En 1523, Lutero escribió a Jorge Spalatin, secretario de Federico el Sabio:
"[Nuestro] plan es seguir el ejemplo de los profetas y los antiguos padres de la iglesia, y componer salmos para el pueblo [en] lengua vernácula, es decir, cantos espirituales, para que la Palabra de Dios pueda estar entre el pueblo también en forma de música".
En aquella época, la misa solía celebrarse como un espectáculo en el que participaban sólo los sacerdotes y el coro. Lutero, que creía que todos los cristianos eran sacerdotes, trató de dar a la congregación un papel activo en el culto. Recurrió a los himnos rimados del canto ambrosiano y los tradujo al alemán para que el pueblo pudiera cantarlos como corales. En 1524 se publicó una colección de ocho himnos, a los que se añadieron otros en ediciones posteriores. En 1529, Lutero publicó en Wittenberg un himnario organizado en cinco partes. La primera sección incluía veintiocho canciones escritas por Lutero, la segunda canciones de compositores con los que trabajaba, la tercera canciones medievales traducidas al alemán, la cuarta canciones religiosas de autores contemporáneos y la quinta quince cánticos, incluido el Magnificat, de las Sagradas Escrituras. Este himnario de Wittenberg fue el primero en combinar música, texto e ilustraciones en un libro, fuera de los manuscritos iluminados.
Aunque Lutero escribió música eclesiástica antes de su pretendida reforma del culto, sus composiciones musicales siempre sirvieron "directa o indirectamente para proclamar el Evangelio".
En 1529, Martín Lutero publicó tres obras importantes: un himnario, un librito de oraciones (Betbüchlein) y dos catecismos (Grande y Pequeño). A diferencia de ser una mera colección de oraciones, el folleto de oraciones pretendía ser una introducción a la fe cristiana. Del mismo modo, el himnario no era sólo un libro de himnos, sino una guía completa para todos los cristianos cantores. Los catecismos no eran sólo para instruir, sino que también servían de introducción a la práctica de una vida cristiana. Todas estas publicaciones, junto con la Biblia de Lutero, estaban ilustradas, ya que Lutero creía que la palabra y la imagen, así como la música, debían entrelazarse para formar a uno en la fe enseñada por la Reforma.
Después de ver la pobre condición de la enseñanza para laicos, Lutero llegó a comprender el papel esencial que estas obras jugarían en el trabajo del Evangelio para aquellas personas recientemente liberadas del papado. Por eso, el propio Lutero se hizo cargo del trabajo sobre el himnario, en lugar de delegarlo a otra persona.
Lutero se convirtió en compositor en respuesta a la falta de música eclesiástica para el pueblo común. En 1523, escribió sobre su deseo de tener más canciones alemanas que el pueblo pudiera cantar durante la misa. Creía que se necesitaban canciones en alemán para que la comunidad pudiera participar y entender el culto. Antes de la época de Lutero, ya existían ejemplos de versos alemanes que se cantaban durante las peregrinaciones y procesiones, pero no durante la Misa. Algunas de estas melodías de un solo verso se convirtieron en piezas más largas y algunos himnos latinos se tradujeron al alemán. Para Lutero, era importante que tanto el texto como la melodía transmitieran la alegría del Evangelio y también creó canciones catequéticas, como "Diez Mandamientos Son la Ley", una versión musical del Credo, “Creemos en un Solo Dios”, una canción sobre el bautismo y otra sobre el Padre Nuestro, así como canciones para niños, como el villancico "Desde lo alto del cielo".
El concepto de "canto de salmo" también fue desarrollado e inventado por el propio Lutero. Sin embargo, gracias a sus esfuerzos, la repercusión de los cantos salmódicos se extendió de inmediato. Un ejemplo famoso de canción salmódica es "Castillo Fuerte", basada en el Salmo 46. Lutero trató de animar a otros a poner música a los salmos para su uso en los cultos, y sus esfuerzos dieron fruto en Estrasburgo, donde las adaptaciones de salmos se utilizaban con regularidad en 1524. Esta idea fue recogida por Zwinglio y Hans Sachs, que publicaron 13 salmos en 1526. Calvino también se vio influido por esta forma tras conocerla en Estrasburgo, lo que condujo a la creación del Salterio de Ginebra.
La iniciativa de Lutero de desarrollar cantos salmódicos tuvo incluso un impacto significativo en la historia de la música y los himnarios de la Iglesia Católica Romana. El primer gran cancionero católico romano del siglo XVI estuvo influenciado por el Himnario de Leipzig, del cual Lutero escribió la introducción. Lutero es ampliamente reconocido como el padre de la música eclesiástica protestante y el creador original del Himnario Luterano, que tuvo repercusión no sólo en Alemania, sino también en otras confesiones.
Lutero creía que el cancionero no era sólo para uso litúrgico, sino que también estaba destinado a apoyar la piedad y la fe de los cristianos en diversos ámbitos, como el hogar, la escuela y la iglesia. Destacó la importancia de la educación musical en las escuelas, afirmando que un maestro de escuela debía saber cantar, y que los jóvenes debían recibir formación musical antes de convertirse en pastores.
Durante la Reforma, se crearon escuelas urbanas y públicas, así como escuelas de gramática latina, donde la instrucción musical era una asignatura formal para preparar a los alumnos para los estudios litúrgicos. El coro de la escuela servía también como coro de la iglesia, con algunos adultos que complementaban a los alumnos. Esto pone de relieve la estrecha relación entre la música escolar y la música eclesiástica de la época.
Lutero también enfatizó que el evangelio no se opone al arte, sino que el arte, y aquí particularmente la música, debe servir a Dios, quien lo dio y creó. La música, y por lo tanto las composiciones de Lutero, deben servir al honor y la gloria de Dios. Para Lutero, la música es un don de Dios, una creación noble, sana y alegre de Dios. Hace que la gente sea feliz y olvide sus enfados y preocupaciones. Por eso anunció: "Junto a la Palabra de Dios, la música merece el mayor elogio".