólo Él es Dios. Asimismo, resuena hacia el final la conocida expresión “la diestra de Jehová”, que se aparece reiteradas veces en los Salmos, por ejemplo, en el Salmo 18:35: “Me diste asimismo el escudo de tu salvación; Tu diestra me sustentó, Y tu benignidad me ha engrandecido”, y en el Salmo 138: “Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás; Contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, Y me salvará tu diestra” (Sal 138:7).
En la estrofa 4 y 5 se hace referencia a la promesa de Dios en Isaías 43, donde dice: “Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” (vv. 1-2). Asimismo, el Salmo 66 es una confesión de cómo Dios prueba a su pueblo como a metal precioso (“Porque tú nos probaste, oh Dios; Nos ensayaste como se afina la plata”, v. 10), donde también el agua y el fuego son instrumentos de prueba. Por un lado, la estrofa 4 refleja el cruce del Mar Rojo por parte del pueblo de Israel, y compara las aguas profundas con el sufrimiento humano, donde Dios se hace presente, trayendo alivio, mitigando el dolor. Por otro lado, la estrofa 5 hace referencia al fuego purificador del que habla Pedro en su primera epístola:
En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo (1 Pe 1:6-7).
La estrofa 6 trae a la escena la consoladora inmutabilidad de Dios: Mi amor siempre tierno, invariable, eternal, Constante a mi pueblo mostrarle podré. La intención es recordarle al alma sufriente que no hay razones para imaginarse a un Dios ofendido o cansado de uno, sino todo lo contrario, ya que su amor y compasión jamás dependió, depende ni dependerá de la bondad o sacrificio humano. Después de dejar esto en claro, la estrofa cierra con una referencia pastoril, recordándonos las promesas de nuestro Buen Pastor: “Yo apacentaré mis ovejas, y yo les daré aprisco, dice Jehová el Señor. Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada; vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil” (Ez 34:15-16).
Finalmente, estrofa 7 nos recuerda la misericordiosa voluntad de Dios para con todos los que le buscan: “Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón, Porque Jehová oye a los menesterosos” (Sal 69:32-33); y también, el conocido Salmo 27:
Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh, Jehová; No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu siervo; Mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación. Aunque mi padre y mi madre me abandonen, Jehová me recogerá (Sal 27:8-10).
Las últimas palabras del himno reflejan la buena voluntad de Dios para con todos sus hijos que son tentados constantemente por el diablo, el mundo y la propia carne, con el solo objetivo de arrastrarlos a la perdición. Hablando del alma, dice el Himno: Si todo el infierno la quiere perder, ¡yo nunca, no nunca, la puedo olvidar! Estas palabras concluyen el himno afirmando al creyente en el amor constante de Dios ante las pruebas y sufrimientos.
Himno 901: “Dame más fe, Señor Jesús”[32]
Escrito por Frederick William Faber (1814-1863)
1. Dame más fe, Señor Jesús;
Dame la fe, ¡oh Salvador!,
Que al afligido da la paz,
La fe que salva del temor;
Fe de los santos galardón,
Gloriosa fe de salvación.
2. Dame la fe que trae poder,
De los demonios vencedor;
Que fieras no podrán vencer,
Ni dominarla el opresor,
Que pueda hogueras soportar,
Premio de mártir alcanzar.
3. Dame la fe que vencerá,
En todo tiempo, mi Jesús;
Dame la fe que fijará
Mi vista en tu divina cruz;
Que puede proclamar tu amor,
Tu voluntad hacer, Señor.
4. Dame la fe que da el valor,
Que ayuda al débil a triunfar,
Que todo sufre con amor,
Y puede en el dolor cantar,
Que puede el cielo escalar,
O aquí con Cristo caminar. Amén.
Sobre el autor:[33]
Criado en la Iglesia de Inglaterra, Frederick W. Faber (n. Calverly, Yorkshire, Inglaterra, 1814; m. Kensington, Londres, Inglaterra, 1863) provenía de una familia hugonote y calvinista estricta. Fue educado en Balliol College, Oxford, y ordenado en la Iglesia de Inglaterra en 1839. Influenciado por las enseñanzas de John Henry Newman, Faber siguió a Newman a la Iglesia Católica Romana en 1845 y sirvió bajo la supervisión de Newman en el Oratorio de San Felipe Neri. Debido a que creía que los católicos romanos debían cantar himnos como los escritos por John Newton, Charles Wesley y William Cowpe, Faber escribió 150 himnos. Uno de sus más conocidos, “Dame más fe, Señor Jesús”, […]. Publicó sus himnos en varios volúmenes y finalmente los recopiló todos en su libro llamado Hymns (1862).
Sobre el himno:
Este himno hace alusión directa a la petición de los discípulos: “Auméntanos la fe” (Lc 17:5), después que el Señor les mandara a perdonar a sus hermanos, aunque estos pecaran siete veces al día. La estrofa 1 describe al don de la fe como aquel que da paz al afligido y que salva del temor. En este caso, es importante recordar que fe significa también confianza. Creer en Dios va más allá de reconocer su existencia, es confiar en sus promesas y en el amor que nos mostró en la cruz de su Hijo. La fe que salva del temor es una fe que sabe que el Dios todopoderoso la ampara y la protege contra todo mal y peligro, es una fe que descansa en los brazos de ese mismo Dios cuando el sufrimiento golpea.
La estrofa 2 hace referencia al sufrimiento de martirio, el sufrimiento que se padece por creer en el Dios Trino y confesar la fe en Él. Aunque pensar en martirio nos remonta inmediatamente a las persecuciones del imperio hacia la iglesia primitiva, el sufrimiento por creer y confesar la fe es parte también de nuestra vida diaria hoy. La lucha contra el viejo hombre causa dolor y sufrimiento, como toda lucha. El resistir por la fe al pecado mortifica la carne y acarrea sufrimiento. Desde abstenerse de un vicio hasta conservar la virginidad, toda obra nacida de la fe en contra del pecado molesta a la carne, que no desea otra cosa que entregarse a las pasiones carnales.
La estrofa 3, en conexión con la 2, señala el carácter victorioso de la fe. Esto no se debe a la propia fortaleza espiritual del cristiano o a algún carácter especial en él, sino que se debe solamente a Cristo Jesús, vencedor del pecado, de la muerte y del diablo. La fe no vence porque sea fuerte o grande, sino que vence porque descansa en Jesús. Muchos caen en confiar en su fe en vez de confiar en Jesús. Aunque suene redundante, mucha gente tiene fe en su fe, es decir, confían en la fuerza de su fe en vez de confiar en Cristo. Pero si la fe descansa en Cristo, entonces la victoria está asegurada, porque no depende de ningún factor en nosotros, sino en uno extra nos, en una justicia forense y en una victoria que fueron ganadas para nosotros por Cristo Jesús.
La estrofa 3 ruega por una fe que fije la mirada en la cruz de Cristo. Aunque para muchos la cruz sea un evento pasado, para Dios mismo fue la demostración más pura de su amor por su criatura. Allí murió en vergüenza, dolor y abandono el Dios eterno hecho hombre, pagando por las maldades de su criatura, para darle perdón y paz, para darle vida y salud eternas. Puesto que el sufrimiento suele llevarnos a cuestionar el amor de Dios por nosotros, el fijar los ojos en la cruz de Cristo nos recuerda el amor incuestionable e incondicional de Dios hacia nosotros. Cuando el cristiano sufriente se apropia de tal amor y encuentra consuelo en él, entonces no desea otra cosa que hablar del amor que le dio paz y consuelo en las horas de dolor, y no quiere otra cosa que quedarse cerca de ese amor, sirviendo alegremente a Aquel que lo amó tanto.
La estrofa 4 ruega por la fe que da valor para la lucha y que da fortaleza en la debilidad. Seguidamente pide por la fe que todo lo sufre con amor y que puede cantar en medio del dolor. Este verso trae a la memoria las palabras del apóstol Pablo en 1 Corintios 13: “El amor todo lo sufre, todo lo espera, todo lo soporta…”. Aunque dicho capítulo exalta el amor por sobre la fe y la esperanza, dado que éste es el único eterno de los tres, el hombre no puede reconocer, apropiarse y disfrutar de este amor de Dios si antes no cree en Él. La fe, el amor y la esperanza van siempre de la mano. La fe que todo sufre con amor es una fe que reconoce y confía en el amor divino que la acompaña a pesar del dolor que sufre, y en ese mismo amor encuentra consuelo y alivio.
Finalmente, el autor pide por la fe que puede cantar en medio del dolor. Aunque naturalmente el canto ha sido visto como una expresión del ánimo alegre, los salmos contienen abundantes expresiones de dolor, lamento y frustración que se volvían palabras propias de la congregación que los entonaba. La fe que canta en medio del dolor es una que fe que no solo expresa su pena, sino que, como hemos visto en los himnos de cruz y consuelo, alaba y proclama el consuelo de Dios en Cristo y ruega por el auxilio prometido.
Himno 871: “En Jesucristo se haya la paz”[34]
Escrito por Fanny J. Crosby (1820-1915)
1. En Jesucristo se halla la paz,
En horas negras de tempestad,
Hallan las almas dulce solaz
Grato consuelo, felicidad.
Estribillo: Gloria cantemos al Redentor,
que por nosotros quiso morir;
y que la gracia del Salvador
siempre dirija nuestro vivir.
2. En nuestras luchas, en el dolor,
En tristes horas de tentación,
Calma le infunde, santo fervor,
Nuevos alientos, al corazón.
3. Cuando en la lucha, falta la fe,
Y el alma vese desfallecer,
Cristo nos dice: “Siempre os daré,
Gracia divina, santo poder”.
Sobre la autora:[35]
Frances Jane Crosby,[36] hija de John y Mercy Crosby, nació en el sureste de Nueva York, condado de Putnam, el 24 de marzo de 1820. Quedó ciega a la edad de seis semanas debido a un maltratamiento de sus ojos durante un período de enfermedad. Cuando tenía ocho años se mudó con sus padres a Ridgefield, Connecticut, donde la familia permaneció cuatro años. A los quince años ingresó en la Institución para Ciegos de Nueva York, donde recibió una buena educación. Se convirtió en maestra en la institución en 1847 y continuó su trabajo hasta el 1 de marzo de 1858. Enseñó gramática inglesa, retórica e historia estadounidense. Murió el 12 de febrero de 1915.
Este fue el gran período de desarrollo en su vida. Durante las vacaciones de 1852 y 1853, que pasó en North Reading, Massachusetts, escribió la letra de muchas canciones para Dr. Geo. F. Root, quien era profesor de música en la institución para ciegos en ese entonces. […]. Posteriormente escribió la letra de las cantatas de La Reina de las Flores y Los Padres Peregrinos, todas ellas muy populares en su época, aunque en aquella época no se sabía generalmente que ella era la autora.
Mientras enseñaba en la institución, conoció a los presidentes Van Buren y Tyler, Hon. Henry Clay, Gobernador Wm. H. Seward, el general Winfield Scott y otros personajes distinguidos de la historia estadounidense. En cuanto al Sr. Clay, dice lo siguiente: “Cuando el Sr. Clay vino a la institución durante su última visita a Nueva York, fui seleccionada para darle la bienvenida con un poema. Seis meses antes había perdido un hijo en la batalla de Monterrey, y yo le había enviado algunos versos para la ocasión. En mi discurso evité cuidadosamente cualquier alusión a ellos, para no herirlo. Cuando hube terminado, tomó mi brazo entre los suyos y, dirigiéndose a la audiencia, dijo entre lágrimas: ‘Este no es el primer poema que debo a esta señora, hace seis meses me envió unos versos sobre la muerte de mi querido hijo’. Ambos quedamos abrumados por unos momentos. Pronto, con un espléndido esfuerzo, el Sr. Clay se recuperó, pero no pude controlar mis lágrimas”. En relación con su reunión con estos hombres notables, podríamos agregar que la señorita Fanny Crosby tuvo el honor de ser la primera mujer cuya voz se escuchó públicamente en la Cámara del Senado en Washington. En cierta ocasión, leyó allí un poema. Además de los miles de himnos que ha escrito (unos ocho mil poemas en total), muchos de los cuales no han sido musicalizados, ha publicado cuatro volúmenes de versos.
Sobre el himno:
Este hermoso himno en letra y melodía señala a Cristo Jesús como la fuente de paz para el cristiano angustiado, afirmándolo en el amor de Aquel que se entregó voluntariamente a la muerte por todos. En la segunda parte del estribillo, a modo de deseo y oración, se pide que sea la gracia de Dios la que dirija la vida cristiana.
La estrofa 2 señala nuevamente a Cristo Jesús como aquel que infunde calma y aliento al corazón golpeado por las luchas, las tentaciones y el dolor. La estrofa 3 hace referencia a la debilidad humana por la cual nuestra fe tambalea, e inmediatamente trae al oído palabras de Cristo prometiendo dar su gracia, su favor, y su poder.
El estribillo hace resonar la alabanza al Salvador por su sacrificio en la cruz, donde la gracia de Dios fue manifestada sin reservas ante todo el mundo. Con las palabras “que por nosotros quiso morir”, la autora expone la voluntad misericordiosa de Dios en Cristo para con el pecador.
Himno 933: “Mi mano ten, Señor, pues yo soy débil”[37]
Escrito por Fanny J. Crosby (1820-1915)
1. Mi mano ten, Señor, pues yo soy débil,
Sin Ti no puedo riesgos afrontar;
Tenla, Señor: mi vida el gozo llene
Al verme libre así de todo azar.
2. Mi mano ten: permite que me animen
El regocijo y la esperanza en Ti;
Tenla, Señor, y compasivo impide
Que caiga en mal cual otra vez caí.
3. Mi mano ten: mi senda es tenebrosa
Si no la alumbra tu radiante faz;
Por fe si alcanzo a percibir tu gloria,
¡Cuán grande gozo! ¡Cuán profunda paz! Amén.
Sobre el himno:
Este himno hace eco del Salmo 73, que dice: “Con todo, yo siempre estuve contigo; Me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, Y después me recibirás en gloria”.[38] El himno ruega a Dios que sujete la mano de sus débiles hijos, quienes no solo son débiles en lo que respecta al sufrimiento, sino también a la tentación (estrofa 2) y a las pruebas en general (senda tenebrosa).
En el himno, el creyente se ve a sí mismo siendo guiado y sostenido de la mano por Dios mismo, tal como un padre o una madre sujetan a sus hijos, manteniéndolos cerca y seguros. Esta imagen es usada por Dios mismo para infundir aliento a su pueblo y confianza: “Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo” (Is 41:13).[39] La autora se alegra al percibir por la fe la realidad escatológica de la gloria de Dios (cf. Ro 8:18).
Himno 930: “Confía tu camino”[40]
Escrito por Paul Gerhardt (1607-1676)
1. Confía tu camino,
Tu pena y tu dolor
A tu Señor divino,
Del mundo el Creador.
El que a los orbes rige
Con gloria y majestad,
Él mismo te dirige
Por sendas de verdad.
2. Constante en Dios confía,
Y en paz podrás vivir:
Su obrar será tu guía
Por siempre en tu existir.
Con penas y amargura,
Con tu propia aflicción
No lograrás ventura,
Mas sí con oración.
3. Su voluntad impera;
Todo en su mano está;
Su acción es gracia entera,
Radiante luz, su andar.
Jamás su brazo siente
Fatigas al actuar:
Así tu, fiel creyente,
Al fin podrás triunfar.
4. ¡Oh mi alma desgarrada,
Espera con quietud!
Pronto estarás librada
De toda esclavitud.
Entonces, ¡cuán dichosa!,
Con Dios tú morarás:
En calma y paz gozosa
Su faz contemplarás.
5. ¡Dichoso tu, creyente!
Dirás: ¡la fe guardé!
Pues llevas en tu frente
Los lauros de tu fe.
Dios mismo te corona
Con gloria y prez sin par;
Al rey tu boca entona
Loores sin cesar.
Sobre el autor:[41]
Paul Gerhardt (n. Gräfenheinichen, Sajonia, Alemania, 1607; m. Lubben, Alemania, 1676), fue un famoso autor de himnos evangélicos luteranos. Estudió teología e himnodia en la Universidad de Wittenberg y luego fue tutor en Berlín, donde hizo amistad con Johann Crüger. Sirvió en la parroquia luterana de Mittenwalde, cerca de Berlín (1651-1657), y en la gran iglesia de San Nicolás en Berlín (1657-1666). Friederich William, el elector calvinista, había emitido un edicto que prohibía a los diversos grupos protestantes luchar entre sí. Aunque Gerhardt no quería conflictos entre las iglesias, se negó a cumplir con el edicto porque creía que se oponía a la “Fórmula de Concordia” luterana, que condenaba algunas doctrinas calvinistas. En consecuencia, fue relevado de su cargo en Berlín en 1666. Con el apoyo de amigos, se convirtió en archidiácono en Lubben en 1669 y permaneció allí hasta su muerte.
Gerhardt experimentó mucho sufrimiento en su vida; él y sus feligreses vivieron en la era de la Guerra de los Treinta Años, y su familia experimentó una tragedia increíble: cuatro de sus cinco hijos murieron jóvenes y su esposa murió después de una enfermedad prolongada. En la historia de la himnodia, Gerhardt es considerado una figura de transición: escribió en un momento en que los himnos estaban cambiando de un enfoque más objetivo, confesional y corporativo a uno pietista, devocional y personal. Al igual que otros himnos alemanes, los de Gerhardt eran largos y estaban destinados a usarse durante un servicio, un grupo de estrofas a la vez. Más de 130 de sus himnos se publicaron en varias ediciones de Praxis Pietatis Melica de Cruger, Crüger-Runge Gesangbuch (1653) y Das andere Dutzeud geistliche Andachtslieder Herrn Paul Gerhardts de Ebeling (1666-1667). John Wesley y Catherine Winkworth hicieron famosas las traducciones al inglés de los textos de Gerhardt.
La Guerra de los Treinta Años:[42]
El Libro de la Concordia trajo paz espiritual dentro de la Iglesia Luterana, pero no puso fin a las hostilidades políticas que surgieron de las confesiones religiosas en conflicto en Europa. En 1619, la Paz de Augsburgo de 1555 se deshizo y estalló la guerra. La Guerra de los Treinta Años que se puede dividir en cuatro fases principales: bohemia (1618-1625), danesa (1625-1629), sueca (1630-1635) y francesa (1635-1648). Durante un tiempo pareció que los príncipes luteranos y sus ejércitos iban a ser destruidos y que el luteranismo en Alemania sería empujado al Mar Báltico. Pero Dios despertó al Gran León del Norte para que saliera en defensa de los sufrientes luteranos alemanes que no se alegraron mucho de verlo. En 1630, Gustavo Adolfo, rey de Suecia, trajo su ejército a Alemania para ayudar a los luteranos. Cuando entró en Wittenberg en 1631, se dice que dijo: “Estimados señores, desde este lugar nos ha llegado la luz del Evangelio de ustedes. Pero debido a que los enemigos lo oscurecerían aquí, debemos acudir a ustedes para que Dios pronto reavive esa luz”. Su ejército bien organizado fue de victoria en victoria. Antes de la batalla de Lützen en 1632, todo el ejército cantó, “Castillo fuerte es nuestro Dios” y “Oh, pequeño rebaño”. Su ejército derrotó al ejército católico, pero Gustavo murió en la batalla. Gerhardt probablemente presenció su cortejo fúnebre a través de Wittenberg en su camino a Suecia. La guerra continuó durante trece años más. Después de treinta años de guerra salvaje, la guerra terminó con la Paz de Westfalia en 1648. Esta paz proporcionó los mismos derechos a luteranos, calvinistas y católicos, pero el príncipe tenía derecho a decidir la religión de su reino (cuius regio eius religio).
El efecto de la Guerra de los Treinta Años en Alemania fue devastador. El norte de Alemania estaba en ruinas. La tierra fue devastada por los ejércitos saqueadores. Los ejércitos en ese momento no tenían líneas de suministro ni grupos de apoyo. Sobrevivieron viviendo de la tierra, saqueando y robando por donde pasaban. Un ejército amigo era tan devastador como un ejército enemigo. Primero, la tierra tuvo que apoyar a los ejércitos imperiales, y luego el ejército sueco necesitaba apoyo. La población se redujo a aproximadamente un tercio de lo que había antes de la guerra. El comercio casi había cesado. La guerra dejó a Alemania tan exhausta que tardó un siglo en recuperarse. La vida intelectual, moral y espiritual estaba en su punto más bajo. La guerra fue una tragedia horrible y se luchó en nombre de la religión. […].
Paul Gerhardt sufrió personalmente en la guerra. En 1637, los suecos, decididos a castigar al elector Johann George I por firmar una paz por separado (Praga en 1635) con el emperador, se presentaron ante las puertas de Gräfenhainichen, exigiendo un impuesto de guerra. Este fue pagado, pero los soldados prendieron fuego a la ciudad de todos modos. La casa de Gerhardt y la iglesia, la escuela, la casa parroquial y el castillo de la ciudad fueron destruidos, junto con muchos otros edificios. En este momento se perdieron muchos de los registros de la vida temprana de Gerhardt. En la plaga que siguió a la destrucción de la ciudad, el hermano de Gerhardt, Christian, murió en noviembre. La propia ciudad de Wittenberg, donde vivía Gerhardt en ese momento, se salvó de los ataques, pero aquí también la pestilencia devastó la ciudad.
Sobre el himno:[43]
Paul Gerhardt escribió muchos himnos que tratan sobre el consuelo, la esperanza y el gozo que se encuentran al confiar en el cuidado providencial y salvador de Dios para Su creación, y este es probablemente el más conocido. Circuló una historia en el siglo XIX que poco después de la publicación del himno, un trabajador de una panadería lo cantó mientras trabajaba en una gran ciudad del norte de Alemania. Por la tarde, los otros trabajadores de la panadería lo habían aprendido, y en una semana, toda la ciudad lo estaba cantando. El himno es bastante conocido en Alemania hoy en día, donde se canta con su melodía original, no con la nueva que fue escrita para LSB [SUFFICIENTIA].
Se han presentado historias para explicar la letra del himno. Una historia es que Gerhardt lo escribió para consolar a su familia después de su expulsión de Berlín en 1668. Sin embargo, dado que el himno ya se había publicado en 1653, eso parece poco probable. Otra historia es que la esposa de Gerhardt una vez le suplicó a su esposo que le diera dinero para comprar comida, pero no había dinero. Así que Gerhardt le prometió a su esposa una comida y bebida eternas de la Palabra de Dios. Después de unas pocas horas de trabajo, el resultado fue este himno. Una vez más, sin embargo, la historia no tiene ninguna base real. En verdad, no sabemos por qué Gerhardt escribió el himno.
Estas historias ilustran que Gerhardt enfrentó mucha angustia durante su vida, que los problemas y las tentaciones que ponen a prueba la fe y que luchan contra las promesas seguras y ciertas de Dios en Jesucristo para los corazones y las almas de los creyentes también afectaron a Gerhardt y dieron forma a la letra de sus himnos. Cuando cumplió los catorce años, sus padres habían muerto. Cuando tenía treinta años, su ciudad natal de Gräfenhainichen fue destruida por el ejército sueco durante la Guerra de los Treinta Años, un caso en el que un ejército luterano destruyó una ciudad luterana; y en el otoño del mismo año, su hermano mayor, Christian, murió allí de la peste. Después de escribir este himno, Gerhardt viviría la muerte de su esposa y cuatro de sus cinco hijos.
El motivo de Gerhardt para escribir este himno sobre el cuidado providencial de Dios se ha perdido en el tiempo, pero los estudiosos han señalado algunos escritos que él probablemente conocía y que podrían haber influido en el contenido del himno. Primero, hay una “charla de sobremesa” de Lutero que usa la primera línea del Salmo 37:5: “Encomienda al Señor tu camino; confía en Él, y Él hará”. El himno de Gerhardt comienza citando este verso, y uno puede ver cómo el himno puede haber sido influenciado por este poema atribuido a Lutero:
Encomienda tu camino al Señor.
Calla, sufre, huye y aguanta,
tus problemas a nadie lamento.
En Dios no desesperéis;
tu felicidad llega todos los días.
Himno 943: “Olvida tu pesar”[44]
Escrito por Paul Gerhardt (1607-1676)
1. Olvida tu pesar,
Confía en el Señor.
Pues Él conoce tu ansiedad,
Te libra del temor.
2. La fiera tempestad
Aquieta el Salvador;
Espera en Dios y así verás
El triunfo del Señor.
3. Deja elegir a Dios
Y déjale ordenar;
Y te dará por bendición,
Su luz, su amor, su paz.
4. En todo tu pedir
Su gracia te dará;
Cuando Él su obra haga aquí
Temores ya no habrá.
Sobre el himno:
El himno está escrito en forma de exhortación al cristiano, animándolo a confiar y a esperar en Dios, encomendando la situación en sus manos y descansando en la certeza de que nada escapa de su gobierno. El himno retrata a Dios como aquel que conoce de cerca nuestros miedos y ansiedades, que tiene control sobre aquello que escapa de nuestras manos, que bendice con amor y paz a sus hijos, y que dará gracia para el oportuno socorro (cf. He 4:16).
BONUS EXTRA: Himno: “¿Por qué sufro con desvelo?”[45]
Escrito por Paul Gerhardt (1607-1676)
1. ¿Por qué sufro con desvelo?
Cristo aquí,
Junto a mí,
siempre da consuelo.
¿Quién podrá el cielo quitarme
Si Él pagó
Y murió
Para vida darme?
2. Cuando los problemas vengan
Aunque mal
Causan tal
Nunca me detengan.
Dios mi Salvador bien sabe
Como obrar,
Sustentar,
Hasta que se acaben.
3. Dios da días de alegrías
Bien lo sé y
Confiaré
Si da tristes días.
Bueno es Dios su amor me guarda
Diario así,
Fiel aquí,
Siempre me acompaña.
4. Buen Pastor, Tú eres mío,
Tuyo soy,
A Ti voy,
En quien me glorío.
Por tu muerte me compraste,
En la cruz,
Santa Luz,
Sangre derramaste.
5. Reina Tú mi ser, mi vida,
Para así,
Nunca aquí,
Verme sin salida.
Al final he de encontrarte,
Te veré y
Correré
Para así abrazarte.
Sobre el himno:[46]
Este himno de Paul Gerhardt (1607-1676), originalmente en doce estrofas, es un tesoro de consuelo. Estas palabras incluso consolaron al autor en su lecho de muerte, ya que pronunció la estrofa final[47] utilizada en LSB (estrofa 8 del original) como su oración de muerte. La Capilla Conmemorativa de Paul Gerhardt en el cementerio de Gräfenhainichen, la ciudad natal de Gerhardt, tiene la primera línea de esta estrofa inscrita en alemán: “Kann uns doch kein Tod nicht töten”.
Muchos de los himnos de Gerhardt presentan la teología de la cruz como poesía cantada, aunque él no fue el primero en articular esta teología. Martín Lutero habló de la theologia crucis en su Disputa de Heidelberg de 1518. El lugar de las pruebas (tentatio) en la enseñanza del estudiante de teología se convierte en un tema común en los escritos del reformador a partir de entonces. Aprendemos de él que cuanto más permanecemos en la Palabra de Dios, más nos aflige el diablo. Podemos contar con ello. Pero tales aflicciones son buenas, porque nos hacen buscar y amar la Palabra de Dios aún más. Luego, en 1539, Lutero incluso dio gracias por los “golpes, presiones y terrores” de los papistas hacia él, porque dijo que ayudaron a convertirlo en un teólogo decente.
El trasfondo de la escritura de himnos de Gerhardt es una tentatio de un tipo diferente; a saber, los estragos de la Guerra de los Treinta Años, estar rodeado de muerte durante la mayor parte de su vida y ser apartado de su llamado como pastor de la Nikolaikirche de Berlín por permanecer fiel a sus votos de ordenación. Mientras que Lutero pudo ver un camino bendito en la persecución que sufrió a manos de los papistas, Gerhardt pudo decir con confianza: “¿Por qué la cruz y la prueba deberían entristecerme? Cristo está cerca con su alegría; Él nunca me dejará”.[48] Como resultado de las cruces de Gerhardt, los santos tienen himnos para cantar sobre ese camino único, hermoso y bendito, incluso cuando sufren cruces de todo tipo.
Himno 546: “Castillo fuerte es nuestro Dios”[49]
Escrito por Martín Lutero (1483-1546)
1. Castillo fuerte es nuestro Dios,
Defensa y buen escudo;
Con su poder nos librará
En este trance agudo.
Con furia y con afán
Acósanos Satán;
Por armas deja ver
Astucia y gran poder:
Cual él no hay en la tierra.
2. Nuestro valor es nada aquí.
Con él todo es perdido;
Más por nosotros pugnará
De Dios el escogido.
¿Sabéis quién es? Jesús,
El que venció en la cruz,
Señor de Sabaot,
Y pues Él sólo es Dios,
Él triunfa en la batalla.
3. Aún si están demonios mil
Prontos a devorarnos.
No temeremos, porque Dios
Sabrá aún prosperarnos.
Que muestre su vigor
Satán, y su furor
Dañarnos no podrá,
Pues condenado es ya
Por la Palabra santa.
4. Sin destruirla dejarán,
Aún mal de su grado,
Esta Palabra del Señor:
Él lucha a nuestro lado.
Que lleven con furor
Los bienes, vida, honor,
Los hijos, la mujer...
Todo ha de perecer:
De Dios el reino queda.
Sobre el autor:
Martín Lutero nació en Eisleben el 10 de noviembre de 1483. Ingresó a la Universidad de Erfurt en 1501. Se hizo monje agustino en 1505 y fue ordenado sacerdote en 1507. En 1508 fue nombrado profesor en la Universidad de Wittenberg y en 1517 publicó sus 95 Tesis, lo cual se considera el inicio de la Reforma Luterana. Entre 1521 y 1534 tradujo la Biblia al alemán. Murió en Eisleben el 18 de febrero de 1546.
Más allá de estos datos biográficos, dados los acontecimientos históricos circundantes (epidemias, guerras, etc.) y las luchas de la Reforma, sabemos que Lutero atravesó grandes pruebas y sufrimientos desde su juventud.
Como cristiano y monje luchó por tener paz de conciencia delante de un Dios que le fue presentado como un juez despiadado y castigador. El gustar la dulzura del evangelio de Cristo le trajo gratuitamente esa paz tan anhelada que no podía encontrar por medio de flagelos, peregrinaciones y demás sacrificios. Desde entonces, su predicación, sus himnos y escritos fueron inundados por el mensaje del Evangelio de Cristo.
García y Dominguez, en su libro Introducción a la vida y la teología de Martín Lutero, comentan sobre algunas de las aflicciones que Lutero atravesó:
Debemos entender también que Lutero no fue una persona saludable. Sufrió de problemas estomacales, de periodos de depresión, de cálculos en el riñón, de gota [forma común y dolorosa de artritis] y quién sabe de cuántos más males fisiológicos. Esto sin contar que como un hombre joven se tuvo que enfrentar a sistemas y poderes que se encontraban afuera de su alcance. Así continuó haciéndolo toda su vida.[50]
Todas estas aflicciones (en alemán: Anfechtung) internas y externas, y tantas otras que desconocemos, son el contexto en que nacieron sus sermones, escritos e himnos. Estos últimos, en particular, sirvieron como vehículo catequético para enseñarle al pueblo analfabeto la Palabra de Dios. Lutero mismo era músico. Tocaba el laúd, un instrumento de cuerda, con el que acompaña el canto devocional en su casa.
No cabe duda que Lutero era amante de la música. Para él la música ocupaba un lugar central en la adoración a Dios y en su vida familiar. Muchos de sus himnos se cantan hoy hasta en la Iglesia Católica Romana. Sus himnos tienen como inspiración la Palabra de Dios, especialmente el mensaje cristocéntrico de la salvación.[51]
Sobre el himno:[52]
“Castillo fuerte es nuestro Dios” probablemente se escribió en algún momento entre 1527 y 1529, un período en el que una epidemia golpeó a Wittenberg, una enfermedad grave azotó a Martín Lutero (1483-1546), las fuerzas turcas amenazaron las fronteras alemanas, aparecieron amenazas de los ejércitos católicos, y ataques teológicos tanto de católicos como de protestantes radicales. El himno a menudo es llamado “el himno de batalla de la Reforma”, pero en la época de Lutero se pensaba en términos diferentes, como se puede ver en el encabezado de un periódico de Augsburgo de 1529: “Un himno de consuelo”, algo que se necesitaba con urgencia en ese momento. El himno conservó esta designación al menos hasta mediados del siglo XVII, momento en el que los himnarios luteranos tomaron sus salmos en verso, que tradicionalmente se colocaban juntos en una sección separada propia, y los separaron en varias categorías temáticas. La ubicación de este himno en una sección que trata sobre la Iglesia y la Palabra de Dios hizo más fácil que se lo pensara como un himno polémico.
Himno 628: “Con ansia clamo, ¡oh, santo Dios!”[53]
Escrito por Martín Lutero (1483-1546)
1. Con ansia clamo, ¡oh, Santo Dios!
Yo desde lo profundo
Confiado elevo a ti mi voz,
Perdido en este mundo.
No mires más mi maldad:
¡Perdón Señor; oh, ten piedad!
¡Dios mío, no te tardes!
2. Espera mi alma en Jehová,
Pues Él, con su cariño,
Al afligido paz dará
Cual tierno padre al niño.
Su fiel promesa de ayudar,
¡Oh, Dios!, me inspira a siempre orar:
¡Dios mío, no te tardes!
3. A Dios mis ojos alzaré:
En mí sólo hay bajeza;
Mas en su fiel Palabra hallé
Consuelo y fortaleza.
Dios sanará mi corazón,
Por tanto es siempre mi oración:
¡Dios mío, no te tardes!
4. No desesperes de tu Dios,
¡Oh Iglesia redimida!
Andando de su paso en pos
Verás al fin la vida.
En abundante redención
Demuestra Dios su compasión,
Fidelidad y gracia.
5. Si tus pecados graves son,
Mayor es el indulto
Que Cristo da por compasión
Al que le rinde culto.
¡Ten fe! ¡Ten fe! Tu Buen Pastor
Te salvará con grande amor
De tus pecados todos.
Sobre el himno:[54]
Esta paráfrasis del Salmo 130 (que una fuente temprana, usando la numeración griega, llamó Salmo 129) fue escrita por Martín Lutero (1483-1546) en 1523 mientras revisaba la Misa en latín. En Un Orden de Misa y Comunión para la Iglesia en Wittenberg (1523), Lutero expresó su deseo de “tantas canciones como sea posible en la lengua vernácula que la gente pueda cantar durante la Misa, inmediatamente después del Gradual y también después del Sanctus y Agnus Dei”. Al mismo tiempo, también escribió a poetas y teólogos, uno de los cuales era George Spalatin, capellán de la corte de Federico el Sabio, pidiéndole que “convirtiera un salmo en un himno como en la muestra adjunta de mi trabajo”. Presumiblemente, el modelo adjunto fue el de Lutero “Con ansia clamo, ¡oh, santo Dios! yo desde lo profundo”.
Este salmo métrico temprano de Lutero es importante para los luteranos del siglo XXI por varias razones: (1) se convirtió en una de las canciones favoritas de Lutero, expresando el consuelo del salmo y la esperanza que tenemos en el Evangelio; (2) es una excelente explicación de la distinción apropiada entre la Ley y el Evangelio y la doctrina de la justificación por gracia a través de la fe; (3) expresa el dolor más profundo de la humanidad, y por eso se cantaba en los momentos de duelo; por ejemplo, en el funeral del protector y favorecedor de Lutero, Federico el Sabio, en la Iglesia del Castillo de Wittenberg el 9 de mayo de 1525, y durante las propias ceremonias fúnebres de Lutero, mientras su cuerpo yacía en la Iglesia del Mercado de Nuestra Querida Señora en Halle en 1546; y (4) debido a que es una versificación de un salmo penitencial, el himno se usaba comúnmente como una ayuda catequética para reforzar el significado de la confesión como se describe en el Catecismo Menor de Lutero. LSB ha afirmado esta naturaleza penitencial del himno al colocarlo en la sección “Confesión y Absolución” del himnario. Sin embargo, su uso no se limitaba a los momentos de confesión o a los funerales. También se usó como un Introito, un himno de salmo, un gradual entre las lecciones y un himno antes del sermón durante varias estaciones del año eclesiástico.
Himno 949: “Nuestra vida ve llegar”[55]
Escrito por Martín Lutero (1483-1546)
1. Nuestra vida ve llegar
Trampas que dan muerte,
¿Quién, Señor, nos va ayudar
Contra el malo fuerte?
¡Tú solo, Dios, Tú solo!
Lloramos pues hoy nuestro error
Que merece tu furor.
¡Santo y Justo Dios!
¡Santo y Fuerte Dios!
¡Santo y Misericordioso!
¡Eterno Señor!
¡Sálvanos de muerte!
A la hora de morir
¡Piedad ten, Señor!
2. En el valle del terror
La maldad ataca,
¿Quién nos va a librar, Señor?
¿Quién de esto nos saca?
¡Tú solo, Dios, Tú solo!
Tu corazón por compasión
Nos sostiene con unción.
¡Santo y Justo Dios!
¡Santo y Fuerte Dios!
¡Santo y Misericordioso!
¡Eterno Señor!
¡Sálvanos de espanto
Del infierno cruel y hostil!
¡Piedad ten, Señor!
3. En desgracias y opresión
Que el pecado traiga,
¿Dónde iremos por perdón
Que la gracia traiga?
¡Tú solo, Dios, Tú solo!
Tu sangre derramada fue
Para pagar pecados.
¡Santo y Fuerte Dios!
¡Santo y Misericordioso!
¡Eterno Señor!
¡Dios mantennos firmes
En la paz que da la fe!
¡Piedad ten, Señor!
Sobre el himno:[56]
Martín Lutero (1483-1546) basó “Nuestra vida ve llegar” en la antífona latina medieval “Media vita in morte sumus” (“En medio de la vida, estamos en la muerte”). El origen de esta antífona latina, que consta de una sola estrofa, se desconoce. La tradición sugiere que un monje llamado Notker Balbulus (“el Tartamudo”, muerto en 912) lo escribió desde el monasterio de San Gall en Suiza, mientras observaba a los trabajadores arriesgar sus vidas construyendo un puente a través de un amplio desfiladero en los Alpes. Pero es poco probable que esta historia tradicional sea cierta. En primer lugar, hay bastante literatura sobre las contribuciones de Notker a la liturgia, especialmente su composición de secuencias; pero las fuentes nunca se refieren a “Media vita” como una de sus composiciones. En segundo lugar, debido a que la antífona se encuentra en manuscritos ingleses doscientos años antes de su aparición en los manuscritos de San Gall, es más probable que sea de origen inglés. [Hasta aquí la traducción de Companion for the hymns].
Este himno hace mención de todos los peligros, amenazas y enemigos del cristiano: la muerte, el diablo, ataques de la maldad, desgracia y opresión del pecado, y la culpa. Cada estrofa hace una pregunta retórica de auxilio (¿quién nos va a ayuda? ¿quién nos va a librar? ¿a quién iremos por perdón?), cuya respuesta es siempre Dios, el Señor: “Tú solo Dios, Tú solo”. Esta forma de pregunta retórica trae a la memoria la pregunta del Salmo 121: “¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra”.
Conclusión:
En cada himno de cruz y consuelo podemos ver la mano de Dios guiando a los autores no solo a presentar sus súplicas, como leemos en los salmos, trayéndole sus penas y dolores, sino también a proclamar las promesas divinas y los atributos divinos de amor, gracia, poder e inmutabilidad como fuente de consuelo. Todo esto, unido a la alabanza por el amor y la gracia mostrados en Cristo, conforman las consoladoras letras que nos acompañan en este valle de sombra de muerte (cf. Sal 23:4), también llamado “valle de lágrimas” (Sal 84:7) o “la gran tribulación” (Apoc 7:14).
Al recorrer estas joyas de cruz y consuelo de la himnología cristiana y luterana, no podemos sino dar gracias a Dios por el don de la poesía y de la música, las cuales son como bálsamo divino que el Espíritu Santo aplica para consolar el corazón trayéndolo a los brazos del Padre por medio de Cristo Jesús.
Sea que las fuerzas nos permitan cantarlos o no, los himnos de cruz y consuelo basados en la Sagrada Escritura traen consuelo con tan solo escucharlos o leerlos. La belleza de su poesía y melodía son el abrazo que el corazón sufriente tanto anhela y busca de parte de su Señor.
La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.
Colosenses 3:16
Roberto Alejandro Weber
Iglesia Evangélica Luterana Argentina
Mayo de 2022
[1] Cf. Ro. 8:22ss.
[2] Luther’s Works, American Edition, vol. 5, pág. 56, citado en Good News Magazine: Trials and Afflictions, issue 36.
[3] Este himno es usado por Johann Sebastian Bach en su cantata BWV 93. En LSB es el número 750 y en CC es el 268.
[4] Traducido del Companion for the hymns del Lutheran Service Book.
[5] Sal 42:5, 11; 43:5, énfasis añadido.
[6] “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).
[7] Que no se altera, perturba o muestra emoción alguna ante una impresión o estímulo externo que normalmente producen turbación, desencadenan una emoción o inducen a determinada acción.
[8] “Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos” (Sal 40:1-2).
[9] “El Señor te rescata de la muerte, y te colma de favores y de su misericordia” (Salmo 103:4). Salmo 32:10: “Al malvado le esperan muchas aflicciones, pero la misericordia del Señor acompaña a todos los que confían en él”. Ver también Salmo 37:5.
[10] Este himno es el 615 en el LSB.
[11] Traducido del Companion for the hymns del Lutheran Service Book.
[12] Esta batalla tuvo lugar el 24 de abril de 1547 en esta localidad alemana entre las tropas de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico y las de la Liga de Esmalcalda, con el triunfo de las primeras.
[13] Énfasis añadido.
[14] Véase Lucas 1:68-79.
[15] Énfasis añadido.
[16] Este himno es el 752 en el LSB.
[17] Biografía traducida de https://hymnary.org/person/Schlegel_KV. Extractos de John Julian, Dictionary of Hymnology (1907).
[18] Cuerpo espiritual equipado con una fundación.
[19] Manuscrito del Dr. Eduard Jacobs, Wernigerode, etc.
[20] Véase Santiago 5:11: “Recuerden que nosotros consideramos dichosos a los que pacientemente sufren. Ustedes ya han sabido de la paciencia de Job, y saben también cómo lo trató el Señor al final, porque él es todo compasión y misericordia”.
[21] Véase: Salmo 145:15-16: “Todos fijan en ti su mirada, y tú les das su comida a su tiempo. Cuando abres tus manos, colmas de bendiciones a todos los seres vivos”.
[22] Salmo 90:10.
[23] Salmo 73:24: “me has guiado para seguir tu consejo, y al final me recibirás en gloria”.
[24] Este himno es el 718 en el LSB y el 159 en el CC.
[25] Traducido de https://hymnary.org/person/Zinzendorf_Nicolaus. Fuente: Escritores de himnos de la Iglesia de Charles Nutter.
[26] Este himno es el 238 en el CC.
[27] https://hymnary.org/person/K
[28] Así es como figura también en el Himnario Culto Cristiano: “K____” en la selección de Rippon, 1787.
[29] Cargo episcopal que antiguamente dirigía el coro en una catedral.
[30] En el Himnario Luterano, este es el nombre que figura como autor de la letra.
[31] Véase: Salmo 130:5ss; Juan 8:31-32.
[32] Este himno es el 224 en el CC.
[33] Traducido de https://hymnary.org/person/Faber_Frederick. Biógrafo: Bert Polman.
[34] Este himno es el 240 en el CC.
[35] Traducido de https://hymnary.org/person/Crosby_Fanny. Biographies of Gospel Song and Hymn Writers (extractos).
[36] Perteneciente a la iglesia metodista episcopal.
[37] Este himno es el 273 en el CC.
[38] Sal 73:23-24. Énfasis añadido.
[39] Énfasis añadido.
[40] Este himno es el 754 en el LSB y el 270 en el CC.
[41] Traducido de https://hymnary.org/person/Gerhardt_Paul. Biógrafo: Bert Polman.
[42] Traducido de PAUL GERHARDT: PASTOR AND THEOLOGIAN de Gaylin R. Schmeling, págs. 6-7. Este documento fue preparado para el Seminario Teológico Luterano Bethany 2007 y las Conferencias del Bethany Lutheran College sobre la Reforma. También se encuentra en Lutheran Synod Quarterly, vol. 48, núm. 1, págs. 7-69.
[43] Traducido del Companion for the hymns del Lutheran Service Book.
[44] Este himno no está presente en LSB ni en CC, solo en HL.
[45] Este himno es el 756 en LSB, tiene la melodía WARUM SOLLT ICH MICH DENN GRÄMEN?, usada en el himno 412 del HL (himno 8 del CC), que también fue escrito por Gerhardt. Estará disponible próximamente en www.himnarioluterano.org, en la sección “Himnos nuevos”.
[46] Traducido del Companion for the hymns del Lutheran Service Book.
[47] Traducción literal de la última estrofa del himno en LSB: Ahora en Cristo la muerte no puede matarme, aunque pueda, noche y día, afligirme y preocuparme. Cristo ha hecho de mi muerte un portal, de la lucha de esta vida al Su gozo inmortal.
[48] Traducción literal de los primeros versos en inglés.
[49] Este himno es el 657 en LSB y el 129 en CC.
[50] García y Dominguez (2008). Introducción a la vida y la teología de Martín Lutero. Abingdon Press. Pág. 50.
[51] Ídem., pág. 54.
[52] Traducido del Companion for the hymns del Lutheran Service Book.
[53] Este himno es el 607 en LSB y el 207 en CC.
[54] Traducido del Companion for the hymns del Lutheran Service Book.
[55] Este himno es el 755 en LSB.
[56] Traducido del Companion for the hymns del Lutheran Service Book.